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miércoles, 19 de junio de 2019

“Wag the Dog” y la manipulación de los medios


Debería existir un género específico para aquellas películas que, accidentalmente, satirizan sobre eventos que todavía ni siquiera ocurrieron. Es el caso, por ejemplo, de Wag the Dog (“Mentiras que matan” en Argentina), una gran comedia negra de 1997 dirigida por Barry Levinson.


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La manipulación de los medios

Todos sabemos que los medios de comunicación pueden ser manipulados (y, de hecho, muchas veces lo son). Todo lo que creemos saber sobre el resto del mundo, sobre las noticias y la historia, fácilmente podría haber sido fabricado artificialmente para nosotros.

Tomemos el ejemplo de muchos eventos históricos. La historia es relatada por el lado victorioso y, como las noticias actuales, tiende a estar movida por ideologías políticas y relaciones de poder. La objetividad pura (o, para el caso, la verdad pura) es una utopía inalcanzable porque la historia está pincelada por recuerdos difusos, percepciones y costumbres.

Napoleón Bonaparte nunca fue realmente petiso, no hay evidencia de que los vikingos tuvieran cascos con cuernos, y Marco Polo no importó la pasta desde China (fueron los árabes quienes la trasladaron a Italia en el siglo IX).

¿Uno más? Cristóbal Colón no hizo uno, sino cuatro viajes a América (siempre arribó a islas caribeñas, nunca a los Estados Unidos) y ni siquiera fue el primer explorador europeo en llegar a América. Ese título debería corresponderle a Leif Ericson, quien llegó antes a unas islas pertenecientes a la actual Canadá.



Una guerra de mentira

El problema es que la gente asume que hay personas específicas (y malvadas) encargadas de manejar todos los hilos detrás de la cortina. Esa gente no existe en verdad. La manipulación de los medios es un problema más sistémico.

Pero si ese grupo de gente realmente existiera, probablemente sería algo similar a Robert de Niro, Dustin Hoffman y Anne Heche en Wag the Dog.

Qué elencazo, ¿no? Y eso que me faltó mencionar que tenemos pequeñas (pero fantásticas) participaciones de una joven Kirsten Dunst,  un demente Woody Harrelson y William H. Macy.


Basada en la novela American Hero de Larry Beinhart, la película se ríe, en clave de sátira, de la forma de hacer política en Estados Unidos. El presidente es acusado de “irse de manos” con una pequeña niña scout. El timing no podría ser peor, porque las elecciones presidenciales (y su potencial reelección) están a la vuelta de la esquina.

Winifred Ames (Anne Heche) y su consejero/reparador profesional Conrad Brean (gran Robert De Niro) tienen la difícil tarea de distraer la atención del público para evitar el escándalo. Conrad decide crear una guerra ficcional con Albania para tapar todo, y por eso contrata al productor de Hollywood Stanley Motss (soberbio Dustin Hoffman), quien se encargará de armar la ilusión.

¿Por qué una guerra con Albania? La pregunta más adecuada es: ¿por qué no? Los albaneses nunca hicieron nada malo por Estados Unidos, pero no hicieron nada bueno tampoco. ¿Qué sabemos realmente sobre Albania? Muy poco. Son demasiado reservados, turbios y poco confiables. Objetivos más que adecuados.


Por supuesto, las cosas nunca salen como lo prevén. El equipo se ve obligado a improvisar sobre la marcha constantemente, siendo forzado a incluir falsas filmaciones de la supuesta guerra, actores que hacen de huérfanos y hasta a un ficticio héroe de guerra para que el pueblo pueda amar (que en realidad es un convicto con problemas psiquiátricos).

Villanos como protagonistas

Wag the Dog está buenísima y todavía, 22 años después de su estreno, sigue siendo relevante. Fácilmente se pueden hacer comparaciones y analogías con nuestra propia situación política en Argentina.

Es muy divertido ver cómo todos los personajes se comunican con un presidente cuya rostro nunca vemos. Se lo ve siempre de espalda, hablando por teléfono o como una voz en el fondo. Es adrede, claro. El presidente es una marioneta. Quienes arreglan sus macanas (y quienes mueven los hilos políticos) son todos los que lo rodean.

De hecho, para el final de la película ni siquiera sabemos si el Presidente realmente se propasó con la niña scout o no.

Hay muchos otros chistes recurrentes que hacen que esta sátira sea especialmente memorable. A pesar de estar metida en una tramoya de implicaciones legales y éticas, Winifred se pasa todo el tiempo obsesionada porque no haya inmigrantes ilegales involucrados (como si ese fuera el mayor de sus problemas).


El personaje de Dustin Hoffman se la pasa diciendo que nunca recibió un Oscar y eso lo termina llevando hacia un desenlace oscuro.

Que no queden dudas: acá nuestros protagonistas son los villanos, sin importar qué tan queribles nos resulten. Motss, Brean y Ames son personas detestables que manipulan al público americano para proteger a un presidente corrupto y, posiblemente, abusador de niños. El hecho de que varias personas terminen muertas como resultado de estas acciones solo subraya este punto.

La predicción escandalosa

El título original de la película es imposible de traducir. La secuencia inicial explica perfectamente por qué decidieron llamarla así:
«Why does a dog wag its tail? Because a dog is smarter than its tail. If the tail were smarter, the tail would wag the dog.»

Un perro menea su cola porque es más inteligente que ella. Si la cola fuera más astuta, sería ella quien menearía al perro. Del mismo modo, en lugar de que las noticias cubran lo que sucede con los políticos, son los políticos quienes disponen lo que las noticias deben decir.

Lo curioso es que Wag the Dog se estrenó en diciembre 1997, justo en el medio de la presidencia de Bill Clinton (y creo que saben exactamente hacia donde estoy yendo).

Un mes luego del estreno, Clinton se resbaló y cayó (desnudo) encima de Monica Lewinsky, una becaria de 22 años que trabajaba en la Casa Blanca. Un escándalo sexual sin precedentes que saturó la cobertura de los medios de comunicación.


Unos meses después de admitir lo que había hecho, Clinton anunció el bombardeo a seis supuestas unidades terroristas en Afganistán y una fábrica en Sudán que habría estado almacenando armas químicas. La acción militar (que salió de la nada) quitó el escándalo sexual del primer plano como solo una buena guerra puede hacerlo. Varios medios afirmaron que esta no era más que una treta “a lo Wag the Dog”.

Lo que uno querría creer es que esto fue solo una coincidencia, y no que uno de los consejeros de Clinton tuvo la idea luego de ver la película de Barry Levinson.

Frecuentemente se ha mencionado que la Guerra de Kosovo y, más tarde, todas las guerras con Iraq (y, en algún punto, también los hechos del 11 de septiembre de 2001) no han sido más que acciones para encubrir todo tipo de escándalos sociales y económicos.

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