Alejandro
Laurenza, un compañero escritor que entrevisté en esta
nota respecto a la particular forma en la que comparte su literatura, tuvo
la amabilidad de obsequiarme una copia de su novela El amor y la furia.
La historia –cuyo título parece inspirado en El ruido y la furia de Faulkner (quien,
a su vez, creó su propio título en base a un verso de Macbeth de Shakespeare)–
es una novela fuertemente psicológica, muy introspectiva, que tiene como
protagonista a Marcos.
Aparecen otros personajes, pero todos rodean a este
torbellino de emociones que es el personaje de Marcos, un porteño joven y
perdido debatiéndose lo que quizás sea el tema filosófico más intenso: ¿cuál es
nuestro motivo de ser, la razón de vivir en este mundo?
La filosofía japonesa tiene un término específico para
esta búsqueda espiritual: Ikigai.
Se corresponde con un centro en el cual una persona
logra equilibrar aquello que ama con aquello para lo que es bueno, aquello que
el mundo necesita y aquello para lo que le pueden pagar (y ser, por ende, un
medio económico de vida). En otras palabras, implica balancear la vocación, la
profesión, la pasión y la misión que cada uno siente adentro suyo.
No es cosa fácil, eso está clarísimo.
El amor y la
furia nunca hace referencia directa a este concepto japonés, ni tampoco
llega a ser tan existencialista, aunque sí esta temática sobre la búsqueda de
aquello con lo cual nos sentimos realizados es un leitmotiv en el relato de
Marcos y su relación con el resto del mundo: con su mejor amigo Javier, con su familia y con sus dos
novias que le conocemos en la novela: Celeste
y Eugenia.
Una frase de mitad del libro simplifica un poco
estas dos características de la novela: su componente psicológico y la búsqueda
de la razón de ser. Piensa el protagonista, a través del narrador:
«Y tal vez el secreto radicara en no pensar demasiado, sin que eso significara tampoco desoír los impulsos del más profundo yo. Quizá todo se resumiera en zambullirse entero en el río tormentoso e inesperado que es la vida, y dejarse llevar blandamente, y bracear sólo un poco cuando las ganas y la intuición lo exigen, y no buscar nada, y no esperar nada.»
El conflicto se dispara desde la primera hoja con
una premisa interesante. Presenciamos el asesinato de un hombre por una mujer; no
sabemos las identidades de estas personas. Luego se retorna al pasado para presentar
a los personajes y llevarnos, poco a poco, hasta aquel trágico y frenético
desenlace.
El misterio de estas identidades se mantiene
durante la primera parte de la obra, que ocupa la mitad del desarrollo. Luego
aparece un salto temporal de varios años donde terminan de cerrarse los cabos sueltos.
Como historia de desamor (porque más que cualquier
otra cosa, es una historia sobre separaciones, y no exclusivamente románticas)
se siente muy cercana por la manera en la que Laurenza trabajó a los personajes, que se asemejan mucho a
cualquiera de nosotros, con sus virtudes y defectos.
No me quedan dudas de que hay muchos elementos
autobiográficos escondidos entre las páginas. Primero porque, de lo poco que conozco
al autor, pude identificar algunos. Segundo porque es algo inevitable, y más en
las primeras obras literarias. Nos agarramos de lo que conocemos para comenzar
a escribir.
Stephen King,
por nombrar un ejemplo, no se cansa de ubicar sus historias en su pueblo natal
e, incluso, de decorarlas con detalles de su propia vida (el accidente casi
fatal que vivió en 1999 le dio forma a muchos de sus escritos y es hasta un
giro argumental clave en la trama de una de sus obras más épicas).
Respecto a la forma del texto, no me fascinó el
estilo indirecto que utiliza El amor y la
furia. Admito que se trata de una cuestión personal. En realidad, el autor
utiliza el diálogo libre, que es una variación del estilo indirecto. Esto es:
no usa comillas, ni guiones, ni cambia de línea con cada intervención. El
diálogo se introduce al lector de forma natural y dentro del párrafo, en medio
de la narración.
La novela presenta diálogos mínimos que apenas se
limitan a pequeños intercambios. Es el narrador quien se mete en la cabeza de
cada personaje para exponer sus pensamientos y emociones.
En mi opinión, el estilo de diálogo libre es muy restrictivo
porque no permite darle voz a cada actor en la novela. Hace que todos hablen
igual y sin "esencia" (si se quiere), porque su voz se transmite a
través del narrador.
Me parece que más diálogos directos entre
personajes podrían haber avivado más este relato que está, por momentos,
sobrecargado de un narrador entrometido. De todas maneras, ayuda mucho a que
fluya la narrativa el hecho de que todos los capítulos son muy breves, de
apenas dos o tres hojas.
Laurenza
indudablemente tiene madera de escritor y deja fluir bien las ideas. Algunos de
sus pasajes tienen una calidad literaria envidiable. Esto no significa que sea
una novela perfecta. Existen varios vicios de escritor (inevitables incluso en
los más profesionales) y ajustes que podrían revisarse en subsiguientes
ediciones.
Escribir es un oficio en el que uno nunca termina
de aprender, y siempre hay que andar haciendo ajustes y calibrando los
procesos. Por más bueno que uno sea, siempre es preciso una corrección
literaria por parte de alguien externo. Hasta Stephen King (siguiendo con su ejemplo) tiene editores y
correctores literarios que revisan sus trabajos.
Sin embargo, ni los detalles técnicos ni el uso del
diálogo libre evitaron que disfrutara de esta historia. La relación de Marcos y
Celeste está bien trabajada (quizás haya sido sólo yo, pero había algo de Horacio
Oliveira y La Maga en esa dupla) y me gustó cómo se fue llevando el
suspenso hasta el impactante final.
Quienes se animen a darle una oportunidad, El amor y la furia es una lectura
contemporánea muy disfrutable que invita a la reflexión y hasta puede servir de
disparadora para debates interesantes. No quiero profundizar demasiado en la
trama para evitar arruinar algunas sorpresas.
Es una ligera y refrescantemente sincera pequeña novela
presentada como fragmentos para una cronología del desamor… y la tragedia. La
recomiendo.
Pueden conseguir más información sobre la novela (o
consultar de qué forma puede adquirirse) directamente desde la web del autor: Aprendizaje
Literario.
***
«La vocación, el destino, el amor agazapado en cualquier esquina. El desconcierto de estar vivos, la ternura, la felicidad transparente y efímera. La razón socavada. El final. La furia. En el asesinato inexplicado de un hombre se inicia esta historia. Y a partir de allí van surgiendo, como en un rompecabezas, las circunstancias que lo hicieron posible.»
(El
amor y la furia. Contratapa)
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