El pasado sábado 28 de septiembre, en el Museo de
Artes Contemporáneo y Bellas Artes de mi ciudad Bahía Blanca, participé de una Clínica de Cuentos coordinada por el
escritor Guillermo Martínez. En esta nota quiero dejar algunas impresiones mías
del “taller express” y las enseñanzas que dejó el autor.
***
Clínica de
Cuentos
Nunca hice un taller literario (excepto aquella vez
que generó esta
anécdota curiosa). Pero me copé con esta propuesta que se presentó en mi
ciudad. Había que mandar un relato y, de quedar seleccionado, podías participar
de este taller que brindaba Guillermo Martínez.
Justamente estaba leyendo Los crímenes de Alicia (novela que tiene
su reseña por acá) cuando me llegó la convocatoria (las locas vueltas de la
vida). Así que me animé y mandé Implacablemente
Suyo, uno de mis cuentos más sólidos, según mi subjetivo punto de vista.
Sí, estaba tirando toda la carne al asador porque realmente quería poder
participar.
Y quedé, claro. Si no, esta nota no existiría.
Aunque, lo admito, el taller duraba dos días (sábado 28/09 y domingo 29/09) y
yo sólo pude estar presente el sábado.
De todas maneras, creo que lo fundamental estuvo el
sábado, donde rescaté varias cosas positivas sobre la escritura de cuentos.
Martínez no es el mejor orador del mundo (de hecho, está bastante lejos de
serlo) pero se nota que sabe del tema.
A continuación comparto sus enseñanzas.
***
Los consejos de escritura de
Guillermo Martínez
Hay tres grandes aspectos a la hora de sentarse a
escribir un cuento: originalidad, resolución y escritura. Previamente debería
aparecer cierta “tensión de un hallazgo”. Adolfo
Bioy Casares decía que uno sabe que tiene un buen cuento entre manos cuando
no quiere comentarlo hasta sentarse a escribirlo.
Por supuesto, es esencial nunca dejar de leer y
rodearse de temas afines a lo que uno pretende escribir. En parte para estudiar
el “estado de arte”: qué es lo que se hizo alrededor del mismo tema para poder encontrar
enfoques nuevos y más productivos.
Debe existir la conciencia de crear un lenguaje
específico para cada cuento o cada novela. Cada obra requiere su propia
retórica. El lenguaje tiene que ser una preocupación al escribir.
Sobre
inicios y finales
En relación al principio, Martínez recomienda visibilidad, que haya una claridad de
intención. En otras palabras, evitar la ambigüedad no deseada. Tener cuidado de
que el lector no interprete algo radicalmente diferente a lo que pensó el
escritor (nota mía: yo no termino de casarme con esta idea, pero me
limito a transmitir lo que el autor nos explicaba).
Martínez sugiere “no establecer un primer principio
en falso” y buscar una “autoridad narrativa” (que el lector identifique que el
escritor tiene su propia voz y algo que contar).
A continuación expuso lo que, para él, son algunos
de los más grandes inicios de la literatura. Estos eran algunos:
Aura (Carlos Fuentes)
“Lees ese anuncio: una oferta de esa naturaleza no se hace todos los días. Lees y relees el aviso. Parece dirigido a ti, a nadie más. Distraído, dejas que la ceniza del cigarro caiga dentro de la taza de té que has estado bebiendo en este cafetín sucio y barato. tu releerás. Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso. Conocedor de la lengua francesa. Conocimiento perfecto, coloquial. Capaz de desempeñar labores de secretario. Juventud, conocimiento del francés, preferible si ha vivido en Francia algún tiempo. Tres mil pesos mensuales, comida y recamara cómoda, asoleada, apropiada estudio. Solo falta tu nombre.”
La verdad
sobre el caso del señor Valdemar (Edgar
Allan Poe)
“De ninguna manera me parece sorprendente que el extraordinario caso del señor Valdemar haya provocado tantas discusiones. Hubiera sido un milagro que ocurriera lo contrario, especialmente en tales circunstancias. Aunque todos los participantes deseábamos mantener el asunto alejado del público -al menos por el momento, o hasta que se nos ofrecieran nuevas oportunidades de investigación-, a pesar de nuestros esfuerzos no tardó en difundirse una versión tan espuria como exagerada que se convirtió en fuente de muchas desagradables tergiversaciones y, como es natural, de profunda incredulidad.”
Para mí también Poe tiene los mejores comienzos de
cuentos. Su estrategia es establecer una ley humana general o principio
filosófico que el cuento va a poner en cuestión. Liliana Heker aprovecha la
misma táctica:
Vida de
familia (Liliana Heker)
“Hay individuos particularmente no emotivos. Nicolás Broda pertenecía a esa especie. Con seguridad que si al mirar hacia arriba cualquier noche hubiera visto dos estrellas rodando por el cielo en sentido contrario y a punto de chocar, en vez de esperar el cataclismo se habría puesto a reunir las informaciones necesarias y a la mañana siguiente, después de mucho manipular las ecuaciones de Lagrange aplicadas a la mecánica de tres cuerpos, habría llegado a comprobar que, en efecto, un satélite lanzado treinta y ocho días atrás y otro lanzado hacía apenas cuatro días, debían crear la ilusión de choque desde el lugar y a la hora en que él había estado contemplando el cielo.”
Las alas de
paloma (Henry James)
“Ella -Kate Croy- esperaba que su padre bajase, pero él se demoraba allá arriba desconsideradamente, y había momentos en los que se mostraba a sí misma, en el espejo de la chimenea, un rostro decididamente pálido por esa irritación que la había llevado hasta el punto, casi, de retirarse sin verlo. Pero era en ese punto, precisamente, cuando decidía quedarse, cambiando de lugar, yendo desde el raído sofá hasta el sillón tapizado con una tela brillante que daba a la vez -ella lo había probado- la sensación de lo resbaladizo y lo pegajoso.”
También se refirió a Borges, analizando brevemente
el inicio de La muerte y la brújula. Borges
escribía los cuentos como trucos de magia, como actos de ilusionismo.
Al escribir no hay que tener miedo a ser ambicioso.
Es recomendable leer en voz alta
para encontrar cacofonías, gerundios, palabras anticuadas o secciones que
podrían mejorarse. “La escritura es una
maquinaria narrativa”, repitió en varias ocasiones.
El cuento es, también una narrativa breve, por lo
que hay que ser delicado en cuanto a la información que se le brinda al lector.
Hay que tener en cuenta las “dos historias” (como decía Piglia): la historia
que se cuenta y la que carga el verdadero significado.
Martínez es un escritor de novelas policiales, por
lo que está claro que le da una importancia fundamental al suspenso como tejido
colectivo de la narración. Mantiene al lector interesado, encaminado. Es la
sensación de que algo emocionante va a pasar.
En cuanto a los personajes, recomienda “pocos rasgos pero decisivos, como decía
Borges”, aunque admite la posibilidad de ir revelando capas a medida que
avanza la trama. Los personajes pueden cambiar, progresar o modificar sus
rasgos. A veces un personaje es sólo un modo de hablar. A veces eso es
suficiente.
El último punto clave es el lenguaje. Escribir es,
en gran parte, escribir contra los
lugares comunes. Evitar frases hechas, expresiones como “se le dibujó una
sonrisa en la cara”, que no está mal, pero se ha dicho mil veces.
Da la casualidad que siempre que estamos
describiendo una situación plácida, cantan los pájaros. O que llueve cuando
estamos particularmente tristes. Hay que buscar otras maneras para no caer en
estas frases hechas y conocidas. Es la guerra contra el cliché.
En relación al tema, explicó: “Henry James decía que el tema es lo único que debe darse como crédito a
cada autor: cada uno puede elegir el que quiera”. ¿Y respecto al final?
Dijo, severamente: “El final siempre es
un problema.”
Los errores
más comunes
Luego de aquel apunte teórico, Martínez pasó a
comentar las correcciones realizadas a los 30 cuentos que habían quedado
seleccionados. Hablo sobre las virtudes y defectos de cada relato sin mencionar
al autor.
Mi ansiedad por saber qué iba a decir sobre el mío era
norme. Al final no fue tan grave. Leyó la primera hoja mencionando que “estaba
muy bien” mientras esbozaba una mueca de picardía.
Me sugirió varios cambios, eso
sí, la mayoría en relación a un lenguaje un tanto anticuado. Tomé las cosas que
me parecieron válidas y aproveché para pegarle una revisada completa a este
cuento que tanto me gusta. Pueden
leerlo por acá.
Entre los errores más comunes destacó (y explicó)
todos estos:
- Lugares comunes y frases hechas.
- Cambios de registro en el lenguaje.
- Deslizamiento al modo coloquial de un personaje.
- Empastamiento de voces.
- Falta de visibilidad.
- Exceso o mal uso de gerundios.
- Exceso de información
- Falta de información
- Abuso de sueños.
- Simbolismos demasiado marcados u obvios.
- Autor que se confunde con los personajes.
- Generalidad.
- Exceso de lirismo
- Exceso de declamación
- Esquematismos ideológicos
- Concordancias verbales
- La pérdida progresiva de la extrañeza
- Palabras librescas o de otra época
- Comienzo en falso
- Postales poéticas
***
Al finalizar el taller de ese día, brindó charlas
personales sobre los cuentos con cada autor (con quienes quisieran, claro) y
dos ejercicios para el día siguiente:
1) Traer corregida la primera página del cuento.
2) Pensar el primer apunte de una nueva historia
que se salga de lo habitual, que sea diferente a lo enviado. Un esfuerzo por
encontrar un tema interesante. Crear solo el germen, para buscar hacia adelante
la estrategia del cuento. El punto de cocción del cuento. (10 líneas)
La actitud de quedarse a charlar con cada escritor
novato me pareció muy loable de su parte, aunque yo tenía otros planes para la
tarde y tuve que retirarme. Me quedé con ganas de escuchar las ideas y estrategias
que habrán salido el domingo siguiente.
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=>> Otros posts sobre TÉCNICAS DE ESCRITURA en el blog: “5
consejos de escritura de Edgar Allan Poe”; “La
Ley de Chandler (y otras reglas de oro para el drama)”; “5
claves para mejorar la escritura (que nos enseña Aristóteles)”; “La
escritura telescópica: un recurso para docentes”; “10
reglas de escritura de Elmore Leonard”.
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Todo muy interesante. Me gustaron las frases de Bioy, existe ese egoísmo propio de la creación, y también la de Borges la de ser escuetos pero decisivos. Creo que de eso va el cuento.
ResponderEliminarBien por Guillermo en la actitud de quedarse a charlar.
No se suelen ver reseñas sobre clínicas de cuentos. No descubro nada: sos crack.
abrazo!
En este blog vas a ver las cosas que no se ven en ningún otro lado, sólo en mi inútil cabeza. Es así, sin vueltas. Un blog sobre vicios personales.
Eliminar¡Gracias por pasar!
Ayer vi "El Hijo" película con Joaquin furriel y Martina Gusman, con dirección de Sebastián Schindel... está basada en un cuento de Guillermo Martínez.
EliminarMe acordé de vos
Abrazo
La vi, de hecho. Es interesante, aunque al final no me terminó de convencer. Lo que le sucede al personaje de Furriel es tremendo y hace eco en los temas de violencia de género, feminismo y grupos anti-vacunación que se viven hoy en el contexto argentino.
EliminarMe recordó un poco a “La cordillera” (2017), de Santiago Mitre. Claro que ambas tienen argumentos diametralmente diferentes, pero optan por una ambigüedad narrativa tan abismal que, cuando llegan los créditos, no se puede saber qué catzo sucedió o si realmente importa.
Para mí acá reside el mayor problema de “El hijo”. Es cierto que el suspenso está construido de forma brillante. Sin embargo, en el desenlace te quedás con demasiadas preguntas sin respuesta, muchas de ellas cuestiones que eran claves para poder determinar la calidad o incluso el género de esta producción.