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lunes, 22 de junio de 2015

“La ruta a Trascendencia”, de Alejandro Alonso


Una de las novelas de ciencia ficción más fascinantes que leí en el último tiempo. Y con el plus de ser argentina, pronto se convirtió en una de mis favoritas.

“La ruta a Trascendencia” de Alejandro Alonso (ganadora del premio UPC 2002, uno de los más importantes de España) nos introduce a Tony, un don nadie de treinta años y desempleado que llega al misterioso pueblo de Trascendencia en busca de un trabajo ofrecido por su primo Lando.

Trascendencia (que antes se llamaba Redención) bien podría ser cualquier pueblito dentro de las sierras de Córdoba (en Argentina). El lugar fue el sitio donde cayó una nave extraterrestre y se desató “La Guerra” (que duró nada más que quince días).

La vuelta de tuerca (la primera de muchas que presenta la historia) es que la nave alienígena generó efectos insólitos (casi fantásticos) en los alrededores de lo que se conoció como el Primer Epicentro.

Los habitantes comenzaron a vivir en una extensión del tiempo, como si pudieran ser conscientes de varios instantes de su existencia de forma simultánea. Por ese motivo, Transcendencia se convirtió en un pueblo cercado por tropas del ejército y en un lugar donde coexisten imágenes múltiples (“estelas”) del pasado, presente y futuro.


La premisa es genial porque el autor presenta las reglas con mucha claridad y luego nos muestra cómo esa forma de vida transformó la personalidad de los habitantes del lugar. Alejandro Alonso decidió enfocarse en lo que le pasaría a una persona viviendo en ese ambiente y cómo se relacionarían todos entre ellos. Los trascendis o “tracs”, como ellos mismos se denominan, viven extensamente en el tiempo (se les aparece como distorsionado) y es una dimensión más que se suma a las tres del espacio físico.

Ver el día a día de Tony a medida que va comprendiendo cómo viven y piensan los pueblerinos es una experiencia maravillosa. Curiosamente yo mismo redacté una historia de ciencia ficción que también trabaja el concepto de la tetradimensionalidad, pero con un enfoque diferente.

Sin arruinar nada de la trama ni de sus sorpresas, la temática de ciencia ficción que trabaja me pareció especialmente original. Algo de “ese estilo” había leído ya en un antiguo cuento de uno de mis autores argentinos favoritos (Manuel Peyrou, de quien ya hablé en este post). El relato se llama “Pudo haberme ocurrido” y trata de un narrador que se cruza siempre al mismo tipo en la calle hasta darse cuenta que son diferentes “versiones temporales” de esa misma persona. Si pueden encontrarlo, léanlo porque no tiene desperdicio.

La historia, por su parte, trata el clásico tema de “convertirse en nativo”.

Ya saben: cuando un agente externo se involucra en un nuevo mundo, raza, culto o sociedad, comienza a aprender su forma de vida y, finalmente, acaba aprehendiéndola. Es un argumento típico de la ciencia ficción (pensemos, por ejemplo, en “Una princesa de marte”, en “Un planeta llamado Traición”, en “Dune”, o incluso en películas recientes como “Avatar” y “District 9”). Alejandro Alonso le da un giro a esta temática al presentar un universo con pautas específicas y absolutamente diferente a las que todos conocemos.

Así, por ejemplo, los tracs (trascendis) pueden ver las estelas del futuro (básicamente, ellos mismos haciendo acciones en el futuro) pero si Tony (un tridimensional) cambia el futuro con alguna acción particular, ellos olvidan ese posible futuro. Me tomo el atrevimiento de copiar un extracto de la novela para demostrar la sencillez con la que el autor nos establece este concepto:

Un extracto del capítulo 2 (“No especularás”):

“—Mañana Eduardo va a morir —dijo la mujer sin la menor emoción, mientras enjuagaba el cepillo.
—¿Por qué? ¿De qué se va a morir?
—En el pueblo va a haber una riña y Eduardo va a participar. Eso lo va a dejar alterado y va a desbarrancarse en la ruta. Un accidente.
—¿Y si no va al pueblo, si se queda en casa?
—Tiene que llevar la camioneta al mecánico.
—La puedo llevar yo cuando vaya de regreso; te dejo el coche. Nadie tiene que morir.
—¿Quién habló de morir? —dijo Clara Sanguineti.
<Mañana Eduardo va a morir.>
Me acerqué un poco para ver su rostro. Había lágrimas en sus mejillas, pero su sonrisa no se condecía con esas lágrimas. Ella seguía cepillando la pared como una maniática. ¿Hablaba en broma o estaba loca de remate?
<Un accidente.>
—Vos hablaste de morir. Eduardo va a morir mañana al volver del pueblo.
—Yo nunca hablé de… —Se interrumpió y sonrió con incredulidad—. Ni siquiera tiene que ir al pueblo. ¿Podrías llevar la camioneta al mecánico?
—Sí, dame las llaves. Me voy ahora.
—No hay apuro.
—Está bien —improvisé—. Quiero darle una mano a Lando con el trabajo atrasado.
—Mentiroso —dijo ella y fue a buscar las llaves.
Intrigado por ese comportamiento, hice pruebas con un grabador. Registré lo que decían, cambié las condiciones de entorno de esas afirmaciones, obligándolos a pensar en nuevos eventos, y después les pasé las declaraciones originales.
Me preguntaban cómo lo hacía. Creían que era un truco.”

Brillante.

Más adelante, un científico con el que habla el protagonista le explica como esto “es un mecanismo de defensa. Y tan efectivo que funciona en todos los tracs, sin excepción. El cerebro humano se adapta maravillosamente a cualquier situación”.

De formas igualmente formidables, la novela nos cuenta que ellos son fríos porque comienzan a sentir las malas noticias mucho antes de que ocurran, que duermen mucho para que las estelas del pasado y del futuro se les reúnan en un mismo lugar físico (“la siesta era necesaria para que el inconsciente asimilara las experiencias de las estelas”). O cómo procesan la realidad en paralelo (“…creando un sistema de asociación de ideas en varios planos”). Algunos tracs más experimentados hasta pueden ver estelas del futuro 4 o 5 días hacia adelante (y esta habilidad se vuelve esencial para el desarrollo de la trama).

En el medio hay una serie de misterios y conflictos que van apareciendo y la tensión va en aumento hasta un dramático desenlace que me encantó. Todo esto lleva a que el libro te lo devores de un saque, siempre queriendo explorar más la realidad multitemporal que propone.

Si puedo discutirle algo a la novela es que, decididamente, se hace demasiado corta. Se compone de cinco capítulos relativamente breves. Sin embargo, aunque la extensión es moderada, no se confundan: la historia es excepcional, brillantemente compleja y con un tono coloquial que remite poderosamente a lo nacional.



Eso sí: hay que aclarar que (en mi opinión) no es para el lector casual. Solo un lector de ciencia ficción verdaderamente experimentado puede coparse con la historia, comprender fácilmente los conceptos que plantea y disfrutar verdaderamente la narración de Alonso. Este puede llegar a ser un punto en contra, pero a mí fue lo que más me compró.

A la hora de clasificar “La ruta a Trascendencia”, se hace evidente que pertenece al grado más duro del sci-fi, donde los detalles técnicos de la narración y el rigor científico son un foco primordial (incluso hay algunos artilugios literarios muy creativos para recordarnos que el protagonista siempre está viendo estelas del pasado acercándose hacia sus interlocutores). Creo que Alejandro Alonso no tiene nada que envidiarle a grosos del hard science fiction como Arthur Clarke o Isaac Asimov. Su obra es maravillosa por donde se la mire.

Lo mejor de todo esto es que pueden leer la novela gratis y online. Los cinco capítulos que la componen se encuentran en el último número de la revista Axxón (Axxón 263, febrero de 2015).


Axxón es una revista editada en soporte informático que se dedica casi exclusivamente a la literatura de fantasía, terror y ciencia ficción. Fue creada en 1989 por Eduardo Carletti y Fernando Bonsembiante y hoy sigue siendo una de mis principales vicios durante mis horas de oficina (sshhhh…). Hace muchísimos años que leo Axxón pero esta es la primera vez que tomo algo que haya visto allí para realizar un post.

Si se animan a leer “La ruta a Trascendencia”, tengan en cuenta que es una obra que no van a poder a soltar hasta el final (esto si se consideran verdaderos fans de la ciencia ficción). Después de leerla, se pasan por acá a decirme qué les pareció. ¡Hasta la próxima!



«No especulamos, no decidimos, no evitamos.
Lo que tenga que ser, será


 Lee la novela completa de Alejandro Alonso (“La ruta a trascendencia”) en la revista #263 de Axxón: http://axxon.com.ar/rev/2015/04/axxon-263-febrero-de-2015/

Blog de Alejandro Alonso: http://axxon.com.ar/cronoelipsis/

DE YAPA: “Demasiado tiempo”, el relato corto de Alejandro Alonso que luego el autor expandió conceptualmente para concebir su novela: http://axxon.com.ar/rev/2015/04/demasiado-tiempo-alejandro-alonso/


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=>> Otros posts de CIENCIA FICCIÓN en el blog: “Todos ustedes, zombies” (un relato de Robert Heinlein); “El hombre ilustrado” (antología de Ray Bradbury, 1951); “Ahogo, la ciencia ficción distópica de Guido Barsi”; “Una princesa de Marte”; “El fin de la Eternidad”; “No tengo boca y debo gritar” (un relato de Harlan Ellison).

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7 comentarios:

  1. Hola Luciano,
    He leído con enorme interés la reseña. Es un argumento muy original y desde mi particular experiencia no conocía ningún antecedente en literatura y en cine. Creo que adquiriré la novela. Además, está excelentemente reseñada. Me ha encantado.
    Un abrazo

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    1. Acordate que podés leerla gratis y online en el link de Axxon que dejé en el post. ¡Realmente vale la pena!

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    2. Muchas gracias por recordármelo, finalmente lo había pasado por alto. ¡Es estupendo!

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  2. La he leído. No es una historia fácil, sí recomendable para quienes están habituados a la ciencia ficción.
    Muy acertado el personaje de la científica.
    Bien retratado el pueblo.
    Gran emprendimiento Axxon, espero que vuelvan a actualizarlo.

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    1. Estoy de acuerdo: no es para el lector casual, sino más bien para un gran aficionado a la ciencia ficción. "Axxón" es una revista tremenda.

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    2. Interesante, pero creo que yo sería uno de esos lectores casuales. Todavía me falta mucho Asimov.
      Abrazo a ambos!

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    3. ¡Agendátelo para un futuro! =P

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