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lunes, 6 de marzo de 2023

Mis días por San Luis (diario de viaje) (PARTE 1)

 

Viajar en solitario siempre tiene su magia y es algo que sigo promoviendo para equilibrar salidas familiares y con amigos. En esta oportunidad, me tomé una semanita para visitar la provincia de San Luis. Esto fue lo que viví.



***

 

Tenía muchas expectativas por este viaje, el primero que haría solo desde que pude conocer el Norte Argentino en 2018. Sí, es verdad que en el medio tuve múltiples escapadas solo a Neuquén, Buenos Aires o a San Nicolás de los Arroyos, pero casi todas tuvieron un componente laboral y pocas sorpresas.

A mitad del año pasado me planteé seriamente ir a conocer Colombia para poder visitar a mi amigo Angelito (que vive allá). Por desgracia, los costos y el tiempo confabularon para hacer aquel viaje imposible. San Luis era un lugar bastante más cerca y factible, además de tener el plus de poder visitar a Dardo, un amigo mío de la Universidad.

Pero vayamos por parte…

 

Salida desde Bahía Blanca y un colectivo del PAMI (viernes 3/3)

Cuando salí de casa para la terminal –pateando y mensajeándome con mis amigos de la secu– me di cuenta de que me había aburguesado un poquito. Tengo 35 años. Y si bien me siento mejor que nunca (física y emocionalmente), hoy ya busco algunas comodidades adicionales.

Por ejemplo, consideré salir con la mochila de mochilero, pero al final terminé agarrando una valija con rueditas porque sabía que iba a tener largas caminatas con la valija a cuestas. Es más, el colectivo que saqué fue un coche cama muy pituco con USB en el asiento. En otra época habría buscado algo mucho más barato, sin duda.

En fin, en la terminal tomé un cafecito y comencé la lectura de los dos libros que llevaba encima: Literatura y Tecnología (de Cecilia Bona) en mi ebook y Pájaros en la boca y otros cuentos, una antología de Samantha Schweblin, en físico. Dos libros que tendrán su reseña en el futuro.


El bondi era un Andesmar muy cómodo y, curiosamente, lleno de viejos del PAMI. Salimos a horario (18.30 hs desde Bahía blanca) y llegaría a San Luis recién a las 8 hs. Para el viaje tenía unas empanaditas de JyQ y varias series pendientes (Velma, Rick and Morty Temporada 6, Vinland Saga, temporada 2, y The Mandalorian, temporada 3). También me vi mitad de la lacrimógena película Close, que ya tendrá su reseña en la fan-page.

 

De hostels olvidables y parques memorables (sábado 4/3)

Llegué bien tempranito a San Luis y lo primero que me sorprendió fue lo impresionante que es la terminal. Parece un centro comercial, está súper moderna y no le falta nada. Creo que es la más linda que vi en Argentina.

Mientras escuchaba el divertido podcast de Jason Alexander Really, no, really, pateé unos 45 minutos hasta el primer hostel reservado (IV Estaciones) con el que ya venía teniendo mis dudas desde antes. Cuando llegué, terminé por decepcionarme.

El lugar no tenía ni un cartel que indicara que era un hostel, todo estaba cerrado con candado, oscuro y no tenía nada que ver con lo que publicaban las fotos de Booking. Esperé otros 45 minutos, mandé mails y nada. Parecía una casa abandonada.

Finalmente, alrededor de las 9.45 am apareció una vieja mala onda que ni me saludó y me abrió. El lugar se asemejaba más una casona donde vive una bruja.

Le dije a la mujer que el lugar no era lo que esperaba y que no cumplía las expectativas. Le chupó un huevo. Posta, eh. Me dijo, con cara de antipática, “bueno, cancelá la reserva y ándate”. No tenía ganas de pelear, y menos en el primer día de vacaciones. Así que le dije “hasta luego” con una sonrisa y me fui.


El hostel del horror...

¡Cero interés por el turista! Encima el hostel ya no me convencía porque estaba súper lejos del centro. Hago un poco de mea culpa porque no planifiqué demasiado el viaje. Esta vuelta pensé en dejarme llevar, ser menos estructurado, y así me pasan estas cosas.

Terminé llamando a otro hostel (Casa Blanca) a 7 cuadras del centro que salía menos de la mitad (3500$ la habitación compartida contra 8000$ que me querían cobrar en el IV Estaciones) y salí para allá pateando y escuchando un poco de Travis. El nuevo hostel resultó ser bastante más agradable y ameno, pese a no tener ni wi-fi ni cocina para hacerme unos fideos.

Aun así, tenía una habitación para cuatro personas en la que estaba solo y con habitación privada. Andrea y Macarena, las pibas que atendían, tenían muchísima más onda que la vieja de mierda del IV Estaciones, así que el balance resultó positivo (especialmente si logro que Booking no me cobre la cancelación del hostel anterior…).

Me lavé los dientes (el dato inerte del día) y salí para el centro en busca de tres objetivos concretos: una bici para alquilar, un repuesto de tapa para mi termito y un tour para ir a la Sierra de las Quijadas. Cumplí dos de los tres objetivos, así que diría que no me fue tan mal.

¿Pueden creer que no hay ni una bicicleta para alquilar en todo San Luis capital? Al menos aproveché para averiguar todo respecto al transporte: horarios y formas de llegar a Merlo y Potrero de los Funes, funcionamiento de los bondis internos (tienen letras, pero es más complicado que eso), etc.

El tour para Sierra de las Quijadas estaba saladix (12000$), aunque incluía el transporte puerta a puerta y el guía turístico, que es obligatorio en el Parque Nacional. ¿Cuándo más lo haría sino? Le di para adelante. La información del guía la conseguí en la oficina de Turismo del centro. Un tal Jorge López me pasaría a buscar al día siguiente a las 8 am.

Debo haber recorrido el centro por una horita y media o dos. Es chiquito y muy bonito. Había muchísima gente, un show de títeres y bastante movimiento alrededor de la Plaza Pringles. Volví al hostel con unos sanguchitos, una latita de cerveza y las piernas cansadas.

Luego de descansar un poco, salí a trotar por el barrio. Primero pasé por Parque Independencia, donde hay unas letras colocadas en un cartel, a mano, con el día actual. Al parecer, alguien se encarga de cambiar las letras y números cada santo día (lo comprobé unos días más tarde).


Un trabajo muy noble (?)

En Parque Independencia, frente a la vieja gobernación, es donde pasan la mayoría de los bondis. Una muy amable Belén se tomó el trabajo de explicarme que en San Luis funciona la SUBE, que los colectivos tienen letras y que puede utilizarse el app Transpuntana para ver las paradas.

Si hay algo que noté de San Luis esa misma mañana es que la gente es súper amable, y no tienen problema de ayudar al que lo necesite. También descubrí que la ciudad explota de barberías y taxis, dos negocios que trabajan sin parar en todo momento del día. Recontra garpa hacerte peluquero o tachero acá.

Continué el trote para relevar un poco más mi barrio y pasé por la Plaza de la Armada y la Plazoleta Baigorria, antes de regresar al hostel. Me bañé y salí tipo 17.30 para el famoso Parque de las Naciones, tomando el colectivo D como buen puntano. Por cierto, al principio pensé que el tema “colectivos” estaría fácil porque son letras del abecedario. Pronto descubrí que hay un colectivo BCG y uno que se llama OK. También hay un E y un E1. Fuck logic, right?

Una de las postales que quería de mi viaje era la de un cubo Rubik gigante que hay en el Parque de las Naciones (según Google Maps). Me sentí estafado cuando llegué y vi que me lo habían pintado como una suerte de Cubo Navideño. Una chafa.


Más allá de esta clarísima decepción, AMÉ ese parque. Es enorme y tiene de todo: canchas de todo tipo, pista de skate, espacios verdes, pista de salud, juegos para los chicos, etc. Resulta que era la Feria de Productores, así que estaba repleto de artesanos, puestos de comida y shows en vivo. 


Llegué alrededor de las 18 hs y, entre mates y empanaditas fatay, me terminé quedando hasta que se hizo de noche.

Pegué la vuelta tipo 20.30 hs en la misma línea D que me dejó en el centro. Me comí un panchito, di un vuelto por el centro (que estaba precioso, lleno de gente) y entré a chusmear el famoso Casino New York, perfectamente ambientado. De regreso en el hostel, me tomé un birrín con un capítulo de Rick and Morty y me fui a dormir, porque el día siguiente sería intenso.

Por cierto: sí, San Luis está lleno de autopistas (el 60% de todo el país, de hecho). Pero eso de que hay wifi en todos lados, puro bolazo. De hecho, el wi-fi apesta en prácticamente todos lados.

 

La huella de un dino y un tour mágico con Dardo (domingo 5/3)

El sábado me lo había tomado para conocer el centro de San Luis, organizar un poco mi viaje y ubicarme espacialmente en un lugar nuevo. Recorrí bastante pero la realidad es que estuve el día solo como loco malo.

En general esto no suele ser un problema porque me llevo muy bien conmigo mismo. Es más, ¡yo saldría conmigo mismo! Me gusta mucho escribir, leer, escuchar música y podcasts, trotar/pasear y, en resumen, hacer actividades que son inherentemente solitarias.

Sin embargo, ya necesitaba un poco de contacto social y, por suerte, el domingo logré tener un día súper acompañado.

Me levanté tipo 7 a.m. para esperar al guía (Jorge López). Estaba literalmente solo en el hostel. Andrea dormía. Jorge llegó 8.15 hs y salimos para el Parque Nacional Sierra de las Quijadas, a 120 km de la ciudad de San Luis. En otro auto iba un chofer con dos parejas.



Jorge resultó ser una caja de sorpresas. Era un pibe (sí, pibe, 34 años) de Formosa, guía turístico, docente de inglés en secundaria y fanático de los Gun´s n Roses. En la hora y media de duración nos charlamos la vida. Hasta me terminó contando que su pibe de 8 años tiene potencial para jugar al fútbol profesional.

Como dato de color, Jorge me contó que el hostel Casa Blanca era un antiguo cabaret, lo cual le dio mucho sentido a la arquitectura del lugar. Yo tengo un año más que él, pero a su lado me sentí un viejo choto. Me dijo: “Negro: a los 35 el hombre toma su color y forma original, como el Cóndor”. No sé si la frase tiene algún tipo de sentido; a mí me hizo sentir bien.

A la entrada del parque hay un wi-fi salvador para poder revisar algunos mensajes. El plan era hacer el Sendero de la Huella y algunos miradores, una excursión que lleva alrededor de 3 horas. Curiosamente, la temporada alta de este Parque Nacional es en julio, donde las temperaturas rondan los 18°. A nosotros nos tocaron 35° a la sombra, aunque había un vientito lindo.


Jorge resultó ser un capo. Un excelente narrador de historias que combinaba datos informativos de flora y fauna con anécdotas increíbles del lugar. La famosa huella del dinosaurio fue un tanto decepcionante, es verdad. Sin embargo, la caminata (muy tranquila por cierto) hasta allá definitivamente valió la pena.

Uno de los personajes del guía es Don Pilar, el primer guardaparque del lugar y un tipo que cumplía años dos veces por año, por lo que llego a festejar 194 años. Hay mucha data que podría ser fuente de inspiración de cuentos propios.

Además de charlar con Jorge López y las parejas (una pareja joven y otra más grande), disfruté también de hablar con el chofer, Alejandro. Un tipo que resultó ser policía, barbero, salvavidas, buzo, transportista de mascotas y patovica en boliches. Háblenme de rebuscarse la vida.

Luego de ver la famosa huella de saurópodo con mis propios ojos, hice un circuito chico de miradores por mí mismo y volví con el resto del grupo. Las Sierras de las Quijadas (si llegan a ir, pregunten por qué se llaman así…) son de un impacto visual impresionante. 

Cada punto es una postal, hay una riqueza paleontológica que sorprende y les digo, por momentos, uno se siente en otro planeta. Me quedé con ganas de hacer el circuito de Farallones, que es bastante más largo.




En el buffet de la entrada, la pareja más joven me avivó de que había empanadas de llama. No pude evitarlo y me terminé pidiendo una para probar (spoiler alert: zafan hasta ahí). 

Regresé a San Luis en el auto de Alejandro (ahí fue donde me enteré de todas sus locas historias) quien me recomendó conocer Parque La Cerámica y Parque IV Centenario, como otros puntos de interés.

Al volver al hostel, Andrea me contó que tendría un nuevo compañero de cuarto esa noche. No pude llegar a conocerlo porque Dardo me pasó a buscar en seguida para salir a pasear un poco. Con Dardo fuimos muy unidos durante la Universidad e incluso vivimos juntos un tiempo. La última vez que nos habíamos visto había sido para el primer cumpleaños de Benjamín.

Por fortuna, cuando dos personas se conocen desde hace tanto tiempo, no hay momentos incómodos ni introducciones difíciles. Volvés a hablar con el otro como si se hubieran visto hace dos días. Eso es algo que siempre me sorprendió (para bien) de las amistades que logré cultivar a lo largo de mi vida. Prácticamente todos mis mejores amigos viven lejos, pero cuando nos vemos podemos volver a hablar sin reservas y con honestidad desde el minuto cero.

La cuestión es que Dardo se la recontra jugó y me llevó a pasear por un montón de lugares cercanos. Pasamos por el balneario de El Volcán, visitamos el dique de La Florida, nos tomamos unos buenos mates en Trapiche (hermoso lugar para ir con mi familia) y pasamos por su casa, en Juana Koslay. Yo todavía no conocía a Jenaro, su hijo de 3 años y medio.


Se sintió bien pasar un domingo más familiar. Charlamos en su casa, nos fuimos hasta una placita cerca y luego Dardo y Yamila me invitaron a comer unas pizzas. Sólo esta tarde con Dardo y su familia hizo que todo el viaje hasta ahora haya valido la pena.

¡Qué lindo es poder retomar contacto con gente que uno quiere y extraña! En un par de horas nos pusimos al recontra día y con la esperanza de volver a vernos antes de terminar mi viaje por San Luis. Dardo me trajo de vuelta al hostel tipo medianoche. 


Mi nuevo compañero dormía, así que me clavé un capítulo de Vinland Saga y también me terminé por acostar.

 

Santiago, el guionista, y el viaje a Merlo (lunes 6/3)

Resulta que mi compañero es un fenómeno. Se llama Santiago y es un mendocino (que vivió en Barcelona) y llegó a San Luis para hacer un curso de guion cinematográfico. Desayunamos juntos y colgamos un buen rato hablando de cine y series. Nos pasamos los teléfonos, así que quizás quedemos para unas birras en la semana.

Santiago me tiró un tip CLAVE que me habría facilitado la cancelación de aquel infame hostel de IV Estaciones. Resulta que cuando cargás la reserva por Booking, la página no controla los últimos tres dígitos de la tarjeta de crédito. Así que podés mandar fruta y cancelar gratis si el lugar resulta ser una cagada.

En el Parque Independencia me tomé el bondi P que te deja directo en la terminal por unos incomparables 70$. En la terminal saqué mi pasaje a la Villa de Merlo, que salía 11.30 hs (1280$). Pensé que serían 2 horas de viaje, porque son 200 km, pero resultaron ser casi 4.

Durante el (incómodo) viaje, leí un poco más de mis libros y terminé de ver la película Close, lo que significa que me la pasé llorando como un pelotudo. Cuando salíamos de San Luis se largó una tremenda tormenta que, de hecho, me siguió hasta Merlo. Quizás fuera un foreshadowing de los días oscuros por venir…


Este diario de viaje… ¡continuará!


Hola, habla(ba) la Llama que Llama...




Super recomendado el dique de La Florida...




Aunque esos mates y charlas en El Trapiche fueron un momento cumbre del viaje

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