Célebre por
causar una revolución literaria en Latinoamérica luego de su aparición en 1963, la obra se declara a sí misma
como "anti literatura", y rompió con todos los moldes y convenciones
de la literatura del momento.
Este probablemente sea mi post más largo y me llevó
bastante tiempo. También lo disfruté muchísimo; me dio la posibilidad de
explorar a fondo la novela, releer capítulos que me interesaron o
confundieron (en ocasiones, simultáneamente), lees críticas literarias y buscar
mis propias conclusiones.
La idea es lograr desentramar un poco el texto y
poner en relevancia algunos de mis capítulos favoritos. El mes pasado ya había
dado un pequeño adelanto con “El
extraordinario capítulo 66 de Rayuela”.
Ahora, se viene el análisis
completo. (Redoble de tambores…)
>>
Como es de esperar: #MegaSpoilerAlert. Se revelan detalles fundamentales de la trama. So, yeah, you know how it goes…
***
¿De qué va la historia?
Contar el argumento de Rayuela de una manera lineal es, indudablemente, es un pecado
que aleja al lector del verdadero sentido de la obra. En efecto, excluye el gran
universo psicológico de los personajes y las complejas relaciones que tienen entre
ellos.
Teniendo esto en cuenta, el “argumento” de la obra,
se divide en tres partes:
1.- La primera parte (“Del lado de allá”) tiene lugar en París
2.- La segunda parte (“Del lado de acá”) ocurre en Argentina
3.- La tercera (“De otros lados”) está compuesta por capítulos prescindibles que
funcionan como una especie de material complementario (sobre eso volveré más adelante).
Se espera que Rayuela
sea más una experiencia intelectual para el lector que un simple libro con una
historia.
Es perfectamente posible leer los más de 100 capítulos en el orden
que uno quiera, sin alterar del todo la “lógica” del texto. Julio Cortázar recomienda dos maneras
de leerlo: seguir todos los episodios del 1 al 56 de la manera tradicional (uno
detrás de otro) o hacerlo con un tablero de comandos, que te lleva en una
sucesión de capítulos –aparentemente aleatoria–
entre el 1 y el 155.
La trama principal sigue la vida de Horario Oliveira, un escritor y
pensador argentino viviendo en París. A pesar de (o, mejor dicho, debido a…) su
inmenso conocimiento intelectual, Horario dedica su tiempo a realizar
acrobacias filosóficas junto a sus amigos del Club de la Serpiente, y deambula por la ciudad con su musa, la
extraña y misteriosa Lucía (La Maga).
Entrelazados con la odisea de Horacio por alcanzar
el absoluto, aparecen capítulos sobre un autor (Morelli) que está realizando también una búsqueda literaria de
algún modo. Los miembros del Club idolatran a Morelli y leen sus escritos
constantemente.
Luego de una serie de eventos bizarros (y varias
reflexiones filosóficas), Horacio decide volver a Argentina, donde se reencuentra con su viejo amigo Traveler. En su país natal, comienza a
trabajar en un circo como ayudante, luego en un asilo de locos, y todo mientras
se va hundiendo en una vorágine existencial.
En esencia, Rayuela
es una historia sobre búsquedas, en el sentido más amplio de la palabra.
Horacio está constantemente en busca de algo: el amor, el sentido, el absoluto.
Morelli, paralelamente, busca transgredir las formas literarias actuales (al
igual que el autor, Julio Cortázar).
Trágicamente, ambos terminan por entender, en algún nivel, cómo pueden alcanzar
lo que desean, pero que nunca podrán realmente hacerlo.
Un poco de trasfondo histórico
La experimentación literaria estaba a flor de pie
en la década de los ´60. En Estados
Unidos, por ejemplo, la Generación Beat
(de la cual hablé en una nota anterior sobre “Burroughs
y la adaptación de Naked Lunch”) comenzaban a publicar escritos arriesgados
y disruptivos.
Más al sur, mientras tanto, había estallado el boom latinoamericano, con Cortázar (en Argentina), Carlos Fuentes
(en México), Vargas Llosa (en Perú) y
Gabriel
Garcia Márquez (en Colombia). El
movimiento vanguardista traía el surrealismo, la experimentación y el realismo
mágico desde los centros culturales de Europa:
Francia, España, Alemania e Irlanda.
Era un momento importante para la literatura, con
autores que se atrevían a romper con lo tradicional, blasfemar, crear palabras
nuevas (neologismos) y utilizar juegos de palabras.
La aparición de Rayuela,
dentro de toda esta revolución, dividió completamente las aguas. Alteraba la
historia de la narrativa argentina. Hasta ese momento, nadie había escrito en
español con tanta libertad y con una actitud tan desenfadada. El texto, como
ningún otro, generaba un vínculo especial con el lector, una complicidad
lúdica, como si leer fuera como un juego de niños (pero pensado para adultos).
¿Cómo conviene leer “Rayuela”?
Por supuesto: esta es una opinión personal.
El lector que elige la primera manera, sugerida por
Cortázar, de aproximarse a Rayuela, sacrifica por completo la
lectura de los capítulos de la tercera parte (los llamados “prescindibles”). Si
bien este tercer apartado no es fundamental a la trama narrativa, es muchas
veces la clave para su interpretación.
La información confusa de los primeros episodios de
Rayuela, por ejemplo, va tomando
forma y coherencia a medida que avanzamos y nuevos datos se suministran en los
nuevos apartados.
Por momentos, el bombardeo textual nos obliga
también a volver sobre nuestros pasos (sé que tuve que hacerlo varias veces,
releyendo capítulos anteriores). Los capítulos prescindibles, por su lado,
aportan nuevas luces sobre la lectura inicial. La novela de Cortázar pertenece
a un género muy particular de obras que exigen constantes relecturas (que nunca
se manifiestan como definitivas).
Tablero
de comandos de “Rayuela”
Lo genial de los “capítulos prescindibles” es cómo
se vinculan con la narración principal. Quienes lean a través del Tablero de Comandos,
van a notar que la mecánica es básicamente esta: se avanza la narrativa
mediante los capítulos secuenciales (1-2…) y se toma un desvío hacia un
capítulo complementario (116), se vuelve a la narrativa (3), para luego
retornar al desvío (84). Así se sigue durante gran parte de la novela: 71 – 5 – 81 – 74 – 6 – 7 – 8 – 93 – 68 – 9, etc…
Por momentos también se avanza durante muchísimas
hojas sólo por capítulos prescindibles, pero en esencia es un ida y vuelta.
Cortázar a veces alterna un capítulo de tono
patético, o uno trágico, con otro de tono más bien burlesco (como en los capítulos 28 y 137). El famoso episodio
28 es uno de los más oscuros de toda la obra, y desconcierta. Mientras que, a
escasos metros, el bebé Rocamadour
acaba de morir, los miembros del Club de la Serpiente (Horacio incluido) se enredan
en una discusión de tipo intelectual.
Así, Horacio y sus amigos pasan la noche hablando,
bebiendo y escuchando antiguos discos de jazz, mientras el hijo de la Maga se está muriendo en el mismo
cuarto. El capítulo que sigue (leyendo con Tablero de Dirección) es el 137, que
consiste en un recorte del diario The
Observer de Londres titulado "Riesgos
del cierre relámpago". Este recorte es una advertencia contra una
"nueva clase de accidente que pueden sufrir los niños", uno en el que
"el prepucio se queda atrapado por el cierre". Ironía al 100%.
Veamos otro caso de complementos entre capítulos
imprescindibles (1 al 56) y prescindibles (57 a 155).
La relación entre el capítulo 15 y el capítulo 120 es muy poco clara, y hasta podría pasar desapercibida.
En el episodio 15, la Maga cuenta a sus amigos la historia de su violación por
un negro cuando tenía trece años. Por su lado, el episodio 120 nos habla del
recuerdo infantil de una persona llamada Ireneo.
Se trata de la imagen de unas hormigas que tratan de meter un gusano en su
hormiguero (claro símbolo sexual). La relación simbólica entre los dos capítulos
se vuelve explícita en el capítulo 16: resulta que el nombre del violador de la
Maga fue Ireneo.
La realidad es que los capítulos que Cortázar llama
"prescindibles" no lo son de ninguna manera.
Además de ser muchas veces la interpretación
abstracta de la acción de las dos primeras partes, estos capítulos completan
algunas veces esta misma acción. Algunos son una suerte de huérfanos aislados y
extraviados de las dos primeras partes. Contienen las divagaciones de Horacio
Oliveira y sus amigos, y continúan (incluso adelantan) la acción de las
primeras partes. Lo vemos, por ejemplo, en la sucesión 135 - 63 - 88 - 72 - 77
- 131 - 58, o sea, los que prosiguen con la acción de la novela después del
último capítulo de la segunda parte.
También, hay algunas cuestiones narrativas y giros
argumentales de los que no nos enteraríamos si no leemos los capítulos
prescindibles (más sobre eso, después)… pero para responder a la pregunta de
cómo recomiendo leer la novela: la verdad es que creo que primero es preferible
la lectura normal, leyendo
secuencialmente de principio a fin entre los capítulos 1 y 56.
Aclaro: no fue la decisión que tomé yo (lo
leí completo con el Tablero de Dirección, y fui volviendo sobre capítulos que
me interesaron o no me quedaron claros). Pero la cosa es así: los episodios 1
al 56 contienen la historia de Oliveira completa, sus desencuentros con La Maga, sus búsquedas, sus conflictos
con Traveler y su esposa Talita. Son el argumento sin adiciones,
sin condimentos, es la “novela” más tradicional. Hacer primero la lectura de
capítulos 1 a 56 permite “sacarse de encima” todo eso.
Una vez que sabemos de qué va la historia, podemos
dejar de prestarle tanta atención, y enfocarnos en lo que Cortázar realmente quiere
que veamos. Yo mismo creo que habría disfrutado más la novela sabiendo
exactamente cómo comienza y cómo termina, para después darle una nueva y
completa lectura a través del Tablero de Direcciones. Esto permite una suerte
de efecto de distanciamiento (como diría Brecht),
permite que el argumento no te distraiga, y te enfoques en las ideas, en la
forma, en los símbolos, en la transgresión del texto, etc.
La transgresión como forma central en “Rayuela”
Lo que, en definitiva, se pone en tela de juicio con
textos postmodernistas como éste es la línea divisoria entre realidad y
ficción.
En Rayuela
se rompe con TODO.
Los límites del relato se aparecen como difusos (principio y
final se ven entremezclan con el nudo), la linealidad narrativa se quiebra,
aparecen historias dentro de historias (como una especie de estructura de “caja
china”). Hay personajes que leen de sus propias vidas ficticias, situaciones
que se contradicen y un prominente uso de la parodia.
Todos estos elementos son características de la narración metaficcional, en la cual se
pone en un primer plano la idea de quebrar con las costumbres tradicionales de
la novela realista.
Rayuela
es transgresión pura porque lleva a la práctica todas y cada una de las
transgresiones narrativas posibles. Veamos: para empezar, ofrece por lo menos
dos lecturas de sí misma. Una tiene lugar siguiendo el convencional orden
cronológico de los capítulos (hasta llegar al número 56). El otro resulta de
seguir un Tablero de Comandos (que se facilita en la primera página) y que nos
lleva por una organización laberíntica que puede desorientar hasta al lector
más equipado.
La lectura con el tablero –que yo recomiendo para
una segunda lectura– mueve la narración hacia adelante y hacia atrás, y
el argumento se interrumpe constantemente con recortes de diario, escenas no
vistas (que complementan a la trama principal), anécdotas sin relación aparente
y fragmentos de notas de un tal Morelli.
El dato humorístico (Cortázar siempre fue un
bromista) es que, sobre el final del tablero, el capítulo 131 nos manda al 58,
y éste nos devuelve al 131. Así, quedamos atrapados en un bucle infinito,
insertados dentro del universo ficticio de la obra.
Entre un capítulo y otro, a veces no existe ni la
menor relación. En otros casos, estos se agrupan formando grandes ciclos. Luego
de los fatídicos eventos del capítulo 28 (la muerte de Rocamadour), por ejemplo, el libro –y Oliveira
también– divaga por la impresionante cantidad de 22 “capítulos prescindibles”,
antes de retomar el hilo argumental en el episodio 29.
En ocasiones, el contraste produce un efecto
irónico y otras veces la oposición es brutal. Ya mencioné antes el capítulo 28,
que narra la muerte del bebé Rocamadour. Va seguido del 130, un artículo del
diario londinense The Observer que
advierte sobre los peligros del cierre de cremallera en las braguetas. Otro
ejemplo claro de la transgresión como forma en la novela.
Horacio también es el transgresor por definición de
las costumbres burguesas. Un intelectual bohemio que tiene una actitud casi
terrorista en relación al arte y al lenguaje. Recuerda a los primeros
surrealistas (Bretón
y su banda) y, por qué no, a los miembros de la Generación Beat de los años cincuenta y sesenta, algo que también
ya comenté.
Sus teorías anarquistas plantean la destrucción del
lenguaje como lo conocemos. Dice: “¿para
qué sirve un escritor si no es para destruir la literatura?” Su admiración
por Morelli es válida y
completamente justificable, ambos comparten la necesidad de acabar con las
formas prefabricadas, los clichés, incendiar completamente el lenguaje,
prenderlo fuego.
Eso no es todo: la técnica de la novela es también
una suerte de collage donde se
entremezclan el comentario crítico y autoreflexivo, el lunfardo popular, la
mezcolanza de géneros y el desorden argumental.
La expectativas del lector, incluso las de un
lector habituado a los experimentos vanguardistas, son frustradas
inmediatamente. Frente al clásico modelo realista, Rayuela desorienta con una narración súper fragmentada donde el
punto de vista alterna entre el diálogo, la narración indirecta, lo epistolar,
la primera persona, el collage, el recorte de diario y el ensayo. Lo que es
peor, a las situaciones dramáticas (inclusive a las más trágicas) les sigue una
serie de episodios humorísticos que desentonan.
Todo vale en este discurso
polifónico que es Rayuela.
Del lector (de nosotros) se espera que pueda darle
sentido a la anarquía.
La búsqueda como tema central en “Rayuela”
Si la forma de la novela se caracteriza por la
transgresión, el contenido de la misma es una búsqueda constante. Y como forma
y contenido están indisolublemente unidos (funcionan orgánicamente) la
transgresión es también una búsqueda, y la búsqueda se convierte en
transgresión, necesita de ella para poder avanzar.
Los puentes, el caleidoscopio, el ovillo y la
rayuela son elementos simbólicos que encierran un significado esencial en la
novela. Todas estas imágenes evocan la búsqueda del protagonista. Son elementos
que, de alguna forma, comunican a Horacio con otro plano de conciencia donde él
puede llegar a alcanzar el “absoluto”, la revelación del hombre en toda su
plenitud: aquello que tanto anhela.
La rayuela no sólo cumple el rol de “juego
literario” (más sobre ese en el próximo apartado), sino que es la metáfora
central del texto. Una representación gráfica del progreso espiritual de
Oliveira, la mandala que lo invita a entrar a un cielo que se le aparece como
“inalcanzable”.
Se trata, en esencia, de una novela calidoscópica y
polimorfa que se despliega frente a lectores activos como la promesa de acceso
a un umbral, a otra realidad. De hecho, Rayuela
empieza con una búsqueda concreta: Horacio se pregunta, ya en el capítulo 1, si
“¿encontraría a la Maga?”. Cuatro
palabras que resumen el motivo principal de la obra: la búsqueda, y
consecuentemente nos enfrenta a tener que preguntarnos: ¿LA BÚSQUEDA DE QUÉ?
En la Maga se concentra todo lo que Oliveira
persigue: la felicidad, la pureza perdida, la esencia de ser. La busca en
puentes, entre las calles. La busca sin verdaderamente buscarla. (“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que
andábamos para encontrarnos”). Y ya en ese primer encuentro entre lector y
protagonista, este último nos revela que va a tener que seguir buscándola (“Y mirá que apenas nos conocíamos y ya la
vida urdía lo necesario para desencontrarnos minuciosamente”).
Oliveira es un tipo atrapado por su razón y por su
“hiper-intelectualidad”. Constantemente busca nuevos planos de la realidad,
pero su modo de pensar lo detiene. En lugar de vivir, se preocupa por “pensar
en vivir”. Él es consciente de esta contradicción, y por eso siente aquella
extraña fascinación por la Maga.
Mientras tanto, Lucia (la Maga) no reflexiona sobre el ser, sencillamente es. Horacio siente deseo por ella porque desea esa
espontaneidad y naturalidad de lo primitivo. Su mismo nombre hace referencia al
plano espiritual, a lo irracional, a lo asombroso.
Morelli –si bien es un personaje secundario–
también tiene su propia búsqueda personal, de carácter más académico, y lo
mismo sucede con el resto de los personajes. Todos buscan algo que los
complete, que los realice, que les permita alcanzar el cielo. Y el lector
también, si es el tipo de lector activo de Cortázar propone, será
inevitablemente un buscador. Es tarea del lector penetrar en el texto desde
cualquiera de las aristas (virtualmente infinitas) que se abren en el mismo.
“Rayuela” como juego literario
La obra propone un concepto más bien lúdico del
arte y la literatura. Uno en el cual es fundamental la participación del
lector.
El texto prácticamente pide a gritos que se dé
origen al diálogo, el carácter conversacional invade todos los aspectos del mismo.
El contenido y la forma se reflejan como espejos a través de la búsqueda que
comparten los personajes (Oliveira, Morelli), el lector (nosotros) y la
novela misma.
Ahora bien, si el orden de los capítulos sugerido
por el autor es deliberado, y si los capítulos de la tercera parte completan
los de las dos primeras, tenemos que concluir que el "Tablero de
Dirección" que nos ofrece Cortázar
no es algo para tomar a la ligera.
Era muy conocida la pasión que tenía Cortázar por
los juegos. Tanto la rayuela misma (como se juega en la Argentina y en Europa)
como el “mandala” (símbolo budista que Cortázar pensaba en un principio
utilizar como título de la novela) son concebidos por el autor como juegos
metafísicos, iniciativos, de aplicación existencial. Los que han leído bastante
de Cortázar saben que él concibe la vida humana en términos de una búsqueda de
un orden superior.
El significado del “Tablero de Dirección” en
Rayuela tiene que ser definido considerando esta preocupación de Cortázar por
el lector. Si el tablero es, en cierto sentido, un juego, la intención del
autor es que se tome este juego muy en serio.
El que lo haga, el que decida ser
ese "lector cómplice" entrando en el laberinto cortazariano, puede
ser que llegue a una perspectiva más amplia de la literatura y de la realidad (precisamente
lo que querría el autor).
La aventura intelectual que ofrece Cortázar exige a
un tipo de lector que no es compatible con el consumidor “pasivo” de la novela
tradicional. Ese “lector-hembra”, según define Morelli como “el que no quiere problemas, sino soluciones”
es despreciado de forma manifiesta por los protagonistas (Morelli y Horacio,
principalmente) y también por la ficción misma.
Pero para eso quizás sea mejor dedicar un apartado
a ese personaje tan particular que es el viejo Morelli.
La teoría “Morelliana”
La sección “De
otros lados” está compuesta a base de fichas, recortes, notas, citas. Este
collage contiene, explícitamente incluso, los postulados básicos que expone
Cortázar sobre cómo hacer Literatura. El protagonista de esta sección es, sin
duda, un tal Morelli, un oscuro escritor admirado por todos los del Club de la Serpiente.
En su momento, esta tercera parte sorprendió a los
lectores acostumbrados al Cortázar de cuentos más redondos y autoconclusivos,
aquellos que estaban meticulosamente estructurados.
En Rayuela
se experimenta la pérdida del valor conceptual de los signos, un tema que hoy es
más recurrente en la narrativa contemporánea. Todos los personajes de Cortázar
sienten cómo el lenguaje se convirtió en un instrumento imperfecto y hasta
engañoso.
Así surge, por ejemplo, el gíglico, un lenguaje
inventado por la Maga que resulta una burla del tradicional. El célebre capítulo 68 contiene un excelente
ejemplo de esta lenguaje fabricado:
«Apenas
él le amalaba el noema,
a
ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias,
en
salvajes ambonios, en sustalos exasperantes (…)»
No se precisa más que un poco de imaginación para entender
que el pasaje es una pícara y divertida descripción erótica del acto sexual.
Los llamados “Capítulos
prescindibles” de Rayuela contienen, abiertamente, las ideas de Cortázar
acerca de su teoría de creación literaria. A través de Morelli (una suerte de alter-ego), Cortázar
impone una doble intención:
1.- Discutir un proyecto literario global.
2.- Reflexionar sobre la novela misma.
Es en estas reflexiones donde el lector comienza a
ocupar un lugar activo y central.
La obra sobre la que comenta Morelli en Rayuela es, innegablemente, Rayuela, o por lo menos una novela
destinada a tener la misma premisa literaria que ésta. De ese modo, la novela
se convierte en teoría y práctica de sí misma.
Me encanta el episodio en el que Horacio y Ettiene visitan a Morelli en el hospital (capítulo 154). Acá no sólo se nos revela que fue Morelli quien tuvo
el accidente que Oliveira vio en un capítulo anterior, sino que además, en el
diálogo, Morelli les propone que organicen su manuscrito de una novela (¿Rayuela?) de acuerdo a unas
instrucciones más bien vagas, y que luego lo publiquen.
Oliveira enseguida expone su miedo a “meter la
pata”. La respuesta de Morelli es impagable:
«Mi
libro se puede leer como a uno le dé la gana. (…)
Lo
más que hago es ponerlo como a mí me gustaría releerlo.
Y
en el peor de los casos, si se equivocan, a lo mejor queda perfecto.»
Exactamente lo que hizo Cortázar. Toda una teoría
de la Literatura resumida en unas pocas palabras.
Durante una de sus reuniones, los miembros del Club
resumen las ideas de Morelli de esta forma:
“Lenguaje
quiere decir residencia en una realidad, vivencia en una realidad.
Aunque
sea cierto que el lenguaje que usamos nos traiciona
no
basta con querer liberarlo de sus tabúes.
Hay
que revivirlo, no re-animarlo”.
El papel
triple de Morelli (como crítico literario, autor y lector) también se corresponde
con los personajes del Club, que organizan, leen y discuten su misma obra. Esto
es tremendo… los propios personajes leen y comentan sobre una novela que sería
la misma que está siendo simultáneamente escrita por el autor. Y en todo este
lío, nosotros (lectores) reproducimos una dinámica similar. Las diferencias
entre producción y recepción, emisor y receptor, autor y lector, Dios y hombre,
son cada vez más pequeñas.
En el impresionante capítulo 34, famoso por contener una trama doble e interlineada,
Oliveira se queja de las lecturas de la Maga. Las líneas impares de la novela
reproducen el comienzo de la obra “Lo
prohibido” del escritor español Benito
Pérez Galdós (considerado por Cortázar como el “prototipo de la novela
realista”). Mientras tanto, las líneas pares reflejan la burla de Horacio (y
del autor) expresada como un monólogo interior.
Leer este texto es realmente complicado (y exige un
nivel de concentración altísimo) pero es una verdadera joyita literaria por
cómo se van intercalando los dos fragmentos.
El proyecto de Morelli es, entonces, el de un tipo
de narrativa que requiere de un lector dispuesto a participar del juego. Acá la
idea de Rayuela como juego literario
cobra un nuevo sentido, y también lo metaficcional. Morelli (Cortázar) quiere que nos aventuremos a explorar el Tablero
de Comandos, completar los intersticios y vacíos que aparecen en el texto y
comenzar un diálogo con la obra en sí.
Lo que Morelli/Cortázar busca es quebrar los
hábitos del lector “cómodo”, romper con los esquemas rígidos e impuestos por la
realidad burguesa del momento. La novela es arcilla, tiene que ser modelada por
cada lector para darle la forma final. De nuevo: búsqueda y transgresión
parecen retroalimentarse una a otra, son parte de una misma cosa.
Más tarde, Cortázar seguiría utilizando su “teoría
literaria” como disparador para el resto de sus novelas. El ejemplo más preciso
es, quizás, «62/Modelo para armar»
(en la novela, el capítulo 62 está compuesto por notas y garabatos escritos por
Morelli, con la intención de juntarlos y armar una obra).
Rayuela
fue el puntapié inicial, el primer ataque. Acá plantea una preocupación (ya
formulada antes por los Formalistas
Rusos) que no puede dejarse pasar: la forma y el contenido tienen que estar
indisolublemente unidos.
El misterio del capítulo 133/55
Hablemos un poco poquito del capítulo 55. Argumentalmente es importante porque Talita le comenta a su esposo Traveler que
Horacio la besó. Están en la cama conversando. Sin embargo, el episodio tiene
un par de cosas muy particulares.
De seguir fielmente las instrucciones del Tablero de Dirección, nos quedaríamos
sin leer este episodio 55 (duplicado y expandido por el 133), y acá vemos una
de las clave de la estructuración cortazariana.
Al 55 sólo se llega “haciendo trampa”, salteando
las casillas del tablero. Presenta a Traveler
en la noche decisiva, emborrachándose mientras espera a su mujer. En el 133
vemos la misma conversación en su versión completa, incluyendo detalladamente
los pensamientos, las teorías de Traveler desmenuzadas, su borrachera, sus
pensamientos.
También, entre los capítulos 129 y 133, Traveler
está muy contento leyendo la propuesta de una sociedad utópica, una propuesta
de un tal Ceferino Piriz. Sugiere una
“gran fórmula en pos de la paz mundial”. La propuesta de Piriz es una idea
utópica de ordenar el mundo, clasificándolo de una forma bastante absurda. Una
vez más aparece la transgresión al orden cerrado, presente también en las
cartas de Morelli (“mi novela se puede leer como sea”).
A lo
mejor, al lector también se le está sugiriendo romper con el orden cerrado que
se imponía en la novela tradicional.
Pero volvamos a la ausencia del capítulo 55 en el
Tablero. No quedan dudas de que fue adrede, pero lo curioso es que en algunas
ediciones fuera de Argentina, los
editores eligieron incorporar el capítulo en algún punto arbitrario; pensaron
que había sido un error del editor original.
Así, en algunas versiones alemanas aparece entre el
129 y el 139, intercalado en los capítulos «prescindibles». En la edición rusa,
en cambio, se colocó justo detrás del capítulo 133, lo cual tiene también algo
de sentido. Los chinos hicieron algo curioso: el capítulo perdido está justo
después del 131, rompiendo el bucle infinito que propone Cortázar al final del
libro.
Los capítulos de “Rayuela” más llamativos
En el último apartado quiero indicar una serie de
capítulos que me resultaron importantes porque tienen formas extrañas o
impactan desde lo argumental. Sin duda puede hacerse todo un análisis de cada
uno de ellos. Quizás, en un futuro, los observe con más precisión:
► Capítulo 7 (“Toco tu
boca…”)
Una especie de poesía en prosa. Hay quienes han
afirmado que el capítulo 7 es una de
las hojas más perfectas de la literatura universal. Tiene una relativa autonomía con respecto a Rayuela, y no es el único episodio que
parece poder pertenecer a una obra completamente diferente.
Lo loco es que este es el único capítulo que queda
encerrado en el mismo orden entre capítulos en una y otra forma de leer el
libro (lectura secuencial y lectura con Tablero
de Dirección). Estudiosos han llegado a conjeturar que, entonces, el
capítulo 7 tiene que estar necesariamente en aquel único lugar, entre los dos
libros que constituye Rayuela, como
una suerte de engranaje que conecta.
► Capítulo 28 (La muerte de
Rocamadour)
Uno de los más brutales del libro, el que dispara
toda la acción de la segunda parte (“Del
más acá”) y la última vez que vemos a La
Maga. Un umbral que marca un antes y un después. Hay muchísimo para
reflexionar sobre este violento episodio de Rayuela, uno de los más famosos.
► Capítulo 34 (El capítulo
doble)
Uno de los máximos representantes de la
transgresión literaria de Cortázar
en Rayuela, y que ya mencioné a lo
largo de la nota. Dos historias en un mismo capítulo, escritas línea por medio.
Las líneas impares (1,3,5,7..etc) forman la primera historia ("En
septiembre del 80 pocos meses después de haber muerto mi padre...") y las
pares forman parte de la segunda historia.
Hay muchísimo jugo para sacarle a este pequeño
texto, y muchos se han embarcado en realizar diferentes análisis estructurales.
► Capítulo 41 (El de los
tablones)
La historia de los tablones está entre las más
conocidas del libro.
Traveler
y Oliveira están aburridos en un día
de calor (viven uno en frente del otro, ventana de por medio) y deciden
fabricar tablones para hacer un absurdo puente. El problema consiste en atar
los tablones que salen de ambas ventanas. Talita, que acaba de bañarse y está
desnuda, es quien tiene que aventurarse sobre el tablón para atar la soga.
Es un pase de comedia, divertido, donde vemos a una
Talita que se queda asustada en el medio
y no sabe si ir con Horacio o con su esposo Traveler. Es especialmente
ingenioso siendo que hay una especie de “triángulo amoroso” o cosa extraña
dando vueltas por ahí. Buen capítulo.
► Capítulo 66 (El fin de
Morelli)
Ya
lo mencioné en esta otra nota, así que no me voy a extender en el mismo.
► Capítulo 68 (“Apenas él
le amalaba el noema…”)
Seguramente el capítulo más famoso de todo el
libro. Quienes nunca han leído Rayuela saben que existe un episodio, escrito en
un idioma inventando por Cortázar (el gíglico),
que habla de la relación sexual.
Hay quienes se
animaron a traducirlo desde el gíglico al español, pero lo verdaderamente
desafiante habrá sido llevar el gíglico a ruso, chino, japonés, alemán. Nuevamente
aparece la transgresión como máxima expresión, y la búsqueda (real, terrenal)
que se debe hacer para lograr llevar el texto hacia otros idiomas.
Investigadores afirman que Cortázar podría haberse
inspirado en el idioma inventado por Lewis
Carroll (el jabberwocky), pero
hay también muchos antecedentes de escritores que crearon idiomas en Latinoamérica
(Oliverio Girondo) o incluso en
escritos medievales como los de Tolkien.
► Capítulo 69 (El que está
escrito como el orto)
Este capítulo es una noticia sobre la muerte de un
coronel que creen que se suicidó. La noticia se llama "OTRO SUISIDA"
y, como su título, la noticia completa está escrita con una ortografía
diferente, incorrecta, horrible, desagradable a la vista.
Creo que Cortázar, gran bromista, quiso hacer
muchas cosas con este texto, pero me guardo mis opiniones para otra vuelta.
► Capítulo 96 (el de la
sesión del Club)
Este episodio tiene la particularidad de cambiar de
idioma varias veces, alternando entre el español, el inglés y el francés.
Relata una de las sesiones del Club de la Serpiente. Para complicar más las
cosas, el narrador también tiene la manía de juntar algunas palabras.
Otro ejemplo de transgresión en la forma, y otra
situación en la que me pregunto cómo habrán llevado el libro a otros idiomas.
Palabras finales
En Rayuela,
el texto no se ofrece gratuitamente como algo “acabado” y susceptible a una
única visión posible. La idea de que una obra contiene verdades universales o
significados específicos se somete a una deconstrucción demoledora. Así, el
texto se concibe como un potencial que exige la labor actualizadora del lector,
un lector atento, un lector activo, comprometido.
► La obra cumbre de Cortázar nos invita a reflexionar sobre la misma organización de la
Literatura. A través de nuestra experiencia como lectores, llegamos a ser
capaces de descubrir facetas desconocidas de nuestra propia conciencia. Este
efecto de autoreflexión y participación activa revela la intención de compartir
responsabilidades entre el emisor y el receptor, y de buscar incansablemente la
identidad en el texto.
Del encuentro con el texto es de donde surge Rayuela, como anti-novela.
Personalmente, disfruté mucho la lectura, si bien fue una de las más difíciles
que tuve que hacer en toda mi vida.
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=>> Otros sobre CORTÁZAR y la literatura argentina en el blog: “Instrucciones
para aconsejar a través de frases”; “La
borra del café, novela de 1992”; “Casa
tomada, un cuento de 1946”; “Cortázar
y el mito de Circe”; “Las
5 mejores instrucciones de Julio Cortázar”; “Técnicas
narrativas (V): El cadáver exquisito”.
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He leído este libro de las dos formas posibles. Y la verdad que no me convence.
ResponderEliminarEs un libro fallido o es un libro que no estoy capacitado para apreciar. O en como en la paradoja cuantica del gato, ambas a la vez.
No entiendo lo del regreso a la Argentina.
Y he desarrollado una cierta antipatía a Horacio Morelli, por la forma en que trata a La Maga. Cuando ella desaparece de la novela, termina mi interés por esta novela.
En cambio, sí aprecio 62/ Modelo para armar. Sospecho que es un mejor libro.
Muy buen analisis.
Saludos.
Está bueno esto de que "Rayuela" no sea universalmente alabado. A mi me encantó mucho, pero puede entender porque a uno podría no gustarle... de hecho, me costó muchísimo leerlo, se me hizo pesado, difícil, desafiante. Quizás llegó en un buen momento a mi vida, quizás esta bueno para meterlo entre dos novelas ligeras. Quizás, a lo mejor, 62/Modelo para armar es superior. Es uno de los que tengo pendientes para el futuro.
Eliminar¡Saludos, Demiurgo!
que buen comentario y explicacion de Rayuela , la verdad que siempre me gusto pero nunca me atrevi a comprarla, y creo que estuve bien pues de acuerdo a tus comentarios ,no la hubiera entendido, y tal vez tampoco la hubiera terminado de leer por extensa y complicada para mis pocos conocimientos literarios . Gracias por tus notas y comentarios interesantes que publicas Saludos Abu
ResponderEliminar¡Gracias Sra. Abuela! Ya estaremos por allá.
EliminarYa estoy por terminarlo y lo leí utilizando el tablero de dirección, pues Cortázar dijo que sería muy pretencioso de su parte que los lectores lo leyeran dos veces, por lo que la forma correcta es la de utilizar el tablero de dirección como el lector cómplice. Cabe mencionar que al principio me resultó difícil entender el la historia, pero después todo Hiba cuadrando, como si fuera un rompecabezas que iba agarrando forma, así que pude entender lo real, de lo irreal, la esencia misma de esta obra.
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