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martes, 8 de septiembre de 2020

“Un viejo que leía novelas de amor”, una novela de Luis Sepúlveda


La soledad, el espíritu colonizador y la esencia del género romántico se contraponen en esta atractiva novela corta del escritor chileno Luis Sepúlveda, quien falleció en abril de este año tras permanecer ingresado más de un mes en un hospital en España con síntomas del Coronavirus.

 


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La eterna to-read list

No sé muy bien cómo llegó esta novela a mis manos. O, más bien, cómo llegó a mi lista de libros pendientes que tengo un Excel en mi PC. A veces leo alguna reseña llamativa en Internet o me cruzo con una historia que pica mi interés y la agendo para más adelante.  Me pasó exactamente eso con Un viejo que leía novelas de amor, que la tenía guardada desde hace varios años.

Se trata de una novelette súper breve (tendrá apenas unas 100 páginas) centrada en un tal Antonio José Bolívar Proaño, un viejo ya casi sin dientes. Hay otros personajes secundarios, pero él es el protagonista absoluto. Resulta que lo casaron forzosamente a sus 13 años y, debido a no poder concebir hijos, terminó emigrando a El Idilio, un pueblito olvidado en el medio de la selva amazónica, en Ecuador.


Al parecer este libro de 1989 es tan famoso que tuvo su traducción a más de 60 idiomas alrededor del mundo. Hasta existe una adaptación cinematográfica bastante reciente (del 2001) protagonizada por Richard Dreyfuss.


Ambientación inhóspita

La ambientación es, de por sí, fascinante. Y Sepúlveda hace un gran trabajo para meternos en el día a día de un lugar tan exótico.

Los indígenas shuar, que residen en la zona, le enseñan a Antonio su modo de vida –al mejor estilo Tarzán– y él, con el paso del tiempo, se vuelve uno con la selva. Su única forma de escapismo (tan alegórico como literal) es una serie de novelas románticas que le lleva el dentista en sus viajes poco frecuentes al lugar.

«Cuando un pasaje le agradaba especialmente, lo repetía muchas veces, todas las que estimara necesarias para descubrir cuán hermoso podía ser también el lenguaje humano

Las historias de amor son la gran compañía de su soledad, aunque pasan bastantes más cosas en esta novelita que tiene muy bien ritmo. Por ejemplo, se trabaja el avance de la explotación y la caza indiscriminada, el turismo irresponsable y una parodia graciosa de un alcalde que nos remite a gobernantes de nuestro contexto más urbano.


La dosis justa de realismo mágico

Admito que el título no es el más atrapante del mundo, aunque sí es una gran obra que puedo recomendar a los amantes de la literatura latinoamericana cercana a autores como Gabriel García Márquez y Juan Rulfo. Sin duda hay algo de realismo mágico en este relato, si bien apenas una pincelada.

El argumento es sencillo y comparable, en algún punto, a El Viejo y el Mar. Ambos casos hablan sobre un hombre mayor adaptado a vivir en un medio hostil, prácticamente depravado de toda urbanización y enfrentándose a la crudeza de la naturaleza. Incluso, el capítulo final de Un viejo que leía novelas de amor parece ser una referencia directa a la lucha contra el enorme marlín.


La gran diferencia con la obra de Hemingway es que Sepúlveda demuestra cómo, en algunas ocasiones, es absolutamente innecesario (y hasta perjudicial) alargar un texto a fin de que parezca más elaborado.

Un viejo que leía novelas de amor presenta gran riqueza narrativa en un envase chico. El libro termina adonde tiene que terminar, completando un arco de personaje para Antonio, y lo hace con gran habilidad. Siempre digo que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Podemos criticarle el uso de los estereotipos. Ya saben: hombre blanco malo, indio nativo bueno. Pero más allá del mensaje sobre el equilibrio ecológico, el encanto reside en cómo se narra el desarrollo. La selva se siente viva y multidimensional; es un protagonista tan complejo como el mismo Antonio.


Aventuras en la selva

Por sobre todo, éste es un libro de aventuras. Algunos capítulos son episódicos, narrando distintas situaciones que se viven en aquel ambiente inhóspito. Uno de los primeros capítulos hasta incorpora un misterio detectivesco que se resuelve con muchísima elegancia… y converge en un hilo argumental sobre la aparición de un tigrillo en los alrededores que atraviesa a toda la novela hasta el climático final.

A pesar de que nunca estuve en la región amazónica (lo más cercano fue la vasta vegetación autóctona de Centroamérica, que recorrí a fondo en el año 2012), las descripciones de Luis Sepúlveda enamoran.


La prosa del autor es tan sencilla como directa, algo que generalmente encuentro como positivo. El texto contiene bellas reflexiones en defensa de la ecología, la forma de vida indígena y la necesidad de luchar por la sustentabilidad.

Recomiendo especialmente su lectura porque funciona como un antídoto para la soledad y el aislamiento en estas épocas de cuarentena. Estos parajes remotos nos transportan a otros mundos.

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