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viernes, 26 de abril de 2024

10 relatos de microficción (de mi autoría)

 

Los cuentos compactos −con su brevedad, diversidad y escritura fragmentaria− son capaces de llegar más rápido al lector. En esta nota les comparto diez relatos hiper breves de mi autoría.


 

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Lo bueno, si breve, dos veces bueno, ¿no? La minificción –también llamada “micro cuentos”, “relatos hiperbreves” o “minicuentos”– es la narrativa que cabe en el espacio de una página o menos. Su estudio sistemático es muy reciente, dado que se remonta a los últimos diez o veinte años.

Para autores como Lauro Zavala, entre otros, la minificción es la escritura del próximo milenio. Esto probablemente se deba a que es el género de mayor brevedad, diversidad y fugacidad de la escritura contemporánea, además de poseer un elevado potencial para la virtualidad.

¿Será cierto que en cada minitexto se están creando, tal vez, las estrategias de lectura que nos esperan para este milenio?

Philip Stevick (“Anti-Story”, 1971) es uno de los precursores de esta experimentación de narrativa particularmente efímera. A partir de allí, la minificción se fue practicando cada vez con más entusiasmo. En las últimas dos semanas estuve compartiendo un microrrelato por día. Ahora recopilé los diez en esta nota. Ojalá puedan rescatar alguno que sea de su agrado. =)

 

***

 

[MICROCUENTO #1]

Los delicados riesgos de oprimir un botón sin leer las instrucciones

— Sr, ¿desea café?

—No, gracias Igor. Finalmente he terminado mi más preciado juguete. ¡Una máquina del tiempo! Cuando presione este botón, el tiempo se reversará.

—Excelente, Sr. Stein. ¿Funcionará?

— No lo sé—. Click.

Click.

— Sé no lo.

— ¿Funcionará? Stein. Sr, excelente.

— Reversará se tiempo el, botón este presione cuando. ¡Tiempo del máquina una! Juguete preciado más mi terminado he, finalmente. Igor, gracias no.

— ¿Café desea Sr.?

— ¡Viniste que bueno qué, Igor!

La Historia se desvanece. La ciencia se marchita. Las murallas se derrumban. Civilizaciones desaparecen. Primitivas herramientas se desmontan. Babean autótrofos seres. La expansión se contrae.

Universo en estado caliente y denso.

Bang Big.

PRINCIPIO

 

[MICROCUENTO #2]

"Berta ya no camina"

—Hay un viejo y conocido chiste sobre un investigador y Berta, la araña. El tipo quiere probar una teoría. Dice: “¡Berta, camina!” y la arañita se acerca. Entonces le arranca una pata. Vuelve a pedirle y la araña, tambaleando, obedece. Así hasta que ella queda sin patas. Entonces, por más que la llame, ya no se mueve. Ahí viene el hilarante remate apoyado en una obvia falacia lógica: el investigador concluye que “las arañas sin patas son sordas”. Cruel, ¿no? Hoy vamos a recrear el relato. ¿Con qué extremidad le gustaría que comience, Dr. Mengele? —dijo el demonio.


[MICROCUENTO #3]

“Ovejas eléctricas”

Un humano y un androide se baten a duelo. Cuando el humano dispara, el androide sangra. Cuando su atacante se defiende, perforándole el pecho a balazos, el humano chorrea aceite por todos lados.



[MICROCUENTO #4]

Un sencillo diálogo

—A lo largo de su obra se ve con frecuencia el cuento breve, ¿a qué se debe su fascinación?

—Bueno, me gusta hacer al lector cómplice de lo que estoy redactando, que busque (y encuentre) pistas entre mis escritos.

—¿Cómo son sus lectores?

—Diría que son adictos a la sorpresa, a la ironía, receptores activos.

—En definitiva, se trata de amantes de los retos.

—Flexibles, en su medida. Pero sí. A ningún lector le gusta ser engañado del todo, no desean que el autor coloque trampas irresolubles.

—Grandes buscadores de desafíos.

—Hay también autores de microficción que son practicantes del humor, maestros del sarcasmo.

—Informalmente hablando, ¿cuál considera usted la mayor dificultad?

—¡Joder! Las complicaciones pueden venir desde muchos lados: la necesidad de escribir algo verdaderamente original, la limitación de tener que colocar exactamente, por ejemplo, digamos 200 palabras. Que un cuento quedé inconcluso es uno de los mayores miedos de un autor de microficción. Otras veces el cuento toma vida por sí solo, y uno puede relajarse un poco más.

—Kovak, ¿en qué está trabajando en estos días?

—Lo de siempre. Pincelaba un sencillo diálogo. Pero estoy un poco preocupado, llegué al límite de extensión y concluyó sin final.

 

[MICROCUENTO #5]

La insoportable realidad del grupo de Whatsapp

MATI

Pensábamos hacer sábado de after office en el bar Estruendo, despedida de Javi. Vamos a comer gente. Podemos ir todos.

PABLO

Voy.

ADRIÁN

Dale, me sumo.

JOACO

Che, no sé si Javier aprueba el canibalismo. Mejor comer rabas. Qué se yo, se me ocurre.

FLOR

¡Hola chicxs! ¿Todos y todas?

EDU

El Estruendo se llena de negros.

JOACO

Sí, nena, las letras no son sexistas. Si querés educar en la inclusión, no necesitás escribir como si tu teclado fuera una ruleta rusa.

PABLO

Vos sos negro, Edu, ¿qué te molesta?

SEBA

Sí, igual un “after office” un sábado va en contra del concepto de “after office”.

VERO

¡Holis! Tengo planes, ¿y el viernes?

EDU

Yo el viernes puedo, pero metamos otro bar.

FLOR

Sos un tarado, Joaquín.

MATI

Bueno, decidan, ¿viernes o sábado?

PABLO

Viernes complicado.

FLOR

Puedo los dos días, ¿adónde quedamos?

JAVIER

Gracias. Pero igual yo no puedo.

YO

Ya fue, yo me quedo jugando a la Play.


[MICROCUENTO #6]

"Un botón serio en una oficina seria

Extracto hallado bajo los escombros de un polvoriento edificio.

«Página 1»

Nadie entendió por qué habían instalado aquel Gran Botón Rojo en la oficina. Era enorme y no hacía nada. En serio. Sólo estaba ahí. Una etiqueta literalmente decía: ESTE BOTÓN ES INÚTIL. Así que a nadie le importó. Era invisible a los ojos del trabajador promedio, demasiado ocupado por llegar a fin de mes. La vida transcurría entre reuniones con los jefes, café y la ansiosa espera de la última película hollywoodense.

Un día en particular –un martes, si no me equivoco– un amigo mío presionó el botón. Nada ocurrió, por supuesto. ¿O sí? Al día siguiente, otro compañero de trabajo apretó el Gran Botón Inútil. No estoy del todo seguro cómo ese intranscendente y austero evento escaló tanto.

«Página 2»

Una semana después, todos en la oficina lo oprimían cotidianamente. Y la gente se sentía bendecida. No podía creer semejantes estupideces. Para mí, era un místico meta-símbolo de la vida. Ya saben: uno puede apretar y apretar, pero nunca nada nuevo sucede al final. Sentí pena por aquellos ilusos.

Para mi amigo –el Primer Apretador, como comenzaron a llamarlo– funciona en todos los niveles. “Podés volverte Uno con El Botón”, rezaba. Así que, acá estoy. Todos alrededor mío están tensos. Alguien grita “¡apretalo de una buena vez!”. Yo espero –el timing es todo. Entonces, en un instante de completo abandono, lentamente, deliberadamente, apretó el botón. De pronto,

«El resto de las hojas fueron arrancadas, desgarradas con brutalidad. No contamos con más información sobre el fin del mundo como lo conocemos.»


PD: ¿Sabían que este cuento está publicado dentro del nuevo juego de aventura gráfica Thimbleweed Park, del creador Ron Gilbert? La nota completa está por acá. También tengo la versión narrada para el podcast.



[MICROCUENTO #7]

Una sopa existencial"

Sucede una vez en un millón de veces. La mosca y el hombre compartieron una sopa sin que el otro se diera cuenta, justo en el preciso momento en el que ambos estaban preocupados por la cotidianeidad de sus vidas.

No sé bien cómo ocurrió –no soy médico, solo un humilde narrador– pero durante el intercambio de fluidos, utilizando la sopa como vaso comunicante, se produjo un reemplazo existencial a nivel neuronal. El hombre empezó a vivir como una mosca, y la mosca como un ser humano.

Fue raro para ambos. (Creo que sería raro para cualquiera.)

En principio, el hombre se sintió asqueado por su reciente actitud revoltosa. Le molestó vomitar su propia comida para volverla a comer, defecar cada cuatro minutos y que las personas intentaran sacárselo de encima. Sin embargo, su ángulo de visión de 360° no le resultó desagradable en lo absoluto Veía todo a su alrededor, y además tenía más de 15.000 papilas gustativas repartidas en sus patas. Veía y sentía todo. Aprovechó para volar hacia lugares fascinantes. Y así, por primera vez, se sintió realmente libre.

Vivió únicamente 30 días, como casi todas las moscas, pero fueron los mejores de su vida.

Por su parte, la mosca llevó una vida de humano. Le exigieron utilizar ropa incómoda para mostrarse en sociedad. Por la mañana se levantaba temprano, trabajaba, volvía a su pequeño departamento para mirar algo de televisión y cenaba; luego el día se repetía. Tuvo que pertenecer a una clase, a una sociedad, a un país, a un continente y a una civilización. Encontró que el universo era misterioso y desconcertante. Se sintió desahuciada. Necesitó amor y cuidados.  Acumuló cosas que luego tiró.

Vivió solo 30 días. Un pico de estrés terminó con su existencia.

 

[MICROCUENTO #8]

"Revelación"

Un día, el Hombre Detrás del Espejo me dijo:

"Te das cuenta de que yo soy el real, y vos nada más que un simple reflejo, ¿no?".

 



[MICROCUENTO #9]

"El horno"

La gota empezó a derramarse por el escuálido cuerpo de aquel chico. Recorrió la frente, la nariz, la boca, y finalmente se estrelló contra la hoja en blanco. La hoja permaneció ahí, inmutable, sosegada, negada a escribirse por sí misma. En el momento en el que —del aburrimiento— la gota y la hoja comenzaron a hablar animadamente, él se dio cuenta de la aterradora verdad. Haberle vendido el alma al demonio le iba a permitir aprobar ese absurdo examen final, pero, ¿cómo salir del abrasador horno después?

 

[MICROCUENTO #10]

“No hay reloj sin relojero”

Aristóteles, Tomás de Aquino, Anselmo de Canterbury, Descartes, Gödel, Hegel y muchos otros filósofos lo han intentado. Yo mismo he descubierto una demostración indestructible de la existencia de Dios. ¡Qué picardía! Un microrrelato menor a cien palabras es demasiado reducido como para abordarla.

 

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=>> Otros posts sobre MICRORRELATOS en el blog: “El horno (microrrelato)”; “Un sencillo diálogo (cuento); “La maldición (o “Una sopa existencial”)”; “Los delicados riesgos de oprimir un botón sin leer las instrucciones”, “Entrevista a Denise Lopretto, de Primera Naturaleza”; “Análisis del microrrelato El Dinosaurio”; “Una caracterización vertiginosa de la microficción”. <==

 

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