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martes, 5 de noviembre de 2019

La trilogía musical de John Carney


Este cineasta irlandés hace un cine independiente que no se ve tan seguido (y que, realmente, hace falta). Sus tres más importantes películas se configuran como historias de amor en un contexto musical. Aproveché que Netflix tiene en su catálogo a Sing Street para hablar de la trilogía musical de John Carney.




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Carney inició una carrera musical como bajista del grupo The Frames, pero pronto pasó al terreno de lo cinematográfico. Si bien tiene varias producciones en su haber, siendo la primera de 1996, fue gracias a Once (2007) que alcanzó la fama internacional.

La trilogía musical de John Carney se compone de tres películas: la ya mencionada Once, la energética Begin Again (2014) y la emotiva Sing Street (2016), que hoy puede disfrutarse vía streaming en la Gran N.

Cada una de ellas tiene autonomía respecto a las demás. Pero todas se caracterizan por presentar historias de amor que, creativamente, le escapan a los típicos lugares del género. Son también relatos sobre músicos haciendo música, con lo cual estamos ante “musicales” contextualizados en el mundo real (acá nadie se pone a bailar una coreografía de la nada… por mucho que eso me guste).

Yo soy de esas personas que tiene soundtracks de su vida, que va por la calle cantando sola y que puede asociar ciertas canciones a experiencias particulares. Por eso me siento especialmente movido e identificado con esta trilogía y los temas que propone.

Once (2007)


Once fue la que lo comenzó todo. Se filmó con un presupuesto limitadísimo y se nota bastante… hasta que dejás de notarlo. Es que la película es tan honesta y emotiva que te convence desde el primer momento en el que vemos aparecer a Marketa Irglova.

La trama tiene por protagonista al cantante y compositor Glen Hansard, aunque en la película es un hombre sin nombre propio. Cuando no trabaja en la tienda de aspiradoras de su padre, interpreta canciones en su guitarra por las calles de Dublín.

Su inmenso (y real) talento pasa desapercibido hasta que conoce al personaje Marketa Irglova (también compositora y cantante). Ella es una inmigrante checa que vende flores en la calle y toca el piano de un negocio que le da espacio una hora por día. Los dos comienzan una relación musical que los lleva a descubrirse mutuamente.

No quiero arruinar ningún detalle del argumento que, si bien es simple, se guarda varias cartas para mostrarlas en el momento justo. Once es el musical indie perfecto y una obra que cala fuerte en el espectador gracias a grandes diálogos (hay algo de Mumblecore dando vueltas) y poderosos momentos musicales.

Momentos que, de hecho, le valieron un Oscar. En 2008, el tema principal del Original Sountrack (la hermosa canción “Falling Slowly”) se llevó el premio a Mejor Canción Original.



Begin Again (2014)


La trilogía musical de John Carney se trasladó a Estados Unidos para la segunda película. Begin Again es un drama que realiza un muy buen trabajo para salir de lo convencional en este tipo de guiones románticos. Habla de la música, de un grupo de desconocidos que se reúnen a componer un álbum y de las segundas oportunidades.

Aunque arranca como una clásica historia de “chico conoce chica”, a los 20 minutos hay un giro argumental interesantísimo que hace de esta historia algo novedoso. Es muy interesante cómo muestran cada etapa por la que pasan los personajes. La capacidad del director para evitar clichés del género es notable.

Keira Knightley nunca me convenció como actriz, pero sí lleva adelante la película como cantante. Me gustó esta elección porque es una linda chica, pero no exageradamente bella, ni tampoco particularmente sexy. Esto es exactamente lo que esta película necesitaba.

El trabajo de Mark Ruffalo como un productor musical es maravilloso y uno de los mejores papeles que le vi hasta ahora. Otro detalle a destacar es la participación de Adam Levine (el cantante de Maroon 5), que colabora con varias escenas y compone música especialmente escrita para la película.

Entre escenas, la historia aprovecha a criticar a la industria musical de hoy en día. “La música es para los oídos, no para los ojos”, dice la protagonista.


Begin Again fue una de mis películas favoritas del 2014. Es el tipo de historia inspiradora que te da ganas de salir a la calle a HACER COSAS. ¿Qué cosas? Lo que sea, lo que tengas ganas. No se precisa a la industria ni a las productoras para hacer música, por ejemplo. Yo toqué la guitarra en la calle durante una época más ¿hippie? de mi vida y lo amé. Y lo extraño. Y muchas veces me pregunto por qué no lo sigo haciendo.

Buena música (gran soundtrack), super creativa, con buenos personajes y super entretenida. Begin Again tiene más sello hollywoodense –y, definitivamente, mucha más plata encima– que Once pero entusiasma de la misma manera.

Sing Street (2017)

Carney regresó a su país de origen para la última entrada de su trilogía musical. Sing Street es una conmovedora, artística y divertida historia de tipo coming-of-age situada en una Irlanda de los años ochenta.

Un adolescente creciendo en Dublín de 1980 escapa de su tensa familia comenzando una banda para impresionar a una misteriosa chica con la cual está fascinado.


Lo atractivo de Sing Street es ver cómo la banda intenta copiar los estilos de sus héroes antes de encontrar la confianza de hacer algo propio. En ese sentido, funciona como un homenaje a Duran Duran, The Clash, A-Ha, The Cure y otras conocidas bandas de la época. Soberbias la dirección de arte y el diseño de vestuario, que se trabajan con mucha fidelidad.

El soundtrack ya lo tengo como favorito entre mis listas de reproducción. “Up”, “The Riddle Of The Model” o “Drive it like you stole it” son clásicos instantáneos. Uno siente el mismo frenesí que Connor (gran debut actoral de Ferdia Walsh-Peelo), Raphine (Lucy Boynton, hoy más conocida por interpretar a Mary Austin en Bohemian Rhapsody) y el resto de los chicos, a medida que van conformando y solidificando al grupo.


Atentos al pequeño rol que tiene uno de los personajes más emblemáticos de Game of Thrones. Una lástima que su participación sea tan chiquita.

Disfruté mucho de Sing Street porque creo que funciona en varios niveles: como una pieza de nostalgia hacia los ochenta (su música y estilo de vida), como película musical con un excelente soundtrack, y como relato sobre adolescentes madurando. Otra de las grandes entradas cinéfilas del 2016 (y más que recomendada).

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