Este cineasta irlandés hace un cine independiente
que no se ve tan seguido (y que, realmente, hace falta). Sus tres más
importantes películas se configuran como historias de amor en un contexto
musical. Aproveché que Netflix tiene en su catálogo a Sing Street para hablar de la trilogía musical de John Carney.
***
Carney inició una carrera musical como bajista del
grupo The Frames, pero pronto pasó
al terreno de lo cinematográfico. Si bien tiene varias producciones en su
haber, siendo la primera de 1996, fue gracias a Once (2007) que alcanzó
la fama internacional.
La trilogía musical de John Carney se compone de
tres películas: la ya mencionada Once,
la energética Begin Again (2014) y la
emotiva Sing Street (2016), que hoy
puede disfrutarse vía streaming en la Gran N.
Cada una de ellas tiene autonomía respecto a las
demás. Pero todas se caracterizan por presentar historias de amor que,
creativamente, le escapan a los típicos lugares del género. Son también relatos
sobre músicos haciendo música, con lo cual estamos ante “musicales”
contextualizados en el mundo real (acá nadie se pone a bailar una coreografía
de la nada… por
mucho que eso me guste).
Yo soy de esas personas que tiene soundtracks
de su vida, que va por la calle cantando sola y que puede asociar ciertas
canciones a experiencias particulares. Por eso me siento especialmente movido e
identificado con esta trilogía y los temas que propone.
Once (2007)
Once fue
la que lo comenzó todo. Se filmó con un presupuesto limitadísimo y se nota
bastante… hasta que dejás de notarlo. Es que la película es tan honesta y
emotiva que te convence desde el primer momento en el que vemos aparecer a Marketa
Irglova.
La trama tiene por protagonista al cantante y
compositor Glen Hansard, aunque en
la película es un hombre sin nombre propio. Cuando no trabaja en la tienda de
aspiradoras de su padre, interpreta canciones en su guitarra por las calles de
Dublín.
Su inmenso (y real) talento pasa desapercibido
hasta que conoce al personaje Marketa
Irglova (también compositora y cantante). Ella es una inmigrante checa que
vende flores en la calle y toca el piano de un negocio que le da espacio una
hora por día. Los dos comienzan una relación musical que los lleva a
descubrirse mutuamente.
No quiero arruinar ningún detalle del argumento
que, si bien es simple, se guarda varias cartas para mostrarlas en el momento
justo. Once es el musical indie
perfecto y una obra que cala fuerte en el espectador gracias a grandes diálogos
(hay algo
de Mumblecore dando vueltas) y poderosos momentos musicales.
Momentos que, de hecho, le valieron un Oscar. En
2008, el tema principal del Original Sountrack (la hermosa canción “Falling
Slowly”) se llevó el premio a Mejor Canción Original.
Begin Again (2014)
La trilogía musical de John Carney se trasladó a
Estados Unidos para la segunda película. Begin
Again es un drama que realiza un muy buen trabajo para salir de lo
convencional en este tipo de guiones románticos. Habla de la música, de un
grupo de desconocidos que se reúnen a componer un álbum y de las segundas
oportunidades.
Aunque arranca como una clásica historia de “chico
conoce chica”, a los 20 minutos hay un giro argumental interesantísimo que hace
de esta historia algo novedoso. Es muy interesante cómo muestran cada etapa por
la que pasan los personajes. La capacidad del director para evitar clichés del
género es notable.
Keira Knightley
nunca me convenció como actriz, pero sí lleva adelante la película como
cantante. Me gustó esta elección porque es una linda chica, pero no
exageradamente bella, ni tampoco particularmente sexy. Esto es exactamente lo
que esta película necesitaba.
El trabajo de Mark Ruffalo como un productor
musical es maravilloso y uno de los mejores papeles que le vi hasta ahora. Otro
detalle a destacar es la participación de Adam
Levine (el cantante de Maroon 5), que colabora con varias escenas y compone
música especialmente escrita para la película.
Entre escenas, la historia aprovecha a criticar a
la industria musical de hoy en día. “La
música es para los oídos, no para los ojos”, dice la protagonista.
Begin Again
fue una de mis películas favoritas del 2014. Es el tipo de historia inspiradora
que te da ganas de salir a la calle a HACER COSAS. ¿Qué cosas? Lo que sea, lo
que tengas ganas. No se precisa a la industria ni a las productoras para hacer
música, por ejemplo. Yo toqué la guitarra en la calle durante una
época más ¿hippie? de mi vida y lo amé. Y lo extraño. Y muchas veces me
pregunto por qué no lo sigo haciendo.
Buena música (gran soundtrack), super creativa, con
buenos personajes y super entretenida. Begin Again tiene más sello
hollywoodense –y, definitivamente, mucha más plata encima– que Once pero entusiasma de la misma manera.
Sing Street
(2017)
Carney regresó a su país de origen para la última
entrada de su trilogía musical. Sing
Street es una conmovedora, artística y divertida historia de tipo
coming-of-age situada en una Irlanda de los años ochenta.
Un adolescente creciendo en Dublín de 1980 escapa
de su tensa familia comenzando una banda para impresionar a una misteriosa
chica con la cual está fascinado.
Lo atractivo de Sing
Street es ver cómo la banda intenta copiar los estilos de sus héroes antes
de encontrar la confianza de hacer algo propio. En ese sentido, funciona como
un homenaje a Duran Duran, The Clash, A-Ha, The Cure y otras conocidas bandas
de la época. Soberbias la dirección de arte y el diseño de vestuario, que se
trabajan con mucha fidelidad.
El soundtrack ya lo tengo como favorito entre mis
listas de reproducción. “Up”,
“The Riddle Of The Model” o “Drive it like you stole it” son clásicos
instantáneos. Uno siente el mismo frenesí que Connor (gran debut actoral
de Ferdia Walsh-Peelo), Raphine (Lucy Boynton, hoy más conocida por interpretar
a Mary Austin en Bohemian Rhapsody) y el resto de los
chicos, a medida que van conformando y solidificando al grupo.
Atentos al pequeño rol que tiene uno de los
personajes más emblemáticos de Game of
Thrones. Una lástima que su participación sea tan chiquita.
Disfruté mucho de Sing Street porque creo que funciona en varios niveles: como una
pieza de nostalgia hacia los ochenta (su música y estilo de vida), como
película musical con un excelente soundtrack, y como relato sobre adolescentes
madurando. Otra de las grandes
entradas cinéfilas del 2016 (y más que recomendada).
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Tree Hill y el soundtrack de mi vida”; “Scenes
from a memory: el álbum conceptual de Dream Theater”; “El
mago de Oz: cuando el cine supera a la literatura”; “Lista
TOP-10: Musicales de cine favoritos”; “Películas
clásicas de Disney favoritas”.
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