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domingo, 5 de mayo de 2024

Exilio e identidad en “No pasó nada”, de Antonio Skármeta

 

En No pasó nada, el autor de El cartero de Neruda nos trae la historia de un adolescente chileno contando, con humor y ternura, las peripecias del exilio de su familia. Reseña de esta linda novela corta y juvenil de Antonio Skármeta.

 



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Coming-of-age desde el exilio


En un 2024 donde −por pura casualidad− estoy dedicando mis lecturas más a antologías de cuentos que a novelas, me topé con esta obrita de Skármeta que me interesó. Estaba tirada en mi casa de Neuquén y simplemente la tomé.

No pasó nada es la historia de mi tocayo, Lucho, un adolescente de catorce años, exiliado en Alemania, que nos va contando en primera persona sus dificultades de adaptarse a un medio desconocido.

La novela es muy cortita (tendrá menos de 100 páginas) y tiene la característica de no presentar cortes ni divisiones de secciones o capítulos. Sin embargo, el autor es muy hábil para ir hilvanando la trama de tipo coming-of-age (pasaje de la niñez a la madurez) con un clima poético y suaves tonalidades líricas.

Skármeta consigue momentos muy logrados con su pluma, como éste de las primeras páginas que me encantó:

«A mí el que más me molesta es mi hermano chico que entiende poco alemán, y cada vez que vemos la televisión me pregunta a cada rato qué está pasando, y yo me pongo a traducirle, y entonces no oigo yo a los actores y mi hermano me sigue jodiendo con que le explique, hasta que tengo que pegarle un coscorrón, y se pone a llorar, y mi mamá me pega un coscorrón a mí, y se pone de mal humor y reta a mi papá, y el viejo estaba cansado porque venía de buscar trabajo, y mi mamá salía con que no podía seguir así, que ella se iba a Chile, que no tenía nada que hacer aquí, y mi papá se iba a acostar sin comer.»

La narración breve, casi anecdótica, hace que la lectura sea fluida. Al mismo tiempo, el libro deja entrever esta ambivalencia de ser inmigrante cuando uno todavía es adolescente y está buscando construir su propia identidad.  

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Por supuesto, la historia representa lo que le ocurrió al mismo Skármeta, quien tuvo que exiliarse de Chile durante la dictadura. Por eso, el sentimiento revolucionario de vivir lejos de la patria que sufre está muy presente. La voz narrativa es la de un chico nervioso y ansioso por encajar en este nuevo mundo, algo con lo que todos podemos fácilmente relacionarnos.

 

La génesis de No pasó nada

En el prólogo de la edición en papel que leí, Skármeta cuenta un poco el origen de la historia. En Berlín, él conoce a un amigo de su hijo adolescente, un chico al que le gusta escribir, pero no leer porque “teme que le influya en su estilo”.

Este amigo había llegado a la residencia Skármeta para organizar una velada de rock a beneficio de la resistencia chilena. El chico había traído un poema como contribución a la “jornada de lucha y rock” con la esperanza de que se le pusiera música y lo cantaran.



Este muchacho se convertiría, eventualmente, en el personaje de Lucho de No pasó nada, y varias de las anécdotas reales de él terminarían formando parte de la historia. Dice el autor que se dio cuenta de un punto fundamental:

«Había que contar la experiencia del exilio, no desde las víctimas directas, es decir los padres conscientes e ideologizados, sino desde los hijos (…), que en el aura de las calles extranjeras tenían que acomodarse a la ley de la sobrevivencia

Con esta revelación, cada vez que Antonio Skármeta visitaba a sus amigos exiliados, incursionaba un poquito más en las vidas de sus herederos. Hurgaba sus discos, libros, revistas, afiches deportivos y de cine.

Curiosamente, el escritor también cuenta que No pasó nada se concibió prácticamente a la par de su obra mucho más famosa (El cartero de Neruda), un libro que aproveché a revisitar estos días también. Así que terminé metiendo un combo Skármeta x2.

El cartero de Neruda lo había leído durante mi adolescencia y me había gustado también. Ambas historias son diametralmente opuestas, pero, de alguna forma extraña, funcionan como las dos caras de una misma moneda.

«Ambas [novelas] estaban en una galaxia semejante de emociones, aunque separadas por lo que Neruda llamaba “una tajante geografía”.  El Cartero (…) se esfumaba en el terror de la dictadura chilena en tanto que en “No pasó nada”, el protagonista había huido, arrastrado por sus padres, hacia una Europa que ofrecía a los exiliados los pulmones de la libertad, pero también el dolor de la lejanía

Vale aclarar, No pasó nada no es una mejor novela que El Cartero de Neruda. Aquella es mucho más profunda y permite muchísimas más lecturas. En cambio, No pasó nada es lectura rápida que apunta a un público juvenil, sin demasiados giros de trama sorprendentes.

 

Palabras finales

No pasó nada un poco me recordó a esos libros que me hacía leer Marité, la profe de Literatura, durante mi época de la secundaria. Ya saben, esas novelitas para adolescentes tipo Las visitas (Silvia Schujer), La borra del café (de Mario Benedetti, que reseñé en esta nota) o la genial Un tren a Cartagena (Sandra Matiasevich).

Si uno busca una narración breve y ligera, No pasó nada es una buena opción. Creo que logra el objetivo de mostrarte una perspectiva juvenil y nueva, sin caer en lo frívolo. Es hasta, por momentos, un libro muy divertido por las situaciones que vive el personaje.

No llega al nivel de complejidad de otras obras del mismo género (pienso, por ejemplo, en El guardián entre el centeno, que tuvo su notita por acá) pero se recontra deja leer.


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=>> Otras notas sobre LITERATURA en el blog: “El guardián entre el centeno: o el eterno Peter Pan”; “La borra del café, una obra de Mario Benedetti”; “Un verano para recordar: mi primera novela”; “Demian: una novela corta de Hermann Hesse”; “Joyland: una novela coming-of-age de Stephen King”; “La Feria de las Tinieblas, de Ray Bradbury”; “El señor de los ladrones, una obra de Cornelia Funke”. <<==

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1 comentario:

  1. No leí este libro de Skarmeta, por lo que no puedo decir mucho al respecto. Sí que representa la historia de muchos latinoamericanos que han atravesado situaciones similares.

    Saludos,
    J.

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