Robots,
reglas y relatos de ciencia ficción que te dejan pensando. Aproveché una
antología sci-fi de J.F Geres que leí durante un viaje para hablar un poquito
sobre uno de mis géneros literarios favoritos.
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Un viaje por la literatura de robots
Siempre me fascinó la literatura de robots. Desde chico, Isaac Asimov me hacía sentir que las máquinas no eran solo engranajes y cables, sino espejos de la humanidad: su ética, sus errores y, muy especialmente, sus contradicciones.
Con el tiempo descubrí que no estaba solo en esto: la historia de la robótica literaria tiene giros locos, momentos melancólicos y finales que te dejan con la mandíbula floja.
Para esta nota se me ocurrió hacer un breve repaso cronológico, un par de homenajes y, al final, una reseña que combina viajes, momentos bizarros en Galicia y robots que se enferman.
Esta historia comienza en el siglo XVIII. Antes de la palabra “robot”, existían los autómatas: muñecas mecánicas, relojes vivos, máquinas que imitaban a la humanidad.
En la literatura, Hoffmann nos dio a Olympia, la muñeca perfecta y perturbadora. Los autómatas de esa época son prodigios y amenazas: te muestran que la línea entre lo humano y lo artificial puede ser más fina de lo que creemos.
La palabra que cambió todo se le debe a Karel Čapek en 1920. El escritor publicó R.U.R. (Rossumovi Univerzální Roboti) y nos acuñó la palabra “robot”, derivada de robota (trabajo forzado). Acá los robots no son todavía máquinas electrónicas, sino trabajadores sintéticos que, claro, se rebelan.
De ahí sale
la primera gran lección: las creaciones siempre nos devuelven la pregunta
incómoda de qué nos hace realmente
humanos.
La era dorada: Asimov y sus reglas (1940)
Isaac Asimov transforma la narrativa de robots con Yo Robot y otros relatos. Ya no son monstruos que destruyen al humano por default; son máquinas con reglas morales. Sus Tres Leyes de la Robótica son simples, aunque generan dilemas gigantes.
Hice una nota completa sobre las leyes hace unos años. De manera resumida son estas: 1) No hacer daño a un humano. 2) Obedecer órdenes humanas (salvo que choquen con la primera ley). 3) Protegerse a sí mismo (sin romper la primera ni la segunda).
Lo que viene después es inevitable: paradojas éticas, robots que interpretan mal las leyes y un montón de situaciones donde la lógica explota. Asimov convierte a la máquina en espejo ético de la humanidad.
Sus Tres
Leyes siguen siendo una brújula para la ciencia ficción: lógica pura que se
enfrenta a la ambigüedad humana. La gracia está en que nunca funcionan
perfectamente: siempre aparecen situaciones donde la interpretación de la regla
genera conflicto. Ahí nace la magia narrativa: ética, dilema y humor negro de
la robótica.
Bradbury: de lo doméstico y lo fantástico
No mucho tiempo más tarde llegó Ray Bradbury incorporando lo que podría llamarse la “melancolía tecnológica”.
Estamos en los años ´50 y ´60. Bradbury es distinto: no te da reglas, sino atmósfera. Casas que recuerdan, niños asesinados por su propia tecnología, soledad y nostalgia.
Vendrán lluvias suaves es un ejemplo clarísimo (y uno de los mejores cuentos que leí en mi vida). Acá la humanidad desaparece y la casa sigue funcionando, como un fantasma doméstico. El autor humaniza lo mecánico y nos recuerda que los aparatos reflejan lo mejor y lo peor de nosotros.
Lo
interesante de Bradbury es que no te habla de leyes ni paradojas; te muestra
máquinas que sienten o que son espejos de la soledad. Sus cuentos son fábulas poéticas, tristes y punzantes. El
contrapunto perfecto frente a la frialdad lógica de Asimov: emoción y
melancolía donde la tecnología es personaje y víctima al mismo tiempo.
Robots orgánicos, biotecnología y terror
Ya más cerca de nuestra actualidad, los robots se confunden con los humanos, son orgánicos, inteligentes, incluso pueden enfermarse. La ciencia ficción moderna mezcla filosofía, ética, terror y un poco de paranoia: ¿qué pasa cuando lo que creamos nos desafía?
Como caso de
estudio podemos mencionar la novela de Phillip Dick Do Androids Dream of
Electric Sheep? En este clásico absoluto del
género, Dick trae empatía,
identidad y límites de lo humano.
Reseña: Cuentos de robot (J. F. Geres)
Durante mi viaje por España, recorriendo Galicia y País Vasco, me llevé un libro de Jorge Facundo Geres. Lo había comprado en una Feria del Libro porque me interesó la propuesta.
Geres es de Bahía Blanca y combina escritura con su profesión (Medicina). Según cuenta en su obra, Asimov fue su chispa inicial para la ciencia ficción y la literatura de anticipación.
La obra se compone de 14 relatos de los cuales unos cinco o seis me parecieron especialmente memorables. La prosa de Geres es clara y sensorial. Hay una mezcla de influencias (Asimov y Bradbury, sin duda) con voz propia.
También encontré una linda variedad. Si bien la gran mayoría de los textos cubren el terreno de la ciencia ficción, también me topé con algún que otro relato de terror y misterio policial.
Mi cuento favorito de la antología, por lejos, fue “El robot enfermo”. Viajando por la zona de Ourense, los incendios habían dañado la infraestructura ferroviaria y nos tocó tomar un bondi. Fue ahí, con el motor vibrando y el paisaje incierto, que me encontré con esta joyita.
El Dr. Pablo Segura es llevado a un futuro donde los humanos dependen de robots orgánicos perfectos. La Dra. Silvan lo recibe para ayudar a recomponer robots que comienzan a enfermarse.
La atención al detalle acá es brutal: los robots son indistinguibles de los humanos y el desenlace te obliga a repensarlo todo. Me recordó a Bradbury por la textura y a Asimov por la ética, pero con un giro propio, creativo y emocional. ¡Cuentazo!
Otros textos destacados de la obra fueron Temporada de caza (atmósfera tensa, giro sorpresivo), Cuentos de robot (reflexiona sobre prioridades humanas y robóticas) y Llanto, un cuentito de terror inspirado en una conocida creepypasta, piel de gallina garantizada.
Un detalle absurdo (aunque gracioso). En “Yo conocí a Cecilia Príncipe” me faltaba literalmente la última hoja, así que el misterio que presenta la historia me quedó sin final.
Para los lectores
que disfrutan de la ciencia ficción reflexiva, con finales que te hacen pensar,
este libro es una gran recomendación.
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