Todos sufrimos. No importa si vivís en una mansión con pileta climatizada o en un departamento alquilado con goteras: el malestar no discrimina. Como dice el filósofo contemporáneo Ricardo Arjona: “usted sufre en su mansión, yo sufro en los arrabales”. La insatisfacción no es un error del sistema: es el motor que nos empuja a buscar, mejorar, reinventarnos. Esta incomodidad constante es, paradójicamente, el ingrediente esencial para construir una felicidad estable.
Y
es que la felicidad se consigue al resolver problemas. No es un estado mágico
que aparece cuando todo está bien, sino una forma de acción. Es el resultado de
elegir conscientemente los problemas que estamos dispuestos a tener, y luego
ensuciarnos las manos resolviéndolos. Porque, spoiler alert: los problemas
nunca se terminan. Simplemente cambian, se intercambian o mejoran. Un día
lidiás con el alquiler, al otro con una hipoteca. Un día te cuesta levantarte
para estudiar, y al otro estás gestionando una PyME. El truco no está en no
tener problemas, sino en encontrar los que te den ganas de levantarte cada
mañana.
A
veces esos problemas son chicos: decidir qué comer sin caer en fideos con crema.
Otras veces son complejos: reparar un vínculo, reinventarte profesionalmente,
hacer las paces con quien fuiste. Pero el patrón se repite: la dicha está,
justamente, en la escalada.
Por
eso, cuidado con el que te susurra que la felicidad es estar tirado sin
preocupaciones, flotando en un mar de likes y dopamina. No. La felicidad no se
siente siempre bien. No es cómoda, ni instantánea. De hecho, muchas veces exige
pasar por emociones incómodas. Sólo porque algo se sienta bien, no significa
que sea bueno. Deberíamos cuestionar nuestras emociones más seguido, ¿no?
Porque
a todos nos gusta imaginarnos en la cima, pero a pocos nos gusta realmente
escalar. Sin embargo, es ahí, en el barro, en la lucha, en el esfuerzo con
propósito, donde habita una forma más profunda y real de alegría. Y sí, con
suerte, después de mucho transpirar, te encontrás con la cima... solo para
descubrir que hay otra montaña esperándote.
Y
eso ya no te importa.
Porque
aprendiste a amar la escalada.
@ViajarLeyendo451
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