Akira Kurosawa es uno de los realizadores más importantes de Japón y sus producciones
han sido influencias fundamentales para todo el cine contemporáneo.
Dentro de su
filmografía, Rashomon es un caso
especial.
Es uno de los primeros trabajos de un joven Kurosawa, antes de ser
considerado un cineasta de primer nivel, y fue hecha con dos mangos por un
estudio japonés chiquito. Incluso al estudio le interesaba tan poco la película
que quitaron el nombre de los crédios.
Luego ganó el máximo
galardón en el Festival de Cine de Venecia, abriendo las puertas del cine japonés al mundo, se
llevó un premio de la Academia por mejor película extranjera y se convirtió en
un éxito de taquilla arrollador. El resto, como dicen, es historia.
Un samurai sale a
dar un paseo con su esposa, se encuentra con un bandido y muere. Esto es todo
lo que sabemos a ciencia cierta de la situación.
Cada testigo del crimen relata
su versión de los hechos: el Bandido, la Esposa, el Samurai Muerto (a través de
un médium), y un Leñador Testigo, quien participa dos veces: al inicio
describiendo el contexto y al final, llevando a un sorprendente desenlace.
Lo interesante –y lo
paradójico– es que cada versión es abismalmente contradictoria con la otra, y que
cada narrador es la figura menos simpática de su propia historia. Todavía más
curioso es el hecho de que cada uno se considera directamente responsable de la
muerte del samurai, si bien por diferentes motivos.
Ésta es, en
realidad, la historia dentro de la historia. Ya que todo es relatado durante
una tormenta en las semidestruidas puertas del templo Rashomon donde un monje, un peregrino y un leñador (el testigo del
crimen) discuten a nivel filosófico las acciones, en un intento de comprender la
naturaleza humana.
¿Cuál de las narraciones
es la más cercana a lo que pasó realmente? ¿Podemos conocer la verdad? Rashomon juega con la idea de la
perspectiva y la dificultad de contar con hechos concretos. Como diría Nietzche: sólo hay meras
interpretaciones de los hechos.
Para el final de la
película, ni el Leñador Testigo ni nosotros mismos como audiencia estamos más cerca
de descubrir exactamente qué sucedió, pero los eventos concluyentes proveen
algún tipo de refuerzo al hecho de que los humanos, a pesar de robar, matar y
mentir, somos capaz de hacer el bien.
***
Tres tipos de verdades
Las primeras
preguntas de los filósofos fueron acerca de la verdad y su relación con el
concepto de realidad. ¿Qué son verdaderamente las cosas? ¿Podemos conocer la
verdad absoluta? ¿Existe? Es una cuestión íntimamente relacionada con lo
ontológico, con la misma esencia del ser.
Todas las épocas se
han ocupado de manera significativa de trabajar el tema de la verdad, y muchos
directores de cine abordaron la temática también. Rashomon, aparte de ser muy entretenida, ofrece una invitación a
quien se anime a tomarla: reflexionar sobre la interpretación existencial de la
verdad.
La película se
inicia con el monje en la puerta del templo exclamando:
“No lo entiendo (…) no entiendo absolutamente nada (…) después de haberlo visto, no creo que pueda confiar en nadie más”.
Históricamente hay
tres conceptos generales de verdad que se manejan tradicionalmente, y Rashomon trabaja cada uno de ellos.
1.- Lo
verdadero como lo patente
Un primer nivel de
“lo verdadero” es referirnos a la realidad innegable, en contraposición a lo
imaginario o la mera ilusión. Lo que está patente, lo factual. Hay cosas que
sabemos que sucedieron: el asalto, el sexo, la muerte. Kurosawa refleja este
tipo de verdad en los primeros minutos de la película. Hay un hecho, si bien
está oculto.
2.- Lo
verdadero como lo fiable
Luego tenemos la
verdad como algo en lo que puede confiarse, que tiene autenticidad. La
autenticidad de las cosas y de las personas genera una verdad que inspira
firmeza, seguridad. Kurosawa pone en evidencia que este tipo de verdad es la
más difícil de conseguir. Los testimonios son contradictorios, todos se culpan
a sí mismos. La pluralidad de relatos quiebra el principio de fidelidad. ¿Acaso
nadie dice la verdad?
3.- Lo
verdadero como lo real
Por último tenemos
el concepto de lo verdadero como lo que cuaja con la realidad, nuevamente un
tema subjetivo. Lo sucedido en el bosque es real, es verdadero, pero falta un
ajuste adicional, la verdad exige incorporar un aspecto moral a la cuestión.
El
argumento y sus bases literarias
1.- El Samurai es
vencido y atado por el Bandido.
2.- Hay un encuentro
sexual entre el Bandido y la Esposa.
3.- El Samurai
termina muerto.
No voy a hacer un
recuento detallado de las cuatro historias que presenta la película porque eso
es algo que puede encontrarse fácilmente en su entrada
correspondiente de Wikipedia.
Todas
son variaciones respecto a lo ocurrido, donde cada uno de los tres principales (Esposa,
Samurai y Bandido) se adjudica el crimen.
Por ejemplo, para el
Samurai, cuya historia conocemos a través de un médium, el sexo fue consesuado,
la esposa lo abandonó y no hubo pelea con el Bandido.
Lleno de pena y
vergüenza, él se quitó su propia vida.
Un aspecto extraño de
la película es que no está basada en el cuento de Ryūnosuke Akutagawa titulado Rashōmon
(un deprimente y perturbador relato corto de 1915 de donde Akira Kurosawa tomó sólo
la parte de “esperar afuera de un templo en ruinas mientras llueve
torrencialmente”) sino de una historia posterior del mismo autor.
En el bosque,
de 1922, es quizás uno de los
relatos policiales más soberbios que alguna vez leí en mi vida (formó parte de
varias antologías que tuve de chico). Provee el argumento principal y los
personajes para la película. El relato de Akutagawa tiene sus diferencias, pero
la idea es la misma. Si pueden, léanlo. No tiene desperdicio.
Varias
miradas y la lluvia como símbolo
Para arrancar a
pensar Rashomon hay que primero
identificar las tres líneas temporales que abarca. Tenemos tres: el presente,
el pasado reciente y el pasado lejano.
La película abre con
una lluvia torrencial y cinco secuencias que van desde una toma lejana hasta un
close-up, revelando a dos hombres refugiándose en la puerta del templo Rashomon
de Kyoto. La lluvia, además de un gran símbolo de la historia, va a ser una
herramienta útil para distinguir al presente del pasado.
Así, el presente
corresponde a los momentos en los que vemos reunidos al sacerdote y al leñador,
testigos de un juicio que se ha llevado a cabo, y al peregrino que se les
acerca bajo la lluvia.
Luego tenemos un
pasado reciente que son a las declaraciones que realizan los distintos
personajes durante el juicio, distintas versiones sobre lo ocurrido en el
bosque. El set es una pared blanca y los personajes están en primer plano.
Por último, el
pasado lejano corresponde a los eventos que se desarrollaron en el bosque entre
el Samurai, su Esposa y el Bandido.
Así como Kurosawa
utiliza la lluvia para indicar un estado de incertidumbre y depresión, de
desesperanza, sobre el final la lluvia termina abruptamente y da lugar a un sol
hermoso. Muchos se han acercado al director queriendo conocer qué quiso decir
con la película, y él se limitó a mencionar que buscó explorar las múltiples
realidades antes que exponer una verdad particular.
Debido a la
subjetividad de las historias, varios críticos han visto en Rashomon una alegoría de la derrota de
Japón al final de la Segunda Guerra Mundial, y el sentimiento de desaliento y
amargura que se sintió en la época de posguerra.
Las innovaciones técnicas en Rashomon
La forma en la que Kurosawa
utilizó los flashbacks fue absolutamente revolucionaria para la época. Un
recurso que hoy ya nos parece común y corriente, no lo era tanto para esa
época. Los flashbacks no concuerdan para nada y, sin embargo, la narración se
apoya en que son, al mismo tiempo, verdaderos y falsos.
Verdaderos en el
sentido que representan la experiencia real, si bien subjetiva, de cada
testigo, quienes son honestos en lo que creen haber visto. Falsos porque, según
lo narrado, uno o todos están mintiendo.
Otra innovación
clave la vemos en la fusión de géneros, una marca registrada del director. Acá
la película se ubica en el siglo XI y, contrariamente a lo que uno pensaría, no
retrata a un Japón feudal. Más bien es un drama policial completo con crimen
(asesinato), sospechosos y testigos.
Años más tarde, en 1952 con Los Siete Samurais, Kurosawa presentaría una película bisagra en el
cine que combinaba una historia de samurais con las premisas de los western,
dando lugar a todo un género nuevo.
Más tarde, en Trono de Sangre, adaptaría al contexto
japonés la historia dramática de Macbeth,
de William Shakespeare.
La cuestión es que el
interés de Akira Kurosawa nunca fue resolver el conflicto de Rashomon para los
espectadores, sino aprovechar un recurso para exponer las dimensiones humanas, las
emociones que surgen ante circunstancias límites y cómo actuamos al respecto.
De
Kurasawa al mundo: la influencia de Rashomon
El efecto Rashomon es algo a lo que ya me referí en una nota previa. Citándome a mí mismo:
“Cuando la subjetividad y la percepción personal se imponen a la hora de relatar un acontecimiento, nos encontramos frente a un clásico Efecto Rashomon”
Luego del estreno de
Rashomon, y hasta nuestros días, han
sido muchas las películas, series de TV y novelas que hicieron uso de esta
narrativa no lineal –a través de la utilización de múltiples perspectivas– para
contar argumentos.
La idea es que un
mismo evento es asediado por distintos ángulos, es visto (e interpretado) desde
diferentes perspectivas. Demuestra que dos o más personas pueden llegar a
experimentar un mismo hecho de formas tan distantes que llegan a ser
contradictorias.
Por su estructura
narrativa, Rashômon influenció
muchísimo a otros cineastas que reconocieron el potencial de este tipo de
historias.
Desde Kubrick y Hitchcock hasta directores como Tarantino (Reservoir Dogs, 1992), Bryan
Singer (The usual suspects,
1995), Zhang Yimou con Hero (2002) y Tom Tykwer con Corre, Lola,
corre (1998).
Basic (2003),
por ejemplo, es una muy buena (y olvidada) película de suspenso del director de
Duro de Matar, John McTiernan, que se
centra en un grupo de militares investigando qué sucedió durante un
entrenamiento en el que dos operativos de las fuerzas especiales murieron o
desaparecieron, con los sobrevivientes relatando historias contradictorias.
En materia de
animación, Hoodwinked es,
esencialmente, una versión Rashomon de Caperucita
Roja.
Si bien no tiene los mejores efectos especiales, vale mucho la pena
ver esta divertida comedia donde cada uno de los personajes del conocido cuento
tienen que contar su versión de los hechos.
Otro ejemplo animado
lo encontramos en el animé Batman: Gotham
Knight, compuesta por seis cortometrajes sobre historias de Batman.
En el primer corto
(“Have I Got a Story for You”, uno de los mejores en mi opinión) tres chicos afirman
haber visto a Batman ese mismo día. La batalla de Batman con el Hombre de Negro
se cuenta en orden cronológico inverso, con tres interpretaciones muy diversas
en la forma física del Caballero Oscuro y sus habilidades.
Finalmente, un cuarto chico logra ver la forma real: es un humano en un traje, capaz de sufrir y experiementar dolor.
Rashomon y BATMAN...
Mencioné otros
ejemplos más en la nota anterior sobre el Efecto Rashomon (la pueden leer acá).
Los hay a montones.
Palabras finales
Si bien ya lo dije
antes, es importante poner en perspectiva lo que hizo Kurosawa con Rashomon para poder apreciar el
verdadero impacto de la película.
Capaz que hoy la ves
y te parece berreta. Es cierto que, como toda película antigua y en blanco y
negro, envejeció mal. Las actuaciones son exageradamente malas, la película se
“ve” vieja y el sonido se escucha feo (si bien el soundtrack es maravilloso).
Sin embargo, Rashômon no solo fue la primera película
japonesa en ganar en Venecia, sino que además fue la primera película no
europea en hacerlo. Al mismo tiempo, a raíz de ella es que se crea, para 1956,
el Oscar en la categoría de mejor película extranjera.
Fue gracias a esta
producción que el occidente conoció, finalmente, la filmografía asiática. En
los años siguientes el mundo entero comenzaría a nutrirse de cine oriental. La
inmensa barrera que se había levantado con la Segunda Guerra Mundial comenzaba
a desmoronarse.
Este es uno de los casos
fundamentales donde una película realmente marca una diferencia a nivel social
en el mundo entero: la cultura asiática estaba entrando en el occidente pura y
exclusivamente a través del cine (luego lo haría con otros medios audiovisuales
como el animé, con Akira).
Al menos sólo por
estos motivos, vale la pena darle una oportundiad a Rashomon, una película que, sin duda, entra directamente al ranking
de los mejor y más importante que el cine nos ha brindado.
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Le felicito por el artículo. Es increíblemente interesante y didáctico.
ResponderEliminarGracias, Lluis. La idea es un poco esa, lograr el balance entre lo didáctico y lo entretenido. Me alegra haberlo logrado.
EliminarMuy bueno Lucho! Muy completo... encaraste la película justamente desde distintos puntos de vista.
ResponderEliminarLa película la vi hace más de una década, tengo que volver a verla ya que en ese momento no lo hice como debiera y además ¡no había leído nota alguna como esta!
Leí también (luego de ver la película) el cuento de Akutagawa con el desconcierto que deja el no ver casi nada de éste reflejado en el film.
Este es un empujoncito para una segunda oportunidad
Abrazo!
En algún punto tenés razón: un efecto Rashomon sobre el análisis de la película Rashomonn. Mind=Fuck.
Eliminar¡Saludos!
"Rasho-mon" toma el clásico discurso "hitchcockiano" (aunque el relato de Akutagawa se escribió años antes de que el inglés comenzara con sus crímenes) y lo ambienta en un Japón quizá feudal, quizá moderno, pero el tema de quién cometió el asesinato no gira en torno a una misteriosa ficción en particular, sino a un enigma de carácter universal: ¿puede el ser humano decir la verdad?, ¿puede ser realmente honesto? Kurosawa nos presenta, desde el mismísimo comienzo, una visión pesimista y descorazonadora del mundo en el que vive el hombre, en el cual, según nos dice el sacerdote, sólo hay guerras y desastres; un mendigo llega a las puertas para resguardarse y se dispone a escuchar la intrigante historia, actuando, en cierto modo, de guía para el espectador.
ResponderEliminarEmpieza la narración, cuya veracidad siempre se cuestiona el leñador. "Rasho-mon" se adelanta a "El Manantial de la Doncella" mostrando una violación y un crimen en mitad de un frondoso bosque y en la que nos introduce Kurosawa con rapidez. El bandido, la mujer, el samurái y el leñador; cuatro puntos de vista que irán ofreciendo su versión de los hechos, cada una contradiciendo la anterior, ante un tribunal mudo en el que inconscientemente acabamos involucrados, pues los testigos "hablan" con nosotros, lo que descubre la intención del director de que sea su propio público el que juzgue, con una visión objetiva, a cada uno de los confesores.
No obstante, esa tarea es ardua y complicada. Tajomaru ensalza su arrojo y capacidad para el combate, Masago se presenta entre sollozos como inocente al servirse de su condición de víctima y el samurái se inventa un trágico y digno final para sí mismo; ninguno de ellos es capaz de ser realmente honesto, pues todos dan su propio punto de vista...ni siquiera el alma del difunto Takehiro. Kurosawa nos hace testigos, entonces, de una humanidad aparentemente podrida hasta el tuétano, dominada por la hipocresía, la codicia y la auto-indulgencia e incapaz de mostrarse digna y sincera, aunque al final, gracias al gesto del leñador, parece que aún se puede albergar algo de esperanza en ella.
Técnicamente hablando, "Rasho-mon" desborda en ocasiones la perfección absoluta, destacando su original narrativa cruzada de corte existencialista y regida por una doble moral imperante que se ve adornada con detalles como la magnífica fotografía de Kazuo Miyagawa o la dramática banda sonora de Fumio Hayasaka. Kurosawa, además, se sirve de grandilocuentes efectos atmosféricos, uno de sus recursos más utilizados, de una cuidada ambientación y de una puesta en escena fascinante y en ocasiones fantasmagórica donde introduce el uso de espejos para intensificar y saturar la luminosidad; este uso tan peculiar de luces y sombras refuerza la ambigüedad de los personajes y el tono oscuro y siniestro del film.
Toshiro Mifune ofrece una de sus más brillantes interpretaciones como el bandido Tajomaru, a veces completamente desquiciado y otras reflexivo y paciente, lo que pone a prueba su gran versatilidad como actor. Pero cada uno de los miembros del reparto deslumbra en sus respectivos papeles: Masayuki Mori como el samurái Takehiro, Takashi Shimura encarnando al leñador, la inolvidable Machiko Kyo dando vida a Masago, esa Noriko Honma que estremece con su encarnación de la aterradora médium y un sobrio Minoru Chiaki como el sacerdote, cuya actuación me parece magistral; una galería de personajes realmente memorables.
Empezaría, de este modo, una nueva etapa para Kurosawa avalada por inmortales joyas que vendrían a reafirmar su talento como director e iniciarían su imparable ascenso hacia la cima, tales como "Vivir", "Trono de Sangre" o la inmensa "Los Siete Samuráis". "Rasho-mon", por su parte, fue la primera película japonesa aclamada internacionalmente, llevándose el León de Oro en el Festival de Venecia, lo que cambió la percepción del Mundo con respecto al cine nipón; poco a poco ha ocupado el lugar que le pertenece, el de obra maestra absoluta del celuloide.
Una reseña muy acertada. ¡Gracias por el aporte!
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