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miércoles, 22 de julio de 2015

La nostalgia ya no es lo que era (II): “Tamagotchi”


Si fuiste un pibe en los 90´s seguramente tuviste un Tamagotchi. (Y si viviste en Argentina seguramente fue uno trucho). Hablamos de la mascota digital y de bolsillo creada en Japón, y distribuida por Bandai, que fue sensación mundial por un buen tiempo.

En Argentina, como en toda América, llegó de contrabando en 1997 y podías comprarlo en quioscos o jugueterías. El primer Tamagotchi se lanzó en 1996 y resultó un éxito instantáneo. 

Es muy loco pensar que hoy un niño crece con tablets, celulares smart y videojuegos avanzados, pero en aquella época nos divertíamos con un pequeño dispositivo electrónico con la forma y el tamaño de huevo y una pantalla en blanco y negro pixelada que almacenaba a una mascota virtual.

Originalmente fueron diseñados para las japonesas adolescentes, para que pudieran darse una idea de lo que sería cuidar a un niño. 

Pero lo terminaron adquiriendo todos, desde altos directivos (lo veían como un elemento anti-estrés) hasta amas de casa aburridas y adolescentes precoces. Y es que era realmente simpático. Mirá qué simpatico:



… solo miralo, ¡por el amor de Dios!

Algo que los Tamagotchies nunca hicieron fue prometer la eternidad; se negaban a proteger a los usuarios de la realidad más cruda de la vida. Así, nos enseño a nosotros (niños de los 90’s) muchas lecciones valiosas: todos necesitan comida, juegos y cuidado. Y después te morís. Y esto a veces podía llegar a ser verdaderamente traumático. Tanto que psicólogos e investigadores llegaron a definir el “efecto tamagotchi” como el desarrollo de un apego emocional hacia máquinas, robots o incluso software particulares.

(Al respecto, si todavía no vieron la película “Her”, de Spike Jonze, por favor háganlo. No tiene desperdicio).



"Eres responsable para siempre
de lo que has domesticado"

(Antoine de Saint-Exupéry, El Principito)

Y es que el sueño de todo niño es justamente eso: que su juguete preferido cobre vida. Los juegos de monstruos de bolsillo (Pokémon) y Star Wars, por su parte, sentaron las bases para que uno comenzara a sentir afecto por androides adorables.

Más tarde las versiones más nuevas agregaron la posibilidad de pausar el dispositivo, básicamente para que uno pudiera seguir con su vida. También empezaron a venir con juegos y la opción para interactuar con otros Tamagotchies, casarte y tener hijos. Pero a medida que se iba sofisticando, la premisa básica seguía siendo la misma: guiar a una criatura a lo largo de su claustrofóbica vida.

Hay algo de debate respecto al mayor tiempo que alguien logró mantener a un Tamagotchi vivo. Una coleccionista de nombre Kyliesmum afirma que pudo hacerlo por 5 meses y que se le murió porque olvidó setear su alarma una vez (básicamente: se quedó dormida y se le murió).

En el fondo el cerebro humano siempre necesita alcanzar “algo”, un objetivo, una meta. 

Por eso hay tantas personas infelices en el mundo a pesar de que pueden comer y dormir todo lo que quieran. La imperiosa necesidad de “alcanzar algo” es lo que finalmente nos permitió conquistar todo el mundo, descubrir los secretos del átomo o impulsarnos hacia el espacio. Los Tamagotchies representaron la forma más reducida y sencilla de cumplir este cometido: apretabas un botón y la mascota virtual vivía, reía, te agradecía. Con solo un botón cada tanto recibías un “¡bien hecho!” virtual. Esta sensación de logro se alcanzaba con facilidad, sin esfuerzo físico y casi sin esfuerzo mental.

Por otro lado, el Tamagotchi decidía cuándo tenías que apretar ese boton, así que ni siquiera era una cuestión de decisión nuestra.


Hoy el Tamagotchi no desapareció, sino que fue transformándose. Farmville, por ejemplo, es en realidad un Tamagotchi oculto. La franquicia de Digimon, también de Bandai, fue otro esfuerzo para seguir la idea en la nueva generación de chicos. Hay un animé inspirado en el dispositivo, podés bajarte apps que lo simulan en tu celular y existe muchísima música que lo referencia directamente. Una de mis preferidas siempre fue “Together Forever”  (de la desconocida banda Daze) que está plagada de menciones al Tamagotchi.

ESCUCHÁ, y con esto cerramos:



CAPÍTULOS ANTERIORES: Este post es el segundo de la “saga nostálgica” del blog. Date una vueltita por el primero: La nostalgia ya no es lo que era (I): Doom. ¡Hasta la próxima!


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6 comentarios:

  1. Sí, los recuerdo. No sé si era anti stress o lo incentivaba. Recuerdo que se dijo que los docentes se quejaban porque sus alumnos alimentaban a sus mascotas virtuales en clase, o hacían berrinches cuando se les morían. Creo recordar páginas dedicadas a la memoria de los tamagochis sucumbidos.
    Y creo recordar a Daniela Cardone, antes del exceso de tatuajes, con un tamagochi.

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  2. jaja tan simples eran? digo su forma, los recordaba como algo mas animado o con colores... eran un bajón, se morían por nada, cansaban.... recuerdo que mi hermano tenía uno y pasaba eso... insufribles...

    yo soy de la época de los Sea Monkeys.... así que no puedo criticar nada jaja...

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    1. Los primeros sí, eran simplones. Después empezaron a tener un poco más de cosas, pero yo siempre los recuerdo en blanco y negro.

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  3. Muchas veces pienso en mi propio Blog como un Tamagotchi, como algo a lo que cada tanto tengo que alimentar, prestarle atención y darle lo que necesita. A la vez me pregunto si está programado para morir o si existe alguien al que de un día para otro decide que muera, aprieta el botón y chau ¡trauma!. El 14 de agosto FrodoBlog cumple 5 años, probablemente mencione este post.

    Abrazo!

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    1. Acabás de volarme la cabeza, mal. ¡Es tal cual decís! Los blogueros somos una cosa muy extraña. A mí me pasa igual: este blog es para la gente, pero más que nada es para mí mismo. Lo veo crecer, escribo sobre lo que me gusta (a veces creo que hace de diario personal más que de blog sobre vicios personales). El mío tiene casi 3 añitos, y todavía está gateando.
      ¡Celebraremos el 14 de agosto, mi estimado!

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