Adolfo Bioy
Casares no sorprendió a nadie con su primera novela, La invención de Morel, en 1940.
Excepto, quizás, a su íntimo
amigo y mentor Jorge Luis Borges quien –siempre tan sabio– la calificó de “perfecta”.
Hoy es una
obra de culto. En efecto, recientemente terminé esta pequeña novela y no puedo
considerarla de otra manera.
Es una de las mejores novelas que leí en mi
vida.
A menudo comparada con La isla del doctor Moreau, y siendo una sabida inspiración de la serie LOST, “La invención de Morel” relata las travesías de un fugitivo sin
nombre en una isla aparentemente desierta. Mientras aprende los conceptos
básicos de supervivencia, descubre que otras
personas se hospedan en la isla con él.
► Comparto “La invención de Morel”
(de Bioy Casares) en versión PDF para descargar: http://goo.gl/GCbtxh.
Como siempre aviso, en este post voy a explorar algunas temáticas de la novela,
sus relaciones con LOST y brindar mi
opinión personal del texto, lo cual inevitablemente llevará a que comente partes
de la trama.
¡Por eso: #SpoilerAlert! Igual tranquilos: no revelo el sorprendente y ocurrente final. Dicho eso… sigamos.
¡Por eso: #SpoilerAlert! Igual tranquilos: no revelo el sorprendente y ocurrente final. Dicho eso… sigamos.
Cuando el fugitivo localiza a estas personas en su isla, no las contacta de inmediato,
sino que las espía. Una de ellas le llama particularmente la atención: Faustine, una francesa que contempla
los atardeceres en soledad.
También espía a Morel, un científico (aparentemente) loco que se encuentra notablemente enamorado de ella.
También espía a Morel, un científico (aparentemente) loco que se encuentra notablemente enamorado de ella.
La verdadera sorpresa llega cuando se manifiesta
que todos ignoran al fugitivo por completo. Nadie parece reconocerlo. Y lo que
es peor: las conversaciones y las
situaciones se repiten cada semana.
A esta altura de la trama, una de las cosas que más
me gustó fue que el narrador se plantea
varias hipótesis de lo que podría estar sucediendo, que resultaron ser
teorías que yo también tenía sobre los misteriosos pobladores. Él plantea, por
ejemplo, que: (1) puede estar volviéndose loco; (2) una extraña enfermedad los
está afectando; (3) los turistas pueden ser extraterrestres de otro mundo; (4)
está viviendo en mundos paralelos; (5) se ha convertido en invisible; (6) la isla
es un manicomio y Morel el director; (7) la isla es el
purgatorio, todos están muertos y él tan solo es una suerte de viajero
(como lo fue Dante).
Aunque contenga fuertes toques de ciencia-ficción de anticipación y fantasía, La invención de Morel es, por sobre todo, una fábula de amor trágico. Cuando el fugitivo entiende lo que realmente está sucediendo, prepara un plan maravillosamente astuto para pasar el resto de la eternidad junto a la persona de la cual se enamoró.
Las pinceladas
filosóficas le dan un toque de mística que suele gustarme mucho en las
novelas. De hecho, pueden hacerse ensayos inmensos sobre las cuestiones filosóficas
que se tratan en La invención de Morel.
Se nombra a Thomas Maltus, al eterno
retorno de Nietzsche, a la cueva de Platón. Los temas del amor y la
soledad, de la inmortalidad, de la realidad, son todos explorados
minuciosamente por el narrador. La dificultad, progresivamente mayor, de lograr
distinguir realidad de fantasía es un poderoso leitmotiv también.
Hablemos un poquito de LOST, una serie que me emocionó en su momento, pero terminó por decepcionarme. Una de las fan-theories más célebres es aquella que
dice que “La invención de Morel” inspiró
a la serie, en cuanto a argumentos, temáticas y tonos. No por nada, a Sawyer (también un fugitivo escapando
de la ley) lee la novela en un episodio de la 4ta temporada.
La premisa de Lost fue trivial: existía toda una amalgama de personajes que sobrevivían
a un accidente aéreo y terminaban en una isla aparentemente desierta. La literatura siempre fue clave en la serie.
Varios episodios llevaban títulos de libros, y muchísimos otros contenían
referencias literarias. Algunos conflictos, de hecho, se basaban libremente en tramas de reconocidas
obras literarias.
La lista de paralelismos entre Lost y la novela de Bioy Casares es inmensa. Entre ellas,
quiero recopilar las que me compartió amablemente un blog amigo (Epifanías
Literarias), y que encuentro como
destacadas:
- Ambas historias tienen lugar en una isla situada en algún lugar del Pacífico Sur.
- Ambas islas son el foco de extrañas enfermedades.
- En ambas obras se yuxtaponen distintos planos de realidad: en "Lost" esos planos son temporales; en "La invención de Morel", en contraposición, son espacio-temporales.
- Asimismo, en ambos relatos el mito del eterno retorno se halla presente: en la novela de Bioy, la misma semana se repite incesantemente; en "Lost", los personajes parecen condenados a regresar a la isla, teniendo que reproducir para ello la misma situación que los llevó hasta ahí.
- En ambas historias, hay un quebrantamiento de la ley natural: Morel catapulta las leyes del espacio-tiempo y de la muerte con su invento; y en "Lost", las misteriosas propiedades electromagnéticas de la isla resquebrajan la lógica cronológica del tiempo.
- Las máquinas que orquestan la fantasmagórica farsa en la isla de Morel recuerdan (y mucho) a los engranajes mecánicos que permiten mover la isla de "Lost".
- Tanto el isleño de la novela como Sawyer dirigen su deseo hacia una mujer en principio inalcanzable, a quien aman en la distancia y que parece mantener una relación más cercana con otro hombre: es el caso de Faustine con Morel, y de Kate con Jack.
- En "La invención de Morel", el fugitivo acaricia la idea de estar muerto y de encontrarse en un purgatorio, especulación que guarda paralelismos con la teoría de "Lost" (probada falsa) de que todos murieron en el accidente y de que la isla era un limbo.
- En ambas historias hay un ser superior, amo y responsable de la realidad de la isla: el Jacob de "Lost" es equiparable al Morel de Bioy Casares.
- En un momento dado, el isleño de Bioy Casares teme terminar como el japonés Tsuomi Sakuma, una de las víctimas del primer accidente de submarino; en "Lost", los coreanos Kwon encuentran el fin de sus vidas precisamente en un accidente de estas características.
- Ambas ficciones comparten otros elementos: por ejemplo, en las dos aparece un inquietante buque de carga; hay un personaje llamado Charlie que muere; y aparece la idea de una pareja que celebra los llamados "miércoles literarios".
Por supuesto, y como pasó en otras ocasiones en las
que la
televisión impuso un nuevo empuje de la literatura, luego de la aparición de La invención de Morel en la serie,
las ventas de la novela se dispararon en EEUU. Estuvo en los 100
más vendidos de Amazon.com y se
ubicó entre los 10 títulos más populares de literatura latinoamericana.
Más allá de estas relaciones hiperestéticas, “La invención de Morel” es una novela fascinante y deliciosamente
escrita, que se banca por sí sola. Me encanta como, con una
precisión casi detectivesca, el protagonista va poniendo en juego distintas
hipótesis y descartándolas. Me parece perfecto cómo se trabajan las contradicciones que sufre el fugitivo debido a
su situación, y las cuestiones morales que surgen –inevitablemente– cuando se
entera de lo que está ocurriendo.
La novela se estructura en pequeños fragmentos de viaje y avanza con mucha fluidez. Es corta,
pero muy rica en contenido. Al punto que hay
que leerla con mucha atención y cuidado. El lector casual puede leerla como
una banal tragedia de amor; otros –seguramente más arriesgados– la verán como
un estudio crítico sobre la relación entre el mundo real y el de las imágenes.
► Se
trata, en efecto, de una historia por demás ingeniosa que Bioy Casares entendió como un homenaje al cine, a ese cine de
imágenes que volvía a todos locos en la década del 40. La isla de Morel es un
espacio sagrado donde se ha construido
una utopía de la eternidad.
Sobre el final, el personaje principal concluye que, a diferencia de Neo (en Matrix) y otros seres que descubren realidades alternativas, prefiere vivir en la virtualidad que genera la máquina creada por Morel, porque es ahí donde podrá vivir esa realidad que desea y anhela: estar hasta la eternidad con su amada Faustine.
Sobre el final, el personaje principal concluye que, a diferencia de Neo (en Matrix) y otros seres que descubren realidades alternativas, prefiere vivir en la virtualidad que genera la máquina creada por Morel, porque es ahí donde podrá vivir esa realidad que desea y anhela: estar hasta la eternidad con su amada Faustine.
Una novela, sinceramente, sin desperdicio, que se
convirtió automáticamente en una de mis
grandes favoritas.
«Creo
que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha
evolucionado;
sus
perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria; retener vivo todo
el cuerpo.
Solo
habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia»
(Adolfo
Bioy Casares en La Invención de Morel)
PD1: ¡Gracias a Olga Beatriz
Piñeiro por compartir información interesantísima de su blog “Epifanías literarias”!
PD2: Recomiendo ampliamente el canal de Youtube “Traidores
Textuales” (de Agustina Arias y Franco Liberati) para aquellos
interesados en la traición de textos,
la literatura y el radio-teatro. No tiene desperdicio.
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misma noche”, una decepción de Leopoldo
Brizuela; “El
último cuento”, fantástico microrelato de García Rieg; “Un
verano para recordar”, ¡MI PRIMERA
NOVELA!; “Una
espada para Manuel” (sobre Manuel
Peyrou) y “Los
siete locos”, una novela de Roberto
Arlt.
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