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sábado, 1 de noviembre de 2014

“Cuidado, adultos jugando” (cuento)


No suelo colocar introducciones antes de los posts sobre cuentos míos, pero en este caso hago una excepción. Ayer por la noche (viernes 31 de octubre) el siguiente mail llegó a mi casilla:

«Como miembro de la Subcomisión de Cultura y en nombre del Centro Nativos Puntaltenses, me es grato informarle que su obra “Implacablemente suyo” ha obtenido el 2º Premio en el género Cuento del 1º Certamen Literario “Dr. Juan Atilio Bramuglia” organizado por esta Institución.»

El anuncio, por supuesto, me dejó absolutamente sorprendido. Tuve que leerlo varias veces para convencerme de que me estaba equivocando. "Implacablemente suyo" es uno de mis relatos preferidos y me alegré muchísimo por el reconocimiento.

Lo más extraña (quizás, lo más loco) es que no voy a poder estar presente en la gala de premiación porque ese mismo recibiendo otro premio en Junín, provincia de Buenos Aires. Es una coincidencia increíble, única. Hace unas semanas me avisaron que una obra mía había quedado seleccionada entre las 15 mejores de 1930 relatos en el "XLIII Concurso Internacional de poesía y narrativa ELEGIDOS 2014”, y va a formar parte de una próxima Antología Digital Internacional. La cena de gala y entrega de premios es exactamente el sábado 29 de noviembre, el mismo día que la entrega de premios del otro concurso.

Dos premios nacionales en un mismo día. ¿Qué tul? (Ni yo me lo creo aún).

Voy a subir los cuentos ganadores y contarles cómo me va a lo largo de éste y el próximo mes. Mientras tanto, los dejo con este pequeño relato que escribí recientemente. ¡A ver qué les parece!

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Cuidado, adultos jugando


Hay muchas cosas en los alrededores de la plaza Rivadavia: un monumento al célebre personaje histórico, farolas de 1925, una gran fuente en mármol de carrara, inglesa, enmarcada por cuatro pilares pequeños. Está la catedral y en el extremo opuesto el palacio municipal. También se ven cosas que la gente no distingue, que nadie nota. Letras del abecedario, tierra, árboles y un pedazo bastante grande de cielo, cartelería, perros, palomas y hasta seres humanos. La 500. La 504. La 319 en su recorrido de regreso. Decenas, no, centenas de micro-acontecimientos, acciones simultáneas. Una joven está sentada en un banco frente al Café Rodríguez, fumando un cigarrillo. A su lado una mujer se abanica. 

Asfalto. Más seres humanos.

El lector comprobará que —salvo una ligera reflexión de carácter general— mi texto es apenas la enumeración de lo que uno percibe en cualquier espacio verde. Todavía no se ha introducido un conflicto, ni a los personajes principales. Es una pobre excusa de introducción a una narrativa. Lo que ocurre es que se hacía preciso describir lo que pasa cuando no pasa nada. Solo así puedo introducir a mis protagonistas.

Saluden a Florencia, de veintiocho años, y a Mariela, de treinta y cuatro. O no lo hagan. De todas maneras, ellas están sumergidas en su propia conversación.

— Te digo una cosa, no teníamos una ola semejante desde el 2009 —dice Mariela mientras agita su abanico. Tiene razón, el aire en la plaza tiembla por el calor intenso—. No se puede estar ni a la sombra —agrega sacudiendo la cabeza.
— Ni hablar. ¡Y no sabés lo que me gasto en aire acondicionado! —comenta Florencia al tiempo que exhala una larga bocanada de humo—. Igual, hoy la plata no alcanza para nada.
— ¡Qué querés que te diga! Comprás dos pavadas y ya te gastaste cien pesos. En casa usamos ventilador de piso; si no, no llegamos a fin de mes. Yo ya ni el diario leo. Son todas malas noticias. Hasta que no cambie el gobierno, esto no va a cambiar.

— Son todos una manga de mentirosos, y corruptos. El gobierno, la policía. La gente... la gente anda loca, loca. Te matan por dos pesos.
Frente a ellas, los niños siguen jugando y gritando. Se lanzan por el tobogán y giran en la calesita.
— ¿Cuál es el tuyo? —pregunta Florencia.
— El rubiecito, que está con esa nena. Tiene cinco, es un amor, ¡no sabés!
— ¡Esa es mi hija! Parece que ya se hicieron amigos —ríe Mariela—.  A veces pienso en su inocencia y me da mucha envidia.
— ¿Te enteraste lo del colectivero? Dos tipos se le suben al bondi, como el chofer no los deja viajar sin pagar, le fracturan dos de dedos de la mano. Después le sacan la plata de la billetera. Ochenta pesos.
— ¡Qué terrible! Hoy te pegan un tiro aunque haya un menor presente. Se perdió el respeto por la vida humana. Me pongo a pensar en eso y me dan nauseas. Acá, así, no se puede vivir —Mariela se sobresalta de pronto—. ¿Y los niños? ¿Dónde están los niños?

A unos metros de distancia, detrás de unos arbustos, dos pequeños cuchichean.
— ¿La de allá es tu mamá? —pregunta Franco.
— Sí.
— Se la ve cansada.
— Siempre está cansada, y preocupada —dice Clara—. A veces me preocupa mucho. Por eso la traigo a la plaza, así toma un poco de aire y se tranquiliza.
— Te recontra entiendo. Mamá nunca está contenta, y se queja. A veces tiene miedo, pero nunca lo muestra. Yo también la tengo que sacar a pasear cada tanto, para que no esté tan seria.

Clara muestra frustración en su rostro.

— Los adultos nunca entienden nada. Me canso de tener que explicarles todo. ¿No te pasa?
— ¡Me requeterecontra pasa! Son re inocentes, creen que saben todo, y en verdad no saben nada. No quiero crecer nunca.
— Y ojalá que yo tampoco. ¿Me acompañás al sube y baja?
— ¡Ahí estaban!
Las madres se acercan a sus niños y los levantan a upa.
— ¿Vamos a casa, Fran? —le dice Florencia y luego mira a Mariela—. ¡Un gusto! Tal vez nos crucemos la próxima.
—Me hizo bien desenchufarme un poco —responde y mira a su hija—. ¡Ay nena! ¡Estás toda llena de tierra! Vamos a casa así te bañás.

A medida que las madres se dispersan con sus hijos, todo les sigue sin llamar la atención, nada destaca de lo habitual y la narración continúa sin un problema o conflicto principal hasta su abrupto y –hay que decirlo–  vulgar desenlace.


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=>> Otros cuentos de mi autoría, temáticamente relacionados: “Ana y el infinito”, “¡Bang, bang!”, “Esas cosas no existen” y “La historia repetida”.

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8 comentarios:

  1. Antes que nada, felicitaciones por los reconocimientos. Un gran impulso para seguir escribiendo ¿no? ¡Mucha suerte en la entrega de premios!

    Muy buen relato, una visión de los adultos al estilo Libertad (de Mafalda).
    Ahora me hiciste recordar el tema "Niños" de Viejas Locas -la época en que todavía el Pity escribía canciones con algún sentido-.

    Abrazo, es un gusto leerte

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    1. ¡Gracias, che! Bien ahí metiéndole intertextualidad a mi cuentito... no conozco ese tema de Viejas Locas (nunca fui fan), y me voy a buscar el que decís de Mafalda.

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  2. Muy bueno Lu ! Breve y bueno.. dos veces bueno... Saludos desde Las Floridas.

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    1. Ese es mi lema: bueno, breve y barato (escribir es gratis, por ahora)

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  3. Hola! Creo que ya te había comentado que el diálogo de las madres te quedó súper realista, pero lo que más me gustó, y esto no recuerdo si te lo dije, es toda la divagación del narrador, con ese tono que parece que estuviera conversando. Me gustó mucho el estilo.

    Por cierto, te felicito por tu doble premio!! Y qué locura que te los entreguen el mismo día, pero locura buena XD

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    1. ¡Buenas! Sí, sí... leí tu comentario en Literaturas. Igual, a este relato le cambié el final (no me gustaba el original) y arreglé unos detalles. El narrador es un fenómeno, un tipo para sentarte a tomar mates y que te cuente de su vida.
      ¡Gracias por estar siempre!

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  4. Pasate por mi blog a recoger el premio que tienes por tu blog www.curiosidadesdelmundojto.blogspot.com

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