Debería existir un género específico para aquellas
películas que, accidentalmente, satirizan sobre eventos que todavía ni siquiera
ocurrieron. Es el caso, por ejemplo, de Wag
the Dog (“Mentiras que matan” en Argentina), una gran comedia negra de 1997
dirigida por Barry Levinson.
***
La
manipulación de los medios
Todos sabemos que los medios de comunicación pueden
ser manipulados (y, de hecho, muchas veces lo son). Todo lo que creemos saber
sobre el resto del mundo, sobre las noticias y la historia, fácilmente podría
haber sido fabricado artificialmente para nosotros.
Tomemos el ejemplo de muchos eventos históricos. La
historia es relatada por el lado victorioso y, como las noticias actuales,
tiende a estar movida por ideologías políticas y relaciones de poder. La objetividad
pura (o, para el caso, la verdad pura) es una utopía inalcanzable porque la
historia está pincelada por recuerdos difusos, percepciones y costumbres.
Napoleón
Bonaparte nunca fue realmente petiso, no hay evidencia de que los vikingos
tuvieran cascos con cuernos, y Marco Polo no importó la pasta desde China (fueron
los árabes quienes la trasladaron a Italia en el siglo IX).
¿Uno más? Cristóbal
Colón no hizo uno, sino cuatro viajes a América (siempre arribó a islas
caribeñas, nunca a los Estados Unidos) y ni siquiera fue el primer explorador
europeo en llegar a América. Ese título debería corresponderle a Leif Ericson,
quien llegó antes a unas islas pertenecientes a la actual Canadá.
Una guerra
de mentira
El problema es que la gente asume que hay personas
específicas (y malvadas) encargadas de manejar todos los hilos detrás de la
cortina. Esa gente no existe en verdad. La manipulación de los medios es un
problema más sistémico.
Pero si ese grupo de gente realmente existiera,
probablemente sería algo similar a Robert
de Niro, Dustin Hoffman y Anne Heche en Wag the Dog.
Qué elencazo, ¿no? Y eso que me faltó mencionar que
tenemos pequeñas (pero fantásticas) participaciones de una joven Kirsten Dunst, un demente Woody Harrelson y William H. Macy.
Basada en la novela American Hero de Larry
Beinhart, la película se ríe, en clave de sátira, de la forma de hacer
política en Estados Unidos. El presidente es acusado de “irse de manos” con una
pequeña niña scout. El timing no podría ser peor, porque las elecciones
presidenciales (y su potencial reelección) están a la vuelta de la esquina.
Winifred Ames (Anne Heche) y su consejero/reparador
profesional Conrad Brean (gran Robert De Niro) tienen la difícil tarea de
distraer la atención del público para evitar el escándalo. Conrad decide crear
una guerra ficcional con Albania para tapar todo, y por eso contrata al
productor de Hollywood Stanley Motss (soberbio Dustin Hoffman), quien se encargará
de armar la ilusión.
¿Por qué una guerra con Albania? La pregunta más
adecuada es: ¿por qué no? Los albaneses nunca hicieron nada malo por Estados
Unidos, pero no hicieron nada bueno tampoco. ¿Qué sabemos realmente sobre
Albania? Muy poco. Son demasiado reservados, turbios y poco confiables.
Objetivos más que adecuados.
Por supuesto, las cosas nunca salen como lo prevén.
El equipo se ve obligado a improvisar sobre la marcha constantemente, siendo
forzado a incluir falsas filmaciones de la supuesta guerra, actores que hacen
de huérfanos y hasta a un ficticio héroe de guerra para que el pueblo pueda
amar (que en realidad es un convicto con problemas psiquiátricos).
Villanos
como protagonistas
Wag the Dog
está buenísima y todavía, 22 años después de su estreno, sigue siendo
relevante. Fácilmente se pueden hacer comparaciones y analogías con nuestra
propia situación política en Argentina.
Es muy divertido ver cómo todos los personajes se
comunican con un presidente cuya rostro nunca vemos. Se lo ve siempre de
espalda, hablando por teléfono o como una voz en el fondo. Es adrede, claro. El
presidente es una marioneta. Quienes arreglan sus macanas (y quienes mueven los
hilos políticos) son todos los que lo rodean.
De hecho, para el final de la película ni siquiera
sabemos si el Presidente realmente se propasó con la niña scout o no.
Hay muchos otros chistes recurrentes que hacen que
esta sátira sea especialmente memorable. A pesar de estar metida en una tramoya
de implicaciones legales y éticas, Winifred se pasa todo el tiempo obsesionada
porque no haya inmigrantes ilegales involucrados (como si ese fuera el mayor de
sus problemas).
El personaje de Dustin Hoffman se la pasa diciendo
que nunca recibió un Oscar y eso lo termina llevando hacia un desenlace oscuro.
Que no queden dudas: acá nuestros protagonistas son
los villanos, sin importar qué tan queribles nos resulten. Motss, Brean y Ames
son personas detestables que manipulan al público americano para proteger a un
presidente corrupto y, posiblemente, abusador de niños. El hecho de que varias
personas terminen muertas como resultado de estas acciones solo subraya este
punto.
La
predicción escandalosa
El título original de la película es imposible de
traducir. La secuencia inicial explica perfectamente por qué decidieron
llamarla así:
«Why does a dog wag its tail? Because a dog is smarter than its tail. If the tail were smarter, the tail would wag the dog.»
Un perro menea su cola porque es más inteligente
que ella. Si la cola fuera más astuta, sería ella quien menearía al perro. Del
mismo modo, en lugar de que las noticias cubran lo que sucede con los
políticos, son los políticos quienes disponen lo que las noticias deben decir.
Lo curioso es que Wag the Dog se estrenó en diciembre 1997, justo en el medio de la
presidencia de Bill Clinton (y creo
que saben exactamente hacia donde estoy yendo).
Un mes luego del estreno, Clinton se resbaló y cayó
(desnudo) encima de Monica Lewinsky,
una becaria de 22 años que trabajaba en la Casa Blanca. Un escándalo sexual sin
precedentes que saturó la cobertura de los medios de comunicación.
Unos meses después de admitir lo que había hecho,
Clinton anunció el bombardeo a seis supuestas unidades terroristas en
Afganistán y una fábrica en Sudán que habría estado almacenando armas químicas.
La acción militar (que salió de la nada) quitó el escándalo sexual del primer
plano como solo una buena guerra puede hacerlo. Varios medios afirmaron que
esta no era más que una treta “a lo Wag
the Dog”.
Lo que uno querría creer es que esto fue solo una
coincidencia, y no que uno de los consejeros de Clinton tuvo la idea luego de
ver la película de Barry Levinson.
Frecuentemente se ha mencionado que la Guerra de
Kosovo y, más tarde, todas las guerras con Iraq (y, en algún punto, también los
hechos del 11 de septiembre de 2001) no han sido más que acciones para encubrir
todo tipo de escándalos sociales y económicos.
***
……………………………………………………………
=>> Otros posts sobre el CINE en el blog: “La
raíz del mal en The White Ribbon”; “Adaptación
vs libro: el caso de Riding the Bullet”; “La
otra historia: el final de Searching explicado”; “Una
explicación sobre el final de El graduado”; “Dogville
y los defectos socialmente modelados”.
……………………………………………………………
► Podés seguir las nuevas
notas y novedades (además de humor y críticas de cine) en mi
fan-page: http://www.facebook.com/sivoriluciano. Si te gustó, ¡compartilo o dejá
un comentario!
No hay comentarios:
Publicar un comentario