El teatro
como refugio, catarsis o forma de reconstrucción emocional es un recurso poderoso
tanto en cine como en series. En esta nota repaso algunas de mis producciones
favoritas donde la actuación es un mecanismo para la supervivencia.
***
Teatro como salvación
Hay algo profundamente humano en subirse a un escenario. En fingir para decir la verdad, en ponerse otro cuerpo para poder habitar el propio. Lo sé de primera mano porque a mí el teatro, casi literalmente, me salvó la vida.
Hago teatro desde hace ya muchos años y -a esta altura- ya es algo terapéutico en mí, necesario incluso. Disfruto actuando tanto como disfruto viendo interpretaciones en vivo. Y también me gustan mucho esas historias intensas que nacen en camerinos polvorientos o sobre tablas que crujen.
A veces surgen como terapia o un intento desesperado por representar y entender la vida. En otros casos, la actuación aparece como acto de resistencia y humanidad postapocalíptica.
En Ghostlight (2024), por ejemplo, un obrero de la construcción, quebrado por una tragedia familiar, termina improvisando como Romeo en una compañía amateur. Al principio es un escape, pero pronto descubre que Shakespeare no cura —aunque sí abre puertas que uno creía cerradas para siempre.
En otro registro completamente diferente, Synecdoche, New York –la obra maestra de Kaufman de 2008 que analicé por acá)– lleva la idea al extremo: un director intenta montar una obra que contenga toda su vida, construyendo una ciudad entera bajo techo. El resultado es un laberinto existencial donde actuar es la única forma posible de entender… o de aceptar que no se entiende nada.
Hay veces en que el escenario es, directamente, una trinchera. La recomendadísima serie de HBO Station Eleven (2022) imagina un mundo postapocalíptico donde un grupo de actores itinerantes sigue representando a Shakespeare como acto de resistencia.
Station Eleven es una de esas raras obras que nos dejó la pandemia. Sin embargo, no se centra en el heroísmo de una solución al virus ni en la emoción de ver a la humanidad caer. El eje está puesto en la idea de cómo una comunidad puede persistir gracias a la existencia del arte.
El teatro también puede ser un ring donde uno se enfrenta consigo mismo. En Birdman (2014), un actor en decadencia intenta recuperar relevancia montando una obra. Entre bambalinas, pelea contra su ego, sus fantasmas y el miedo a volverse irrelevante.
La obra de Alejandro González Iñárritu nos regala a un Michael Keaton
en su mejor faceta. Acá el teatro funciona como redención frente a su crisis de
identidad. La frontera entre personaje y persona se borra. La obra nos muestra
cómo el escenario puede ser un campo de batalla para el ego, aunque también un
espacio de renacimiento.
El teatro como dualidad
Y hablando de fronteras difusas, en Black Swan (2010) la búsqueda obsesiva de la perfección escénica lleva a la protagonista a perder el eje entre personaje y persona. Una bailarina, protagonizada por Natalie Portman, es llevada al límite mientras busca la perfección.
Si bien es más thriller psicológico, explora cómo el arte escénico puede consumir o revelar. El teatro como espejo roto que devuelve tanto el deseo como el delirio, un tema que traté en uno de mis últimos relatos: El que observa.
La película de Darren Aronofsky es imperdible por esta análisis de la dualidad personaje / persona y el sacrificio en nombre del arte… un tema también muy presente en otra película súper teatral que me encanta: Through a glass darkly (1961).
Bergman siempre buscó un cine más intelectual (alejadísimo de los principios marketineros del actual cine hollywoodense) con énfasis en el existencialismo, la cuestión de Dios y el plano psicoanalítico en torno a la familia y la sexualidad. Toda esa mezcolanza hermosa aparece en esta obrita de una forma u otra.
La historia gira en torno a Karin, una mujer que estuvo un tiempo ingresada en un hospital psiquiátrico debido a un caso de esquizofrenia. Todo la acción ocurre en la isla a lo largo de un día, periodo en el cual ella va progresivamente sufriendo cada vez más su enfermedad.
Karin cree
que el espacio detrás de la pared del ático es una sala de espera donde las
personas están sentadas esperando a que Dios aparezca. Mientras tanto, los tres
hombres a su alrededor cuestionan sus propias vidas y sus relaciones entre
ellos. Tengo un análisis completo por acá.
El arte escénico como catarsis
Pero no todo es drama. Hay espacios donde actuar también significa pertenecer. Theater Camp (2023) convierte un campamento de teatro musical en refugio para inadaptados que encuentran en el “demasiado” su mejor cualidad.
La clásica película de 1978, La jaula de las locas, hace algo parecido: un cabaret drag donde el artificio se vuelve identidad, y el escenario, un hogar sin explicaciones.
A veces, el arte escénico ni siquiera es teatro puro, pero comparte su esencia. En Frances Ha (2012), la danza es un salvavidas para una joven que no encaja en ningún otro lugar.
Es una simpática fábula sobre la juventud, las relaciones y la búsqueda de la identidad. El personaje de Frances –inmortalizado por la adorable Greta Gerwig (quien luego pasaría a la silla de director)– es una chica de 27 años viviendo en Nueva York y decidida a cumplir su sueño de poder vivir de la danza contemporánea, aunque no sea especialmente virtuosa.
Por su parte, en Little Miss Sunshine (2010), la performance improvisada de una nena en un bizarro concurso de belleza es un grito de libertad familiar.
Incluso un peliculón como es Mass (2021) – que transcurre en una simple sala– funciona como obra en vivo: cuatro personas “actuando” su dolor frente a los demás para poder exorcizarlo.
Con una puesta de escena minimalista y teatral (los cuatro padres son los únicos miembros del elenco en la pantalla durante la gran mayoría del metraje), Mass pone en relevancia temas complejos como la política, la salud mental, la alineación, el control de armas y la violencia de los videojuegos.
La película es
como ser golpeado con un mazo de la mejor manera posible. Una obra poderosa que
se siente como si estuvieras en las posiciones de sus protagonistas. Emotiva,
reflexiva y absolutamente tensa. Gran ópera prima de Fran Kranz y de lo
mejor que 2021 tuvo para ofrecer.
Palabras finales
Con diferentes estilos y enfoques, todas estas historias hablan un poco de lo mismo: subirse a un escenario —sea real o simbólico— no siempre es escapar. Muchas veces es resistir, reconstruirse o, al menos, encontrar un pedacito de uno mismo entre las luces y las sombras.
Porque a veces, hacer de cuenta que uno es otro es la mejor forma de volver a ser uno mismo. Y si actuar es mentir… quizás sea la mentira más sincera de todas.
¿Qué otras películas o series “teatrales” agregarían a la lista? ¡Los
leo en comentarios!
***
=>> Otras notas sobre TEATRO y CINE en el blog: “Análisis de Synecdoche, New York, de Charlie-Kaufman”; “10 criterios de valoración de un espectador crítico”; “Teatro y existencialismo en Through a glass darkly”; “Plástico cruel y mis experiencias teatrales en 2023”; “Del texto a la vida: mi primera obra de teatro publicada”; “Station Eleven: el teatro como salvación” <==
***
► Podés seguir las novedades en mi fan-page. También estoy en Instagram como @viajarleyendo451. Si te gustó la nota, podés invitarme un cafecito.
Persona de Bergman. Infaltable
ResponderEliminar