Páginas

martes, 6 de mayo de 2025

Mis días por Catamarca (parte 2)

 

El Tucumán que no fue, el “Machu Pichu” argento, la magia escondida de Belén, planes improvisados y otras cosas locas que ocurrieron en mis últimos días por Catamarca. Diario de viaje: parte 2 (y final).


 

***

Día #5 (martes 29/4) – El Tucumán que no fue

La primera parte del diario de viaje está por ACÁ.

Me levanté a las 7 am para hacer unas cosas en la PC que tenía pendientes. Ahí apareció Nicolás, un compa que había llegado la noche anterior al hostel. Era un guía de montaña que iba hasta el paso de Chile para hacer una travesía con un grupito.

Le conté de mi plan: hacer el sitio arqueológico de Shincal (ya había averiguado el tour para las 11.30 hs), pasar por Londres, visitar Belén y seguir para Tucumán. La idea era estar a la noche con mi amigo Adrián “El Tucu” Balart y salir de copas.

Nico me tiró información invaluable sobre las rutas y lugares para recorrer. Lo mejor era llegar por Ruta 40 a Tucumán (entrando por Tafí del Valle), y no la ruta más corta que pensaba tomar yo, que atraviesa el Parque Nacional. Sin embargo, me aclaró que son rutas muy sinuosas y con pendientes, por lo que debería manejar con cuidado y de día.

El plan era ambicioso y, si quería lograrlo, debía salir en ese preciso momento. 8.30 am estaba en el auto camino a Tinogasta. Era el lugar más cercano donde podía cargar combustible (ya estaba por llegar a la reserva). 

Al llegar, la YPF estaba cerrada y abriría recién a las 10 am. No me quedó otra que hacer tiempo y terminé saliendo, con tanque lleno, a las 10.30 am.



Ahí tuve que tomar una decisión difícil. Ya no llegaba al turno del Shincal de las 11.30 y el próximo era recién a las 14.30 hs. Podía hacer las 6 o 7 horas que me separaban de un tirón a Tucumán, por una ruta desconocida y hasta peligrosa, para ver a mi amigo y disfrutar una noche de joda con él…

…O podía quedarme a dormir en Belén y aprovechar mejor esos días ahí. Terminé optando por esto último y me desarmé en disculpas con El Tucu. Por suerte, lo entendió y no hubo mayores dramas por ese lado.

Gran parte de estos viajes no planificados / improvisados es estar abierto a cambiar las cosas sobre la marcha. Esos son los momentos que activan la magia y mantienen la rueda girando. El plan de llegar a Tucumán era inviable, pero el Universo tenía pensado mejores cosas para mí.

Datito de esos que me gustan a mí: en la ruta hacia Belén pasás por el kilómetro 4040 de la Ruta 40. Vi a varios motoqueros sacando la fotito obligada. Y yo hice lo mismo.


Llegué a Londres (Catamarca, no Inglaterra) a las 12:30. Ahí pensaba tomar el tour de las 14.30 hrs para visitar El Shincal de Quimivil, un sitio arqueológico incaico que sale 3000$ para turistas nacionales – sólo se acepta efectivo. (Y la gente de Londres, Inglaterra, no paga… ¡lo cual me pareció graciosísimo!).

Este sitio arqueológico fue un importante centro administrativo y ceremonial del Imperio Inca, fundado alrededor del año 1470. Se lo considera el “Machu Picchu de Argentina” por su relevancia y conservación.

Como tenía tiempo antes del tour, aproveché a almorzar algo en el comedor que, para mí sorpresa, estaba bastante lleno. Había llegado un agradable (y numeroso) bus turístico de mujeres mayores de 60. Formaban parte de un grupo llamado “Aventureras apasionadas” y generaban muchísima ternura.

Las guiaba Daiana, una pibe joven y canchera que hacía de guía, cuidadora, responsable de las redes y administrativa. Un combo brutal, pero satisfactorio (según me contó). El comedor se puso muy lindo porque un flaquito empezó a meter chacarera, con temones como “Luna tucumana”. Sentí que era la experiencia completa.

A una artesana llamada Vero le compré un collar de rodocrosita (o Rosa del Inca) para regalarle a Naty. Dicen que promueve la paz interior y aumenta la confianza en uno mismo.

El sitio arqueológico es bastante impresionante. Obviamente no está a la altura del Machu Pichu, pero me voló la cabeza enterarme de que el Imperio Inca llegó a territorio argentino.

La guía, Sandra, nos explicó que ellos sometieron a la cultura aborigen del lugar, los Diaguitas. Los Incas luego serían conquistados por los españoles, un círculo de violencia perpetuo.

Hay ironías hermosas en la vida, como el hecho de que sacrificaban al mejor guerrero de la tribu porque la bendición de los dioses sería más grande (pero también limpiaban al guerrero más polenta).



Algo más que nos dijeron es que Catamarca empezó a promocionarse como lugar turístico recién después de la pandemia, allá por 2021. Curiosamente fue ahí cuando yo me empecé a interesar por venir. Realmente creo que tiene MUCHÍSIMO potencial para crecer.

A la salida levanté a Vero que también iba para Belén. La piba se había hecho 230K con sus artesanías ese día, ¿qué tul? Me contó un poco sobre su vida y hablamos cosas generales. Venía re cargada con todas sus cosas, así que se alegró de que yo pudiera llevarla. La dejé en su casa y salí a buscar un hostel en el que pudiera quedarme. Nuevamente, no tenía nada armado.

Finalmente di con Hostel Bestezo, que me cobraba 15.000$. Y, como estaba otra vez solo, sería toda una linda casita para mí solo, con tres habitaciones y un patio enorme.

Cuestión que, como quien no quiere la cosa, había arribado en Belén, la capital del poncho más grande de Argentina. Cargué el mate y me fui a hacer el Cerro de la Virgen de Belén, donde la vista es bellísima.

La subido serán unos 30 minutos y llegás a sudar un toque. El desnivel es de unos 250 metros. Con ese balcón de la ciudad de Belén, terminé compartiendo los mates con Érica, una abogada y amante del trekking que me tiró la data para hacer el Cerro del Puma al día siguiente.


El centro estaba muy activo y lindo para pasear. La noche era agradable y había música en vivo en la plaza. Me detuve en el bar 1900 (frente a la plaza) y me pedí un jigote, plato típico del lugar. Es como una mezcla entre un pastel de papa y lasagna. Riquísimo.

Belén me resultó súper simpática. Hablé con gente random (¡y con un linyera croto!) mientras paseaba y regresé al hostel tipo 22.30. Mientras escribía en mi blog, con una birra y música de fondo, escuché ruido en el patio. Resulta que, por primera vez en este viaje, tenía a un compa: Abel.

El tipo era un catamarqueño macanudo que venía a vender quesos a la ciudad y necesitaba dormir ahí esa noche. Charlamos lo justo y necesario porque enseguida se metió a dormir. Yo aproveché a terminar de redactar estas historias y luego me fui directo al sobre.

 

Día #6 (miércoles 30/4) – Arañitas hiladoras y un trekking intenso

Me levanté pensando en que mi elección azarosa de hostel venía mejorando. Aquella casita estaba muy cómoda, completa y con un patio tremendo con vista a la montaña. El baño era amplísimo, las piezas increíbles. Y encima había pagado unos inexistentes 15K (insisto: ¡Catamarca es barato!).

Sin embargo, tenía que seguir. Me preparé la valija y salí. El plan era conocer los famosos telares y hacer el trekking al Cerro del Puma. Me fui en el auto hasta las Arañitas Hiladoras, donde me hicieron el tourcito. La cooperativa existe desde 2008. María me explicó el proceso del tejido y compré algunos recuerdos.



Más tarde, tomé un cafecito en la confitería del Hotel Belén. Necesitaba tener energía para la subida al cerro: una hora y media de ascenso con un desnivel de unos 600 msnm desde la base.

Avisé abajo que iba a subir (aunque a nadie le importó demasiado) y comencé a caminar a las 11.15 hs. Quince minutos más tarde estaba en la Virgen (adonde había estado el día anterior) y seguí camino hacia el cerro. Curiosamente, a medida que subía tenía mejor señal que en el pueblo, así que pude ir mostrando el recorrido con stories más o menos en vivo.

El camino está bastante bien indicado, pero a la hora y pico llegué a una zona que ya no estaba tan marcada y me desorienté un poquito. En un momento literalmente tuve que pasar gateando entre algunas ramas. Las espinas y plantas me hirieron (casi) mortalmente.

Hice cumbre a las 12.45 hs, un poco más rápido de lo esperado. No sé si le metí ritmo o la gente que me indicó el camino bolaceó un poquito. La subida tuvo sus momentitos intensos de aventura y lo disfruté muchísimo. Admirando la majestuosa vista de todo Belén, registré que estaba a 1806 msnm.

La bajada tuvo sus trampas también. Quise improvisar por otro lado y me terminé desorientando. Siempre tenía a la virgen (re chiquita a lo lejos) como guía, así que pude volver al sendero principal y retomar.

Sin embargo, bajando por una pendiente, mis zapatillas resbalaron y mi mano dio contra una planta de espinas, hiriéndome mortalmente por segunda vez. Era un soldado lesionado que seguía combatiendo.

Chiste aparte, el trekking es de una dificultad media. Tiene pequeños momentitos de escalada, lugares donde no está tan bien marcado el camino y muchas plantas espinosas como obstáculos. Pero recontra vale la pena.



Almorcé algo liviano frente a la plaza (una ensalada y tres empanaditas) y partí para la capital de Catamarca, un viajecito de 4 horas donde fui bajando los 1000 msnm que había subido el domingo anterior.

Se me hizo pesadita la travesía, especialmente la parte de la Quebrada de Monzón porque tenés que ir a 40-50 (mucha curva y contracurva). Más allá de eso, el viaje estuvo tranquilo. Iba full cantando solo y parando sólo cuando me daban ganas de hacer pis.

En Chumbicha (el pueblo de los supuestos radares), levanté a Natalia, una maestra de jardín de 40 años con tres hijos adolescentes. En Catamarca las personas son padres a mucha menor edad. Ella contó algunas curiosidades lindas del catamarqueño. Un poco de idiosincrasia y costumbres, como el tratar a todos de “usted”, no dar besos (son muy parcos en general) y ser muy hospitalarios.

Algo que me sorprendió es que se comen la cabeza de la vaca. También me habló de la fiesta del poncho y que las motos son un problema enorme porque hay un montón y “no respetan nada”.

Llegamos a la capital a las 19 hrs, en pleno horario de salida del colegio. La ciudad era un caos y teníamos que transitar a paso de hombre. Dejé a Natalia y salí para el Hostel Limón Dulce, donde me recibió Facundo.

Para mi (no) sorpresa, estaba solo. Todo el Hostel era para mí. Estaba en una pieza cuádruple en la que podía expandirme tranquilamente. De todos los hostels, éste era definitivamente el mejor. Pagué por dos noches (15K cada una) y Facu me dio la llave para manejarme.

No tenía demasiados planes más que bañarme y salir a buscar algún panchito al centro. La verdad es que venía muy cansado del viaje en auto y el trekking del medio día. Me venía bien bajar un poco las revoluciones.

Se me cruzó por la cabeza pensar que venía leyendo poco y mirando series/pelis mucho menos de lo que planeé en este viaje. Quizás era una buena noche para reactivar alguno de esos vicios.

Me bañé y salí a patear. De casualidad terminé en La Milanga, que había recomendado Anto (la influencer catamarqueña) en un reel hace poco. Así que entré.

Valentina, la moza, me tiró un par de buenos tips y prestó el oído para escuchar algunas de mis aventuras. Cerré la noche con una birra en Kaplan, como para conocer algún lugar nuevo.

 

Día #7 (jueves 1/5) – Activando la magia en Catamarca

Me desperté temprano y un poco tirado. Tenía la energía medio baja. Pese al disfrute enorme de los días anteriores, ya sentía que había recorrido bastante y empezaba a extrañar mi rutina, mis niños, la vida real. A pesar de aquel bajón existencial, me levanté y activé.

Bajé la app de eco-bicis catamarqueñas y salí en busca de una. Era el Día del Trabajador, por lo que los locales estaban cerrados. En Catamarca se toman este día con mucha seriedad: la noche anterior es una fiesta absoluta y el 1° de mayo hay actos ceremoniales en el centro. Estaba lleno de oficiales rodeando la plaza principal (25 de mayo).

Devolví el auto, conseguí algo de morfi en un autoservicio de barrio y, mientras recorría algunos espacios verdes (Parque Lineal de la costanera, Plaza Jorge Bermúdez y Parque de los Niños --- todos lugares hermosísimos) recibí un mensaje de Tim.



El gringo loco me estaba invitando a pasar el día con él y Andrea. Yo no había querido molestarlos porque estaban en modo pareja, pero se enteraron de que yo había vuelto a la capital por mis stories.

En el Parque de los Niños había estación de bicis, pero el QR no andaba. Probablemente por ser feriado. Ahí me había contado una catamarqueña (Guadi) que pueden verse fantasmas de algunos niños por la noche. Creer o reventar. Elijo reventar, siempre.

Cómo había tenido una noche rara, le escribí a un par de amigos y terminé haciendo unas videollamadas. Primero con Facu Iriart, que a pesar de estar pasando un momento duro en su vida, se tomó el ratito para ver cómo estaba yo.

Lo mismo ocurrió con Picky, mi amiga rosarina que no dudó en llamarme cuando le escribí que andaba tirado. Fueron dos charlas muy movilizadoras. Ambos me la levantaron un montón.

Sobre el mediodía, preparé el mate, aguas, birras congeladas y salí a esperar a Tim y Andre. Primero hicimos una suerte de tourcito religoso por el centro, con Andrea como guía turística (se le da muy bien). Tomamos una birra en la Plaza Alameda y luego salimos para El Rodeo.

En una parada sobre el Río El Tala, una mariposa monarca me sobrevoló por un rato. A veces se han interpretado como un signo de transformación, cambio y nuevas oportunidades. Lo sentí adecuado.

Continuando por la ruta 4, llegamos al Camino de la Fe, donde está la Virgen que es más grande que el Cristo Redentor. Otro de los atractivos religiosos de Catamarca. No subimos porque te cobran 15K, pero se veía preciosa y gigante desde lejos.

El Rodeo es súper top y pituco. Andrea me contaba que ahí van los catamarqueños en verano, por el río y porque la temperatura es unos 10 grados menos que en la ciudad.

Dejamos ofrendas en la Virgen del Valle, tomamos unos mates más y salimos para La Puerta, un pueblo cuyo camino se hizo nuevo dinamitando la montaña. En el medio encontramos una cascada escondida que resultó ser un pedacito de cielo.

Tuvimos que hacernos camino para llegar, pasando por recovecos, esquivando bosta de caballo y espinas. Finalmente llegamos a un lugar tan inhóspito como alucinante. Era parte del Río El Tala con una cascada hermosa. Colgamos un buen rato entre fotos, agüita y charlas.



La verdad que para haberme levantado un poco bajón y sin grandes planes, había resultado ser un gran día. Entramos al pueblo La Puerta, paseamos por el Dique Pirquitas (donde unos pibes le pidieron el IG al yanqui Tim y se sacaron fotos con él)

Volvimos a Catamarca capital a eso de las 19.30 hs, donde hice a los chicos entrar al hostel para conocerlo y le obsequié a Andrea una copia de El Ascenso de Elin. Ella se había convertido en la persona clave de mi viaje y quería que pudiera tener un ejemplar. Estaba seguro de que iba a conectar con esa historia.





Nuevamente solo, me pegué un baño y salí en busca de un panchito, quizás el último de mi viaje. La noche era espectacular, 20 grados sin viento. Me parece loquísimo cómo una semana viviendo en un lugar es suficiente para memorizar calles y recorridos, empezar a orientarte y hasta sentirte parte del lugar.

Terminé mi noche en Wakani Bar donde gasté 8000$ en dos birras y un baguette de jamón crudo. Mientras charlaba con Bruno, el pibe gerente del local (ya nos habíamos conocido el sábado anterior) entendí que estaba cerrando este círculo narrativo y, también, el viaje. Pero todavía quedaban un par de buenas aventuras.

 

Día #8 (viernes 2/5) – La Gruta de la Virgen y el Parque Adán Quiroga

Dormí más de lo habitual, levantándome 8.45 am. Mientras diseñaba el reel de mis días por Belén (que está por acá), fui armando las valijas y planificando mínimamente el día.

Quería llegar a la Gruta de la Virgen y también tenía mi turno del tatuaje a las 13.30. Luego la vería a Andrea. Tim se le había ido para La Rioja a ver amigos.

Durante esa mañana me quedé pensando en lo increíble que había sido el viaje. Catamarca está mega infra valorada. Estuve solito en los 4 hostels que habité, no se veía tanto turista… y, sin embargo, tiene lugares y paisajes impresionantes.

Ciertamente fue un viaje con altibajos. El punto más bajo probablemente fue el miércoles a la noche, donde sentí un bajón existencial y me costó dormirme. Pero levantó rápidamente al otro día gracias a charlas con amigos y la invitación de Tim y Andrea a pasear.

Otro momento choto fue el inicio del viaje, con la incomodidad que me generaron los tacheros y aquel hostel pocilga que había encontrado sobre la marcha.

Por suerte, los puntos altos fueron muchísimos más. Los hostels fueron mejorando en calidad. Los sincronismos del Universo activaron cosas increíbles. Cada caminata, cada aventura, cada noche, fueron tan sorprendentes como encantadoras.

Hice el web-checkin mientras tomaba un café con mediaslunas en una confitería. Quería pasar por la Biblioteca Provincial Julio Herrera a dejar una copia de Elin y también comprar unos alfajores en El Rodeo para regalar, que dicen que son los mejores.

La biblioteca estaba cerrada (y nunca abrió ese día). Como único pendiente me quedaba entrar a buscar un poco de agua bendita para mi querida madre, Silvia.

El dueño del hostel Limón Dulce, Facundo, no tuvo drama en que use su espacio como base de operaciones, así que me vino al pelo para ir dejando las compras, guardar la valija y utilizar el baño.

Nunca pude alquilar eco-bicis y estaba justo con el horario, así que tuve que tomarme un Uber a la Gruta de la Virgen. Charlando con el chofer, José, confirmé que el catamarqueño común no suele conocer todos los lugares a los que fui en los últimos días: Fiambalá, Belén, la Ruta del Adobe, etc.

El coche me dejó a 1 km de la entrada y tuve que caminar el resto. El lugar estaba muy concurrido y prolijo. Hay muchos stands de comida y santerías/puestitos en la entrada. La Gruta es muy bonita, pese a que no creo en Dios. Es más, supongo que, a esta altura, yo entro a una iglesia y hago combustión interna.


Charlé con Giuliana, una rosarina laburando en la Gruta. Le conté la historia de esta virgen (que me la había contado Andrea el día anterior). Al parecer la encontró un peregrino en una gruta escondida y se la llevó a Catamarca. Pero la Virgen del Valle volvía a su lugar inicial siempre, mágica y misteriosamente. Hasta que el vago le construyó esta gruta y se quedó ahí. Creer o reventar. (Elijo reventar)

Bajé al subsuelo para chusmear (hay una capilla y una urna para dejar plegarias). Me llamó la atención la enorme cantidad de milagros verificados y documentados de la Virgen del Valle. Se comenta que son cientos.

Ahí apareció Guiliana de nuevo. Me había estado buscando para decirme que mi historia sí era verdad (duh!). Le sugerí que, a partir de ahora, la cuente con el mismo dejo de misterio, suspenso y tensión que yo le había transmitido.

Me quedé con más ganas de pasear por la Gruta. Había una muy buena energía por ahí arriba. Compré unas remeritas para Benja, Mateo y mi sobri, Simón. Luego tomé el 104 de vuelta al centro, como buen catamarqueño. Tenía cita con Agus Rys (Reinoso), mi tatuador.

El bondi me dejó justo a horario de mi turno y, encima, en la misma esquina. Mágico. Diseñamos juntos el tatoo con Agus y nos charlamos todo sobre viajes, animé y vínculos sociales. Resultó tener un amigo en Neuquén y me encargó un paquetito para llevar, así que ahora ando de mula.


En la esquina de la plaza me clavé un panchito. El pibe que me lo vendía, Nicolás, se copó tanto con mi nuevo tatuaje que empezó a sacarle fotos y terminamos charlando un buen rato. ¿Tendré un nuevo stalker?

Después me pasó a buscar Andrea y salimos con el mate para el vibrante Parque Adán Quiroga. Ahí chismoseamos fuerte. Necesitábamos subirle el ritmo a la conversación porque con Tim bajábamos bastantes cambios con el español.

Por algún motivo extraño, ese parque tiene un memorial a Japón. Lo hizo la comunidad japonesa en Catamarca. Yo les digo que no vi ni un ponja en esta semana.


Andre me dejó en el hostel y nos despedimos. Realmente fue la persona fundamental en mi viaje y se lo dije. No sólo me acompañó un montón, sino que además me tiró data clave y me contó muchas cositas sobre la ciudad que no habría conocido de otra manera.

Tomé mis cosas y salí. La biblioteca provincial seguía cerrada, así que nunca pude dejar mi novela como obsequio. Pasé a buscar agua bendita en la Catedral, para mi vieja, con el temor de prenderme fuego al ingresar. Luego tome un último Uber al aeropuerto.

Durante el vuelo terminé Una noche con Sabrina Love, cerrando otro círculo narrativo más. Al final leí menos de lo que esperaba, pero al menos concluí uno de los dos libros propuestos. Me gustó muchísimo la obra y ya tendrá su reseña en el blog.

La azafata (muy bonita, por cierto) me trajo el café y le agregué, canchero, "te acepto unas mediaslunas también". Ella se tocó la panza y dijo "Están todas acá, corazón". Sonreí. Seguí leyendo.

Estaba en el último capítulo de la historia de Mairal cuando ella volvió con algo en las manos. "No es una medialuna, pero..." y me dio un sanguchito de miga, que devoré con ferocidad.


La primera parte está por ACÁ.



***

=>> Otras notas viajeras en el blog: “El ascenso a Los Laguitos”; “Un book-tour por El Bolsón”; “Mis días por Rosario (diario de viaje)”; “Mis días por San Rafael”; “Mis días por San Lorenzo”; “Mis días por San Luis (parte 1)”; “Mis días por Catamarca (parte 2)” <==

***

 Podés seguir las novedades en mi fan-page: http://www.facebook.com/sivoriluciano. También estoy en Instagram como @viajarleyendo451. Si te gustó la nota, podés invitarme un cafecito.

3 comentarios:

  1. Es muy hermosa Catamarca por la variedad que ofrece. Amplio la data, hasta el norte de Mendoza llegaron los incas.
    y feliz cumpleaños amigo :)

    ResponderEliminar
  2. Ese nombre, cosas del destino o eso dicen

    ResponderEliminar
  3. pero yo no tengo el libro

    ResponderEliminar