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lunes, 25 de marzo de 2024

César Aira: escritor, escultor y fugitivo


Tres novelitas cortas enfocadas en la depresión existencial, la melancolía y la búsqueda del sentido. No hay una línea correcta en el último libro de César Aira, publicado en 2022.

 



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El escritor más prolífico de Argentina

Siempre que leo a César Aira me pregunto porque no lo hago más seguido. El tipo es un crack absoluto y nuestro Stephen King argentino por lo prolífica que es su obra (si bien suele escribir en el género surrealista / fantasía en lugar del terror).

Oriundo de Coronel Pringles, una de los pueblos donde me crié, Aira ha escrito más de cien libros que él mismo define como “cuentos de hagas dadaístas”. La gran mayoría son novelitas cortas, como fue el caso de La Cena y Cómo me hice monja (que tienen sus respectivas reseñas en el blog).

El jardinero, el escultor y el fugitivo es su último libro publicado y me lo regalaron, de hecho, para la Navidad 2022. Pero fue entrando al backlog literario de mi vida y recién lo pude encarar ahora, durante mi viaje a Mendoza 2024.

Voy a arrancar por decir que no amé este libro, aunque sigo bancando muchísimo la forma de escribir del autor. Básicamente puede leerse como tres novelas breves o como una novela en tres partes.



Fiel a la naturaleza airana (¿existe esa palabra?), acá no encontrás relatos perfectamente estructurados, adonde todas las piezas van encajando como un rompecabezas hasta un final tan esperable como impactante. De hecho, es todo lo contrario.

Más bien parecería que Aira parte de alguna situación muy recurrente en su vida (el bloqueo del artista, la búsqueda de inspiración y admiración de una obra) para luego ir generando una serie de argumentos alrededor.

 

El escritor, el escultor y el fugitivo

Si hay algo que tienen en común las tres historias, es que los tres protagonistas están preocupados por su propia obra (sea un libro, una escultura… o un crimen) y necesitan validarla con un extraño que se les escapa de las manos.

Los textos están pincelados con una constante sensación de rareza y transmiten reflexiones interesantes sobre el arte y la relación entre el artista, sus obras y su audiencia (sean lectores o espectadores).

Es más una literatura de “ideas” que relatos convencionales con introducción, nudo y desenlace. Inclusive, el autor ni siquiera se preocupa por darle un final a las historias. Terminan donde terminan y cuando terminan, muchas veces de forma abrupta y sin redondear ninguna idea específica.

Pero vayamos un poquito más atrás. Dije que son tres textos en uno. El primero, llamado El escritor, tiene al autor como su propio protagonista, y está contado en primera persona. La depresión que sufre su jardinero ocasiona que un escritor maduro se interne en los recovecos de un jardín edénico e interminable.

La misión aparenta ser samaritana, aunque es puramente egoísta: César, el escritor, en realidad necesita que su jardinero – que es quien primero lee y revisa sus textos– se cure para que él mismo pueda seguir haciendo su arte literaria.



De las tres historias, confieso que fue la que menos me gustó. Tiene un buen arranque, con la metáfora de las nubes y el divertido conflicto del escritor con su jardinero. El disparador de un jardinero depresivo y esto de meterse en el jardín/laberinto para hallarlo y curarlo, es interesante aunque no llega a ninguna parte.

En esencia, son unas 40 hojas de divagues surrealistas, por momentos divertidos pero frecuentemente aburridos. No hay una trama que avance y el final es desconcertante.

¡Ojo! Ésta súper bien escrito. Aira es un especialista a la hora de evitar el lugar común. Siempre me impresiona la facilidad que tiene para decir cosas simples de formas novedosas. El tema es que yo no logré conectar tanto con esta historia. 

 

En busca de un oráculo

En la segunda obrita, El escultor, nos remontamos a la antigua Grecia. Ésta si me gustó bastante más, especialmente porque cambia la ambientación y te re metés en el mundo que Aira describe.

Un consagrado escultor inicia un accidentado periplo en busca de un oráculo que le revele cómo lidiar con su asistente que, como el jardinero, también se ve amenazado por el monstruo de la melancolía.

Lo que me indignó parcialmente de esta segunda parte es que, en esencia, es igual que la primera con un cambio de escenario. Resulta que el asistente era el único capaz de hacer físicas las ideas en la mente del escultor, lo que plantea un lindo debate entre arte y artista

Al escultor le pasan algunas cosas entretenidas que hicieron una lectura más llevadera.



Por último, tenemos a El fugitivo, probablemente el mejor de los tres textos (o, al menos, mi favorito). Un hombre ordinario, viviendo la crisis de la mediana edad, anhela ser perseguido y tener que escapar de la Ley. Por supuesto, para eso necesita cometer un crimen y convertirse en un verdadero fugitivo.

La tercera parte evidencia un mecanismo similar al de los textos anteriores: un hombre adulto inventándose una aventura y huyendo de su realidad, en este caso en busca de un refugio o una vida nueva.

Dicho de otra forma, dentro de la filosofía budista, el jardinero, el escultor y el fugitivo tranquilamente podrían haber sido reencarnaciones de la misma persona en diferentes tiempos. Creo que en este punto reside lo más interesante de una obra que, al final del día, nos habla sobre la constante insatisfacción del ser humano, que fabula y desconfía una y otra vez sobre su propia existencia.

 

La suave ironía de Aira

Las tres novelitas que conviven en El jardinero, el escultor y el fugitivo se sienten muy autobiográficas. Es cierto que éste no fue mi libro preferido de César Aira, pero su constante elegancia lo redime de cualquier defecto.

Los textos tienen un humor fino, casi una suave ironía, que subyace en todo momento. Esto vuelve soportables a personajes que, hay que decirlo, son bastante vanidosos. Las tres narraciones puedan volverse erráticas y cansadoras por el divague absoluto, es verdad, pero no voy a negar que el tipo escribe muy bien y sabe adónde quiere llegar.

Me gusta eso de no saber qué esperar con una obra de Aira. No me pasa con todos los autores que leo. Su obra es extrañamente liberadora, casi siempre sorprendente, y leerlo puede tornarse en obsesión rápidamente. Definitivamente necesito que me sigan regalando libros de él. Guiño, guiño.



Posdata final

Por cierto, ya que estamos les cuento otro extraño sincronismo. Tengo una conexión muy personal con Coronel Pringles y siempre me dije que me encantaría conocer a más autores pringlenses además de Aira.

Este año ocurrió exactamente eso. Visitando a un familiar de Pringles, me topé con un librito de un tal Gisela Morade, que pude manotear y estoy leyendo actualmente. Se llama De nudos, vientos y otros pájaros. La autora también es de Coronel Pringles y aquel es su primer libro. 

Pude contactarla gracias a la magia de las redes, así que pronto saldrá reseña de su obra y –con un poco de suerte– una pequeña entrevista.




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=>> Otros posts sobre LITERATURA ARGENTINA en el blog: “La Ruta a Trascendencia: una novela de Alejandro Alonso”; “Reseña de Escorpio, de Mariano Pereyra”; “La Cena: César Aira y los zombies en Pringles”; “Cómo me hice monja: una novela de César Aira”; “El Sur: el mejor cuento de Borges”.

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2 comentarios:

  1. Me encanta Aira, y lo mejor es si capacidad para asombrar con ese divague absoluto como decís en la reseña! Me declaro casi fan del César!

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  2. Escribe mucho, no para, envidio eso. Leí muy poco, no logró atraparme, más allá de eso, celebro su lectura al igual que todas.

    Saludos,
    J.

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