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lunes, 22 de abril de 2019

Retro-review: “Battlefield: Bad Company 2” (2010)


La franquicia de Battlefield ha estado entre los jugadores de los FPS masivos desde hace dos décadas. Hasta el día de hoy sigue luchando por un primer puesto en el mercado junto a Call of Duty y Medal of Honor. El spin-off Bad Company trajo un nuevo elemento a la mesa: absolutamente todo puede destruirse. En esta nota, un repaso del genial Battlefield: Bad Company 2 y aquello que lo hace memorable.




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La llegada de Battlefield: 1942

El inicio de los años 2000 marcó el gran regreso de los First-Person Shooter (FPS) gracias a fenómenos como Half-Life 2 (2004), Counter Strike (2000), Quake III Arena (2000), Killing Floor (2005), Medal of Honor: Allied Assault (2001) y Left 4 Dead (2004). Todos ellos están entre mis grandes juegos de PC favoritos de todos los tiempos.

Battlefield 1942 (2002) llegó también por esa gloriosa época para romper con todo, pero incorporando un enfoque diferente: gigantescos mapas que permitían contener a más de cincuenta jugadores al mismo tiempo. La propuesta original continua siendo una de las mejores entregas de la saga y es una pieza fundamental de la historia del gaming.

¡Si no lo habré jugado con mis hermanos y amigos! Por aquella época, era impensable que pudiera contarse con mapas tan enormes con 64 jugadores simultáneos (32 en cada bando). Cada uno tomando el control de vehículos terrestres, marítimos y aéreos, conquistando puestos y sirviendo al equipo mediante diferentes “especialidades”.


Battlefield 1942

El ADN de Battlefield se formó con aquel primer juego: el gameplay basado en clases, combate en todos los terrenos y un modo multiplayer masivo.

A las ligas mayores con Battlefield 2 (2005)

Battlefield 2 mejoró muchísimo en relación al primero, que hoy no envejeció del todo bien. Visualmente estaba más pulido, tenía mejores mecánicas y un gameplay más refinado.

El problema fue que tuvo que competir con monstruos como Call of Duty y Medal of Honor. Los creadores eligieron una estrategia focalizada, donde el juego era exclusivo para PC (mientras que las otras franquicias llevaron sus ports a consolas).

La continuación expandía la idea de equipo y coordinación con la introducción de fuerzas especiales y comandantes, así como vehículos más modernos y robustos. El juego fue un éxito y colocó a la empresa DICE en las grandes ligas, permitiendo que la franquicia siguiera por muchos años más.


Battlefield 2

Una noche de verano…

La verdad es que yo le perdí el rastro a los “Battlefield” luego del segundo. Un problema fue que mi Toshiba (modelo 2011) se fue quedando viejita y ya no me tiraba juegos nuevos. Se re calentaba, se trababa y estaba conectada a un tubo respirador. Recién en 2017 pasé a una notebook más decente que me permitió volver al vicio como se debe.

La cuestión es que me encontré con Battlefield: Bad Company 2 una noche de verano. En el blog he contado que mis mayores y mejores vicios siempre han sido con mis tres hermanos varones (soy el mayor). Una buena noche de vicio, allá por 2014, mi hermano Gastón propuso que nos pasáramos a Steam, para dejarnos de joder con los problemas de armar partidas vía LAN.


La plataforma fue una gran salvación. No más problemas de conexión y más tiempo para disfrutar. Mi hermano propuso que compráramos tres juegos iniciales para esa noche: Worms Reloaded (lo detesté y lo sigo haciendo), el hermoso Trine 2 y Battlefield Bad Company 2.

Si bien esa noche (y otras tantas) jugué Bad Company 2 en modo multiplayer nunca lo llegué a apreciar del todo. Hasta ahora, muchos años después, cuando lo volví a agarrar, pero encarando la campaña.

Bad Company 2 y la física destructiva

Bab Company es un spin-off de la franquicia que representa un alejamiento de la norma. Tanto el primer juego como el segundo brindan dos características nuevas: una trama (un modo campaña) y la física destructiva, un motor llamado Frostbite que permite que todo lo que nos rodea –cercas, paredes y hasta edificios enteros– pueda ser destruido. En otras palabras: ya no hay lugar seguro.

La historia sigue las misiones suicidas de un grupo llamado “la compañía B”, que está formado por cuatro militares problemáticos y desquiciados. Funciona como una suerte de Los indestructibles pero en versión joven, mezclando tiros y sangre con mucho humor y exageraciones.


En Battlefield: Bad Company 2 (que, por cierto, se ve increíble) el grupo es enviado a detener a los rusos que planean hacerse con un arma nuclear japonesa de la época de la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto: nada va de acuerdo al plan y las cosas se complican, dejando a la compañía infiltrada en tierra enemiga.

El modo multiplayer tiene una escala bastante menor que los principales juegos de Battlefield, con un menor foco en los vehículos (no hay aviones, por ejemplo). A estos cambios de dinámica se le suma una regeneración de salud.

En octubre del 2012, Fox había anunciado que planeaba una adaptación televisiva de Bad Company, pero la misma sigue estando en el infierno del desarrollo.



Un FPS con personalidad

La pasé realmente bien acompañado de los graciosos personajes de Bad Company 2 en su modo historia. La campaña te lleva unas 7 u 8 horas de pura diversión y tiene su complejidad, pese a un gameplay sencillo donde sólo podés optar por dos armas principales.

Es un FPS ridículo que no va a hacerte reflexionar sobre complicadas cuestiones filosóficas (quizás como Bioshock) sino mantenerte con la testosterona alta todo el tiempo.

Para mí, uno de los grandes aciertos para levantar la tensión de las batallas es que sentís que el enemigo te puede llegar desde cualquier lado, aunque estés cubierto detrás de una pared. Morir es muy frecuente en Bad Company 2, y ahí reside parte de su encanto.


Ayudó que la acción tuviera lugar en mapas súper diferentes uno de otro: selvas amazónicas, desiertos, nieve, playas, ciudades en ruinas. ¡Hasta una misión tiene lugar dentro de un avión! Disfruté mucho de este juego y tiene mi más alta recomendación para amantes de los FPS.

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