En clave de thriller satírico, Los crímenes de Van Gogh (de José Pablo Feinmann) retrata a una
Argentina decadente y trastornada de la década de los ´90. La historia
principal sigue a Fernando Castelli, un tipo común (como vos, como yo) que, sin
embargo, tiene una extraña esquizofrenia: cree ver a Jack, el Destripador,
quien lo seduce para convertirse en asesino serial.
***
Una serie de
personajes desagradables
Aunque no soy fanático de su programa Filosofía aquí y ahora (Feinmann no
tiene la espectacularidad que se precisa para hacer de la filosofía algo
verdaderamente llevadero –algo que sí logra, por ejemplo, Darío Sztajnszrajber) creo que se trata de uno de los intelectuales
más importantes que tiene Argentina hoy en día.
Feinmann es todo: filósofo, docente, novelista,
ensayista, guionista de cine, conductor. De él leí sólo algunos ensayos
filosóficos y un par de obras teatrales (¡Sabor
a Freud es genial!).
Hacía bastante que tenía ganas de explorar alguna
novela suya y me topé con ésta, que me llamó la atención por su trama desquiciada.
Lo más curioso de Los crímenes de Van Gogh es que fue escrita en 1994, un año antes de la reelección de Carlos Ménem, y sin embargo
se siente muy contemporánea. Eso habla de que sus temáticas son atemporales…
pero también de que la Argentina no ha mejorado mucho desde aquella época
tampoco.
La novela tiene una estructura coral donde varios
personajes van tomando el rol central en diferentes momentos. Podría decirse
que el protagonista es Fernando Castelli,
un amante incondicional del cine clásico que trabaja por las mañanas en un
videoclub y por las tardes sirviendo café en una productora.
Su triste vida se limita a
ver Psicosis una y otra vez encerrado en su habitación. Su existencia no
vale nada en comparación con las narrativas magistrales de las películas que atesora
en su memoria. El cine es el escape de una realidad que lo niega.
La obsesión de Fernando Castellli...
Todo cambia cuando, una noche, es visitado por el
fantasma de Jack el Destripador,
quien lo empuja a forjar su propia realidad y convertirse en asesino serial.
Tenemos también a Ricky Mintrone, un adolescente ambicioso que se deja usar como
juguete sexual por una vieja desagradable (Doña Clara, la esperpéntica madre de
Fernando, a quien quiere robarle sus joyas). Hay un comisario torturador salido
de la dictadura (Pietri), más
preocupado por salir en las tapas del cholulaje antes que por resolver casos y
un inspector relativamente honesto (Colombres)
que utiliza las muertes en su propio beneficio.
Sin saberlo, la catalizadora de la transformación
de Fernando es Greta Toland, una
productora de cine hollywoodense que induce asesinatos para tener una película
basada en hechos reales.
En el medio hay lesbianas indecorosas, artistas
inmorales y todo un abanico de periodistas inescrupulosos que aprovechan el miedo
generado para ponerle límites a la democracia.
El más
grande asesino serial
Como a Fernando Castelli, la aparición de Jack, el
Destripador también cambió la vida del autor, quien tiene una afinidad especial
por este asesino y por el cine de policial negro.
En uno de los capítulos de su obra La filosofía y el barro de la historia (2008) analiza la génesis del asesino
serial.
«El concepto apareció, digamos, en los últimos 30 años. Tiene un punto alto en la novela “American Psycho”. O en notorios films como “El silencio de los inocentes”. Pero el primero y más grande asesino serial de la historia es Jack, el Destripador.»
Jack tuvo la llamativa característica de su
desaparición histórica. Nunca lo agarraron. Este aspecto, sumado a que,
literalmente, deconstruía a sus víctimas (escribía notas a la policía: «Les envío un riñón de la víctima. El otro
no. Me lo comí». De acá salen las características de Hannibal Lecter) lo convirtió en un mito fascinante, y en una de
las principales influencias del género negro.
El Destripador fue determinante en los dos rasgos
que hacen a un asesino serial: (1) Que mata de una manera igual siempre (tiene
un “modus operandi”) y (2) Que deja una señal unívoca de que ese asesinato le pertenece.
En Los
crímenes de Van Gogh, los brutales asesinatos de Fernando Castelli implican
cortar la garganta de la víctima y escribir “Van Gogh” con la sangre del
muerto. A su vez, se lleva una de las orejas como souvenir.
«Fue durante esos días cuando se le apareció Jack el Destripador. Fernando Castelli acababa de cumplir treinta años, escribía guiones cinematográficos y nunca le habían filmado uno. Lejos, todavía, estaba de sospechar que para que tal cosa ocurriese —es decir, para que le filmasen uno, al menos uno— debería convertirse en un infalible y brillante asesino serial. Por el contrario, lo que solía asiduamente sospechar era que ya caminaba por el filo de la navaja, que se le acababa el tiempo y, con el tiempo, las justificaciones. ¿Transcurriría el resto de sus días entre el rencor y la tristeza?»
Basada en
miniseries reales
Por cierto, Los crímenes de Van Gogh tiene su inspiración indudable en Jack, el
Destripador, pero su origen real es un guión televisivo. La novela está basada
en una olvidada mini-serie argentina dirigida por Oscar Barney Finn. Estaba
protagonizada por un gran elenco: Federico Luppi, China Zorrilla, Oscar
Martínez.
En una entrevista, Feinmann admitió que “se quedó
caliente con la historia. Con ganas de escribir la novela”.
«Y sabía que esa aclaración me perjudicaría en el ámbito literario argentino, que iban a decir que la novela era una basura.»
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#SpoilerAlert. A partir de acá pueden aparecer
spoilers leves de la obra. No pienso revelar el final ni las mejores sorpresas,
pero sí tengo que mencionar algunas cositas chiquitas. ¡Están avisados!
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Sátira que
calza perfecto
En este mismo ensayo (“La filosofía y el barro de la historia”) Feinmann distingue al
género negro de la novela policial clásica: Sherlock Holmes, al descubrir a un asesino, nunca cree estar en
presencia de un desajuste social, sino de un mero desajuste individual. No es
la sociedad, sino el asesino, lo que se ha desquiciado.
De ahí que, una vez atrapado y entregado a la
Justicia, la sociedad siga igual, el equilibrio se recupere. En cambio, en la
novela negra el criminal es un emergente de una sociedad enferma, moralmente
perturbada.
Nada más cierto en Los crímenes de Van Gogh, donde el género de sátira negra le calza
perfecto. Recordemos que una sátira pretende poner de manifiesto algunas
cuestiones indignantes de la sociedad por medio de la ridiculización, la burla
y la ironía. En esencia, es el uso del humor como recurso para transmitir una reflexión.
«Le divertía utilizar esta palabra —utopía— tan transitada, tan bastardeada en boca de sociólogos televisivos, periodistas y políticos para hacer referencia a algo tan delicado, tan tenue y errático como su destino. Por eso insistía en plantearse, con esa bastardeada palabra, una pregunta que expresaba sus más dramáticas obsesiones.»
El vértigo
de la mass-media
El autor no se toma en serio el argumento y se
divierte con la exageración. En este sentido, la novela es muy cómica y
llevadera. Se compone de capítulos muy cortos (apenas un par de hojas cada uno)
y directos, con diálogos secos y mordaces.
Hasta Feinmann se inserta como un personaje en uno
de los capítulos más desopilantes y metatextuales de la novela (llamado El vértigo de los mass-media).
Sobre mitad de la novela se da un giro argumental
interesante. Básicamente, alguien que no es el verdadero asesino serial es
asociado con los crímenes. Esta vuelta de tuerca es fantástica y da lugar a
muchos pases de comedia.
En el episodio mencionado, varios medios reaccionan
ante el descubrimiento de la supuesta identidad de Van Gogh. El episodio parece sacado de un capítulo de zapping de Rick and Morty (o sea: un delirio
total).
Los medios llegan a ir hasta la casa de la profesora de piano de la
infancia del asesino, que está chocha de tener sus 5 minutos de fama. Al final del capítulo te enterás que, justamente, era Fernando haciendo zapping en la TV, con Jack durmiendo a su lado. (Qué tierno).
Por suerte, Feinmann no se excede con esta mezcla
de la narrativa policial con la realidad argentina. Aunque por momentos se
desvié la trama para criticar con humor a la política, los medios, el
periodismo y los noticieros, nunca se convierte en el verdadero foco.
Vicios de
escritor
A todo esto, si bien creo que la novela es muy
disfrutable, no sé si está especialmente bien escrita. Definitivamente no es
una obra de arte y pertenece más al género de escapismo. Por ejemplo, algo que
me molestaba mientras leía es que da la impresión de que todos son el mismo
personaje (y que todos son Feinmann).
Las referencias al cine son el caso ejemplar. Casi
todos los personajes hacen referencias al cine como si fueran expertos. Al
detalle, con actores y años de estrenos. Hasta un personaje alejado del séptimo
arte, como Teresa Castro, hace una
referencia demasiado ingeniosa a Bajos
Instintos.
Es entendible que Fernando Castelli, que
literalmente vive y respira cine clásico, se sepa tantas trivias imposibles de
recordar por el ciudadano común. Pero le quita atractivo a la historia el hecho
de que absolutamente todos sean pseudo intelectuales que pueden sacar una
referencia cinéfila de la galera para cada situación.
Yo lo vi más como un defecto narrativo, un vicio de
escritor que podría haberse trabajado mejor.
Palabras
finales
Disfruté mucho de la lectura de Los crímenes de Van Gogh. Es una novela
ágil que se devora con facilidad. Y hay una variedad destacada de personajes
que generan gracia y simpatía. Eso sí: no estoy seguro de que alguien fuera de
Argentina pueda llegar a captar todos los matices de la historia.
Ingeniosa y entretenida sátira policial sin grandes
pretensiones, adornada con diálogos filosos y un astuto Jack el Destripador.
Una parodia bizarra ambientada en pleno gobierno menemista y un enorme homenaje
al cine negro.
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No la leí! Pero debería hacerlo. Llegué hasta el spoiler alert y aflojé.
ResponderEliminarFeinmann, el bueno, José Pablo es un capo. Se que hay una de sus novelas que le afanaron la trama e hicieron una película (no me acuerdo si es esta novela u otra).
Creo que lo explica en esta entrevista que vi hace tiempo, y que me hace recagar de risa cuando hace zapping. Me siento muy identificado, así veo cable yo también.
https://www.youtube.com/watch?v=O3svLtVd87g
(hay varios momentos como el del 1´15´´)
Abrazo!