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domingo, 10 de diciembre de 2023

Las virtudes narrativas de “Hamilton” (2020)

 

La versión cinematográfica del éxito de Broadway, Hamilton, está disponible en Disney+ desde julio 2020. Y sí, realmente está a la altura de las expectativas. En esta nota, la reseña del enorme espectáculo musical concebido por Lin-Manuel Miranda.






 

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The Hamilton Mixtape

Los que siguen en el blog saben que AMO los musicales. Anna and the Apocalypse, Rock of Ages, Across the Universe, The Wizard of Oz y The Greatest Showman están entre mis películas favoritas de todos los tiempos. Por eso, no sé por qué tardé tanto en encarar Hamilton, que la tenía a la mano –en el streaming– desde hace muchos años.

Son de esos pendientes que sabes que tenés en la interminable lista y nunca te hacés el ratito. Un día como cualquier otro, estaba cocinando y de fondo, en Spotify, sonó “Wait for it” (de Leslie Odom Jr.,). La canción rápidamente captó mi atención y me decidí, finalmente, a encarar el espectáculo.

Esa misma noche acosté temprano a los niños, prendí Disney+ y le di play a Hamilton, que por cierto tiene una duración extensa (2 horas y 40 minutos) pero vale la pena CADA segundo. Vayamos por parte…



Hamilton es un musical escrito por el compositor y dramaturgo Lin-Manuel Miranda, inspirado en el libro Alexander Hamilton de Ron Chernow. Se inauguró en febrero de 2015 en el Public Theatre, trasladándose a Broadway en el verano de ese mismo año, después de lo cual se realizaron tres giras nacionales por Estados Unidos. Hoy en día es súper difícil conseguir entradas para el espectáculo y ha cosechado elogios por todas partes.

Comenzó como "The Hamilton Mixtape" antes de que Miranda lo adaptara a un musical de hip-hop en toda regla. En cierto modo, la grabación original de Broadway Cast todavía cuenta como un álbum conceptual debido a que es un musical cantado y rapeado, no se pierde mucha información. ¡Está disponible en Spotify y es un DISCAZO!



 

Who lives, who dies…

El musical sigue la vida de Alexander Hamilton, el primer Secretario del Tesoro de Estados Unidos. Los que me conocen saben que la historia yanqui no podría importarme menos. Sin embargo, me recontra enganché con la vida de Hamilton.

Todo comienza con su llegada a los Estados Unidos (después de escribir cómo salir de su situación miserable y empobrecida en el Caribe), sigue su ascenso al poder a través de la Revolución Americana y los primeros días de la América anterior a la guerra, así como su inevitable caída.

Un aspecto definitorio del musical es que todo se cuenta a través de una mezcla de hip-hop, R&B, pop y melodías contemporáneas que son tan pegadizas como complejas. El elenco es multirracial, siendo mayoritariamente formado por actores afroamericanos.

La versión cinematográfica es, en realidad, una grabación de uno de los shows en vivo. Sin embargo, el director Thomas Kail hizo un trabajo increíble para captar la intimidad con su cámara. Las emociones en los rostros de los actores mientras cantan se expresan con mucho amor, especialmente cuando abren sus corazones. Es muy difícil no emocionarse.

La cámara capta, por ejemplo, el amor paternal en los ojos de Aaron Burr (GRAN personaje) cuando le canta a la hija que espera vivir lo suficiente para verla envejecer. Estamos lo suficientemente cerca como para ver la mente de Eliza trabajando mientras se pregunta si podrá competir con las ambiciones de su marido de no desperdiciar su oportunidad. Mientras tanto, su hermana Angélica prácticamente vibra de amor y protección por su little sister.



Como Hamilton, Miranda está excelente y el autor hace una bajada de línea sobre los inmigrantes que seguramente molestará a algunos. Está en un co-protagonismo cuidadosamente equilibrado con el espectacular Leslie Odom Jr. como Aaron Burr (“sir”), que para mí es el verdadero MVP de la partida.

De todas formas, todos los intérpretes están súper bien. Pueden cantar como los dioses, pasar de la risa al llanto en un segundo y rapear como si no hubiera mañana.

¿Vieron lo que cantan Christopher Jackson como George Washington? ¿O Renée Elise Goldsberry como Angélica? Mierda, hasta Jonathan Groff la gasta con sus breves apariciones como el rey Jorge III (indudablemente, los momentos más cómicos y bizarros de la obra). 

Otro destacadísimo es Daveed Diggs en el doble papel del marqués de Lafayette y Thomas Jefferson.

 

Hamilton: un semillero de buenas ideas

La historia es espectacular y tiene un montón de buenas ideas, tanto desde lo visual como en lo narrativo. Amé cómo Lin-Manuel Miranda se las ingenió para representar en escena los flashbacks, el estar dentro de la mente de una persona o los momentos “slow-motion” durante los impresionantes duelos.

Vale mencionar que Hamilton se va a disfrutar muchísimo más si tenés buenos conocimientos de inglés. No sólo para captar esos fascinantes usos del lenguaje (la palabra “shot” puede significar oportunidad, trago o disparo de acuerdo al contexto… resignificándose muchas veces durante la obra) sino además para realmente apreciar el argumento.

En verdad, este musical no para de sorprenderte. Las "Batallas de Gabinete" se enmarcan como una batalla de rap entre Hamilton y Jefferson, los tres duelos con pistolas incluyen una serie de reglas llamadas los “ten duel commandments” y el efecto “Bullet Time” está brillantemente empleado con la coreografía de los actores y efectos de movimiento.



Uno de los muchos temas que toca la obra es cómo la ambición es malvada. En este sentido, el concepto está ligeramente deconstruido, ya que la obra describe la ambición en sí misma como ni buena ni mala.

Si bien Hamilton es extremadamente ambicioso, se dedica primero a la independencia de Estados Unidos y luego a desarrollar una forma estable y duradera de gobierno y finanzas para ayudar al nuevo país. La ambición de Burr se juega de manera menos positiva, ya que parece menos interesado en lograr algo tangible a través de sus ambiciones, más allá de su propio avance y la creación de un legado personal.

 

Heroísmo adaptado en Hamilton

Por supuesto, el heroísmo de estos muchachos fue adaptado para la obra. Alexander y sus amigos son fervientes abolicionistas que tratan el fin de la esclavitud como uno de los objetivos centrales de la revolución, y Alexander incluso pone en su contra la tenencia de esclavos de Thomas Jefferson en la "Batalla del Gabinete n.° 1".

Sin embargo, en la vida real, si bien Hamilton y sus amigos expresaron puntos de vista abolicionistas en varios momentos de sus vidas, casi ninguno los cumplió realmente; Hamilton, a pesar de ser miembro fundador de la Sociedad de Manumisión de Nueva York contra la esclavitud, no tuvo ningún problema en casarse con un miembro de la familia esclavista más grande de Nueva York e incluso comprar varios esclavos de su suegro para su propio uso.

Incluso en una historia tan geek como ésta, es claro que una gran cantidad de cosas inevitablemente se deban modificar o comprimir para lograr un mejor efecto dramático.

En cuanto a los intereses amorosos del protagonista, las hermanas Schuyler forman la típica dicotomía entre Betty y Verónica (que ya exploré en esta nota). Por un lado tenemos a la sensual y vivaz Angélica (como Verónica) y, por el otro, a su tímida y dulce hermana, Eliza (como Betty), con Hamilton funcionando como Archie.



Hamilton se casa con Eliza, pero su relación con Angélica sigue siendo algo coqueta. Se le resta importancia porque Angélica continúa siendo una mujer perfectamente amable e inmediatamente se hace a un lado cuando se da cuenta de que su hermana también está enamorada de Hamilton.

En este contexto, uno de los mejores momentos del primer acto llega con los dos números musicales que introducen estos amoríos. “Helpless” es una dulce canción de amor sobre cómo se siente Eliza al conocer a Alexander y cómo él le propone matrimonio. “Satisfied”, que aparece justo después, muestra la conversación desde el punto de vista de Angélica y de repente se convierte en una trágica canción de autosacrificio.

Este número doble al estilo Rashomon es increíble. Primero, Eliza describe su encuentro con Alexander y todo su noviazgo previo a su boda. Mientras Angélica, la hermana de Eliza, ofrece un brindis de boda, el escenario “rebobina” y somos testigos del mismo período de tiempo desde el punto de vista de Angélica, lo que brinda una nueva visión de casi cada momento de la canción de Eliza.



Un tercer conflicto surge más adelante con la vampiresca Maria Reynolds, quien es enviada a seducir a Hamilton para que su marido pueda chantajearlo a él y a su esposa, Eliza. (Obviamente, María funciona más como una Verónica en este escenario). Si bien la aventura casi destruye su matrimonio, él finalmente termina quedándose con Eliza y realmente se arrepiente de su affaire.

Me gusta que pese a ser el héroe de la historia, el Hamilton de Lin-Manuel Miranda es un ser bastante imperfecto.

 

La genialidad de los “Ten Duel Commandents”

Uno de los mejores aspectos narrativos de Hamilton es el uso de lo que llaman los “Diez Mandamientos de Duelo”. En su esencia, detallan las reglas para tener un duelo y funcionamiento como un leit-motiv argumental que parte la historia en tres actos.

El primer duelo establece las reglas con una canción increíble inspirada en los "Diez mandamientos del crack" de The Notorious B.I.G., ya que ambos son reglas sobre cómo llevar a cabo una acción ilegal.

Estos diez mandamientos del duelo son: 

(1) Exigí una disculpa a la otra parte por los agravios infligidos. 

(2) Cada lado tiene un amigo cercano como segundo. 

(3) Hacé que sus segundos negocien un acuerdo o una hora y lugar para un duelo. 

(4) Conseguí pistolas y llevá a un médico al lugar, pero asegurate de que no presencie el duelo. 

(5) Tu duelo debería ser temprano en la mañana en terreno elevado. 

(6) Dejá una nota para tus seres queridos antes de partir. 

(7) Confesá tus pecados y preparate para el duelo 

(8) No dejes asuntos pendientes. 

(9) Los segundos tienen una última oportunidad de lograr un acuerdo pacífico. 

(10) Preparate con el coraje necesario. Diez pasos, fuego.



El primer duelo no tiene consecuencias reales para los implicados, mientras que los dos siguientes acaban mucho peor. El segundo duelo se utiliza para accionar (pun intended) algunas pistolas de Chejov en relación a la historia, como el hecho de que una persona noble debería disparar al cielo y no a su oponente. Esta lección, que Alexander Hamilton le imparte a su hijo Phillip, es lo que le termina provocando su muerte.

El duelo final (“The World Was Wide Enough”) nos muestra el enfrentamiento entre Burr y Hamilton y repite fragmentos de la mayoría de las canciones de Hamilton mientras nuestro protagonista se prepara para la muerte.

 

Unas palabras finales sobre el final

Al final de la obra, Hamilton está muerto a manos de Burr, pero los sistemas que implementó ayudaron a Estados Unidos a prosperar y aún existen hasta el día de hoy. Por otro lado, Eliza sigue viva para llevar a cabo su legado y lograr mucho por derecho propio.

En la versión filmada del número final, "Who Lives, Who Dies, Who Tells Your Story", Eliza sale para pronunciar sus líneas finales, la canción llega a su fin... y de la nada, ella da un grito ahogado.



Ha habido múltiples especulaciones sobre lo que significa este jadeo que da fin a Hamilton, incluido que simboliza el último aliento de Eliza (y con ella, el final de la última persona involucrada en los eventos de la obra) o que Eliza ve a través de la audiencia y se da cuenta de que su historia sigue viva.

Más allá del desenlace –que me parece súper poderoso– me resulta todavía más sorprendente que hayan podido capturar esta representación con tanta maestría. La filmación mantiene todo el poder de una actuación en vivo y al mismo tiempo añade un toque cinematográfico que incluye algunas tomas aéreas impresionantes. 

Hay una dirección extraordinaria (de nuevo a cargo del realizador Kail) para que las cámaras capturen la puesta en escena del teatro sin perder nada de la intimidad de primer plano de la película.

La película de Hamilton mantiene toda la energía del escenario, desde las escenas de guerra a gran escala hasta las batallas de poder político que se escenifican como batallas de rap. 

Pero también nos lleva a tomas estrechas de Angélica mientras canta sobre su amor secreto por Hamilton, o del Rey Jorge (un gran Jonathan Groff), con la cámara tan cerca que podemos ver la saliva de su ira por la pérdida de su colonia estadounidense. Es todo muy emocionalmente efectivo y divertido.


De nuevo, me chupa un huevo la historia y política de USA. Pero me recontra copé con Hamilton. Tiene intriga política, tragedia personal, un escándalo sexual y relámpagos de humor que nos arrastran a gran velocidad. Lo mejor de todo es el ingenio creativo que combina perfectamente con su historia política. “Immigrants, we get the job done”, dice un personaje con picardía, y el público se ríe (nos reímos) con complicidad.

Hamilton es una obra sobre la revolución y sobre los problemas de la revolución: después de haber puesto el mundo patas arriba (en el primer acto), tenés que descubrir what comes next (lo que da inicio a la segunda mitad). Tenés que descubrir tus leyes, tu economía, tu política exterior y un largo etcétera. También hay que descubrir quién importa, quién establece las reglas y, quizás lo más importante, quién cuenta la historia.



Cada guerra cultural se trata de quién define los términos y controla la narrativa, y eso no es diferente ahora de lo que era en 2016, 1812 o 1776.

 

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